lunes, 29 de agosto de 2011

Disturbios y niños





Contentita vengo en el día de hoy. No sólo por el calor, el cambio de horario, la sobrecarga de trabajo y el hecho de tener muchas cosas que hacer y pocas ganas de hacerlas, además esta mañana he leído una noticia referente a los disturbios en Londres la semana pasada. Parece ser que las autoridades británicas están juzgando a TODOS los que deben ser juzgados por esos hechos tengan la edad que tengan, incluida una niña de once años a la que su papá ha defendido públicamente diciendo que a esa edad, es “manipulable”, y también han condenado ya a varios años de cárcel a los principales instigadores. Y ahora viene mi tremendo cabreo: algunas asociaciones humanitarias han protestado por la dureza de los castigos. PERO ¡¡¡¡QUÉ COÑO ESTÁN DICIENDO!!!! ¡¡¡EN ESOS DISTURBIOS HA MUERTO GENTE!!!! Entre ellos Richard Bowes, un jubilado de 68 años, que trataba de apagar un incendio en un contenedor bajo su casa, cuando un grupo de salvajes lo apaleó hasta dejarlo en coma. No contentos con ello, impidieron que la Policía y los sanitarios le auxiliaran inmediatamente a base de tirar piedras y ladrillos a los agentes que se acercaban al hombre, ya tirado en el suelo. Al menos, el energúmeno que parece ser le atestó el golpe definitivo, será juzgado por asesinato aunque sea menor, y su madre por obstrucción a la justicia. Espero que pase en la cárcel toda la vida que su víctima ya no pasará en ninguna parte.
 
 
En cuanto a la niñita de marras, parece ser que será “condenada” a realizar trabajos sociales. Está claro que alguien de once años no puede ser juzgado igual que un adulto, pero si es capaz de apedrear escaparates y quemar contenedores, también es capaz de hacer trabajos sociales, me parece perfecto que las autoridades británicas la obliguen a ello. Y de paso también podrían obligar a su comprensivo padre a “manipularla” un poco para que fuera al colegio, se relacionara con gente de su edad y a altas horas de la noche estuviera durmiendo, en vez de esperando recibir mensajitos en su móvil para salir de casa a quemar cosas y tirar piedras. Yo diría que eso forma parte de las obligaciones de cualquier padre, o igual es que soy un poco carca, no sé.
 

Y por lo que respecta a las asociaciones “humanitarias”...... digo yo que deberían preocuparse de quienes ven pisoteados sus derechos humanos (ejemplo: Richard Bowes, derecho a la vida) en vez de preocuparse tanto de que quienes pisotean esos derechos a otros sufran castigos tan “duros”. Es más, creo firmemente que alguien que apedrea el escaparate de un comerciante que no le ha hecho nada, debería ser condenado a trabajos forzados durante tiempo indefinido, hasta que genere suficiente dinero para compensar el daño económico que ha causado. Y por supuesto quien apedrea hasta la muerte a otro ser humano que tampoco le ha hecho nada debería ser recluido en la isla de If, a pan y agua de por vida. Ale, ya me salió la vena facha y radical, cual géiser en Islandia. Me joroba mucho que los humanitarios estos no sólo vivan como reyes a costa de mis impuestos, sino que además se permitan criticar el hecho de que las leyes funcionan, al menos en Gran Bretaña.  Ya quisiéramos en España algo así.
 

Y con esto creo que queda suficientemente expresado mi cabreo por hoy. Hasta la próxima, que me temo que será pronto.

domingo, 21 de agosto de 2011

Maldito mes

No, no estoy llamando “mes” al periodo menstrual como hacen algunos cursis y no, tampoco estoy en “esos días”. Es el mes de agosto, que me pone enferma. No me gusta cogerme ahora las vacaciones porque suelo preferir la tranquilidad, y si voy a algún sitio mejor que no esté petado de gente. Según ese razonamiento lo mejor en agosto es estar en la ciudad, pero ¿por qué todo el mundo que se queda tiene que venir todos los días a mi trabajo? ¿es el precio por trabajar en un servicio público, que según algunos es el chollo padre? además la gente estos días está especialmente pesada. Todos quieren que hagas lo que no puedes hacer, todos presumen que ellos son la excepción y los que merecen un trato especial, todos pretenden que les atiendas antes que a nadie aunque haya otras personas esperando su turno... “¡es que yo tengo prisa!” Po fale, ahora habrá que atender por prisas y no por turno, mira por donde. El otro día tuvimos una pequeña bronca con una señora que no paraba de gritar en rumano, y a la que al final terminé atendiendo de manera seca, cortante y hasta grosera, en un perfecto español que me parece que entendió sin ningún problema. En fin, un desastre.


Además, al ser agosto, los dos turnos trabajamos por la mañana y no me acostumbro a madrugar por obligación, no me acostumbro. A veces me levanto temprano aunque trabaje por las tardes, pero no es lo mismo. Me levanto, me preparo medio litro de té rojo Pu-Ehr, que eso da una energía que no veas, desayuno, me quedo leyendo un ratito y luego ya me pongo a funcionar. Vamos que, aunque me levante temprano, la hora y media que tardo en despertarme la paso tranquila, saludando al nuevo día y cogiendo el ritmillo poco a poco. Eso en el trabajo es imposible, y aunque parezca una chorrada lo estoy pasando francamente mal.


Y luego está el calor, el insoportable calor... ¡¡¡QUIERO QUEDARME A VIVIR EN LA PISCINA!!!! y sí, lo sé, soy muy afortunada por tener piscina en casa (“calidad de vida“ que dice mi ex) tan afortunada que no tengo derecho a pedir más, pero sí pido más: ¡¡¡¡QUE PARE YA ESTE MALDITO CALOR!!!!! Me aplatana, me agobia, me da dolor de piernas, me da hambre, me pone de mal humor, me quita las ganas de hacer cosas. Vengo de trabajar agotada mentalmente y me quedo frita por las tardes, no tengo fuerzas ni para leer. Por supuesto no he estudiado una sola línea en este mes, menos mal que el cuatrimestre que me dejé para septiembre lo llevo bastante bien y me da tiempo de mirarlo todo, que si no me hacía el harakiri YA.


En fin, para que veáis que no es nada nuevo en mí, os dejo este poema, que escribí como su título bien indica en

AGOSTO 1994

Agosto,
el fin que se desliza sin mirar
sin siquiera detenerse a pensar en nada.
Abrasando las entrañas de los cuerpos
el siniestro mes reaparece
año a año
vida a vida
eterno ciclo de dolor y miserias
de muerte y podredumbre en las calles.

Agosto en la ciudad
y la soledad se ensaña con los que nos quedamos,
con los que el viento húmedo golpea
sin piedad,
desde el fresco mar que disfrutan otros.

Agosto nos exprime y nos desangra
se queda con la última gota de nuestro aliento.
El azul del cielo,
en agosto,
también nos abandona
y deja paso al rojo incandescente de la ausencia.

Pero esta vez,
agosto,
1994,
va a ser distinto
porque ya no existe un viento capaz de engañar
a este triste habitante del asfalto.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Se llamaba Dolores (Historia, literatura y cine IV)


“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas... ...era Lo, sencillamente Lo por la mañana... ...era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos fue siempre Lolita”



Así comienza la genial novela del genial Vladimir Nabokov, que fue calificada en su día de pornográfica, fue prohibida y vilipendiada, su autor acusado de criminal... vamos que escandalizó y sigue escandalizando a muchos de los que la leen. A mí, para variar me fascina. La gran novela americana escrita por un ruso, jeje, sólo por eso ya me gusta. “Lolita” escandalizó porque es una obra tremendamente escandalosa. La pasión abusurda del cuarentón Humbert por la doceañera Lolita debió ser por sí sola un mazazo en la puritana sociedad de los EEUU, pero no es eso lo más escandaloso de la obra. Dolores Haze no es una pobre niña de la que abusa un pervertido, es en realidad un putoncete adolescente, consciente en todo momento de las (para ella) ridículas ansias de Humbert, y dispuesta a hacer valer sus armas de “minifemme fatale” y aprovecharse cuanto pueda de la situación. Es ella quien maneja los hilos, es ella la que lleva loco al pobre idiota de Humbert, quien come de su mano como un perrito y no vive más que para complacerla en todos sus infantiles caprichos.

Sólo Humbert es capaz de ver algún atractivo sexual en esa pequeña estúpida pagada de sí misma, que desde fuera resulta un personaje no sólo asexual, sino francamente irritante: come chicles con la boca abierta, suele ir sucia y desgreñada, lloriquea y se enfada como un bebé, dice tacos que no vienen nunca a cuento, no para de discutir con su madre, se coge rabietas de niña malcriada, amenaza con abandonar a Humbert o le chantajea vilmente con sus favores sexuales cada vez que se le mete algo en la cabeza y quiere conseguirlo a costa de él. La verdad es que dan ganas de darle dos bofetones, y otros dos de paso al tonto de Humbert, que con ojos bovinos no para de hablar de su piel de melocotón y de sus rizos dorados. Además no tiene el menor escrúpulo en acostarse con el marido de su madre cuando cree que ésta se halla gravemente enferma en un hospital, y tampoco cuando Humbert le comunica que en realidad lleva muerta ya varios días. Para celebrarlo se van los dos de luna de miel a visitar un motel tras otro y a dilapidar la pequeña fortuna de Humbert. De la infortunada  Charlotte se olvidan ambos enseguida, su marido y su hija, hasta doscientas páginas más tarde cuando se ven  obligados a vender y repartirse su herencia.




Charlotte Haze, la madre de Lolita es un personaje entrañable. Se enamora de Humbert a primera vista, cuando éste aparece en su casa para alquilar una habitación y mientras él la mira asqueado, buscando la oportunidad para largarse de allí cuanto antes. Le presenta inocentemente a su hija Dolores, que está mascando chicle y holgazaneando en el jardín y la pobre no se entera del impacto que la niña provoca en Humbert. La verdad es que no se entera de nada hasta que, ya casada con Humbert, descubre ese maldito cuaderno que él guardaba bajo llave. Es fácil meterse en su piel e imaginar como debió sentirse. Una mujer enamorada, que planea su futuro con el hombre que ama y lejos del pequeño demonio de su hija, a la que odia; de repente descubre un diario oculto y lee como su amado, de su puño y letra, dice de ella lindezas como: “la gorda Haze, la mala puta, la vieja foca, la cargante madre, la vieja y estúpida Haze”. Por más que a renglón seguido Humbert trate de convencerla de que lo que ha leído es un fragmento de la novela que escribe, y que no se está refiriendo a ella con esos insultos ni a su hija con las muy abundantes y explícitas alusiones sexuales, Charlotte no le cree. Le grita que es un monstruo, le dice que se va de la casa esa misma noche y que nunca volverá a ver a Lolita. Inmediatamente se pone a escribir cartas, sospecha Humbert que a algunos familiares, a la directora del internado donde se encuentra Lolita, o quizá a la propia Lolita, y cuando un rato más tarde y en pleno frenesí, sale a echarlas al correo cegada por el llanto, es atropellada por un coche y muere en el acto. Las cartas, que no llegó a depositar en el buzón, se las devuelve la policía al presuntamente conmocionado viudo, que no tiene más que fingirse unos días destrozado por el dolor y a continuación correr en pos de Lolita. Charlotte es el único personaje que muestra algo de humanidad en esta novela, y desde luego el único capaz de amar sinceramente y con el corazón. Así le va.
 
 
En cuanto a Humbert y su obsesión por las nínfulas, haría las delicias de cualquier psiquiatra: traumas infantiles, obsesión, delirios paranoides, falta total de empatía, comportamientos sádicos y masoquistas, regresiones... y todo eso sumado a un irresistible atractivo sexual que le facilita mucho la vida en todos los aspectos, para qué negarlo. A veces sueña con vivir toda la vida junto a Dolores como marido y mujer, otras se deja insultar y amenazar por ella, devolviéndole a cambio besos y caprichos. En otras ocasiones es él quien la amenaza, y también de vez en cuando planea cómo librarse de ella dentro de un par de años o así, cuando deje de ser una nínfula y ya no le interese. Finge ser su padre y estar educándola, y permite que la pequeña calientabraguetas le llamé “papá” en público, cuando ambos saben que eso le pone a cien. Aunque enfurece por dentro, hace como que no da importancia al hecho de que Lolita le cuente tan fresca que no se ha iniciado sexualmente con él a la tierna edad de doce años, sino antes en el campamento de verano con su amiguita Elizabeth primero y después con Bárbara y Charlie de catorce y trece años respectivamente. Humbert piensa que es posible que Lolita se lo esté inventando, pero su destreza y desparpajo en la cama le hacen dudar y convertirse en un padre celoso, de una manera tan enfermiza que llama la atención a los profesores de Lolita. Celoso y enfermizo como el amante que en realidad era.
 

Evidentemente, en las dos versiones cinematográficas de “Lolita”, la de Stanley Kubrick (1962) y la de Adrian Lyne (1997), las relaciones sexuales entre Humbert y Dolores pasan casi desapercibidas. Hay alguna alusión verbal, alguna mirada provocativa y en una escena que no se incluyó en el montaje final de la película de Lyne, ambos están en el sofá tonteando y se rozan un poco las piernas mientras Lolita sonrie picarona. Punto final, el resto a la imaginación del espectador. En la novela de Nabokov, el sexo es el motor que lo hace girar todo. Sin dar detalles escabrosos, con una finura exquisita, Nabokov hace decir a Humbert que cuando Lolita se paseaba delante de él no podía contener sus erecciones ni el dolor que éstas le causaban; que no era capaz de negarle nada a su amadísima de doce años después de que ella le hiciera probar las delicias de su boca; que una determinada noche se convirtieron técnicamente en amantes y que lamentaba no poder copular con ella un día en que Lolita se encontraba enferma de fiebres. No deja lugar a la duda de cual era la naturaleza de su relación, naturaleza que los dos cineastas tratan de que no se note demasiado durante todo el tiempo que duran sus respectivas películas, invirtiendo así radicalmente su sentido original. En mi opinión la maestría de la novela consiste en haber creado algo hermoso partiendo de una historia que de ser real pondría los pelos de punta al más pintado. Afortunadamente, se trata de una novela de ficción, y ninguno de sus personajes existen o han existido, así que el autor hizo bien en moldearlos a su manera y tomarse esas libertades con ellos, creando de paso una de las novelas  magistrales de la literatura universal. Los susceptibles y puritanos que nunca llamarían “asesina” a Agatha Christie, tampoco deberían llamar “pornógrafo” a Nabokov.