viernes, 30 de junio de 2017

Islamofobia y otras moderneces

Antiguamente una fobia era una fobia, un trastorno mental como dios manda. Había montones, se podía tener fobia a casi todo, y siempre provocaba un sufrimiento importante en quien la padecía, llegando a veces a incapacitar gravemente la vida de una persona. Hoy en día eso ha cambiado. No sé a quien se le ocurriría la brillante idea de llamar “fobia” al desagrado o rechazo a cualquier cosa, pero se lució. Una de estas neofobias, quizá la más estúpida es la llamada homofobia, o fobia a los homosexuales y a la homosexualidad. Digo estúpida porque en primer lugar es difícil que alguien sufra un ataque de pánico con sólo ver a un gay, mientras que un aracnófobo sí puede fácilmente sufrirlo frente a la visión de una araña. 

Aracnofobia

Los homófobos no se asustan ante las personas LGTB sino que las desprecian y las atacan, y eso no convierte en enfermos a los homófobos, les convierte únicamente en unos perfectos cretinos. 


Pero claro está, con el advenimiento de estas neofobias parece que haya llegado también una epidemia de fobofobia (palabro que me acabo de inventar): todo el mundo ha de justificarse cuando expresa una opinión y ésta podría, ser sospechosa de alguna incorrección política o neofobia. Nadie quiere que le consideren homófobo o xenófobo, palabras que se han convertido en el insulto más socorrido de los multiculturalistas progretolerantes, y no dudan en utilizarlo a todas horas sin ningún pudor ni conocimiento de causa. Menos mal que “racista”, “machista” y “facha” aún mantienen su significado original y no parece que hayan sido transformados en fobias. De momento.

Y con esto vamos llegando al meollo de la cuestión, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que siempre hay algún tren en marcha al que subirse, ha nacido una nueva palabra que me llama mucho la atención y que oímos cientos de veces, normalmente en contextos que la convierten en una acusación terrible: islamofobia. Ahí le has dado. Cualquier persona que profese una religión o defienda unas ideas políticas, con total seguridad en algún momento oirá críticas hacia ello, por algo vivimos en una sociedad con libertad de expresión y uno es libre de criticar lo que le dé la gana. Excepto al islam. Como se te ocurra expresar el más mínimo resquemor al respecto te vas a estar oyendo llamar islamófobo hasta que las ranas críen pelo. Y si bien como ya se ha comentado antes la mal llamada homofobia es algo completamente absurdo, el miedo o rechazo al islam es la reacción más lógica de alguien que, viviendo en una sociedad occidental, se interese e intente conocer algo mejor el islam. No me quiero extender porque los asiduos a este blog ya han leído un montón de veces mis críticas hacia esta peliaguda religión, simplemente recordar que su trato a las mujeres, niños y minorías, así como su respeto por los derechos humanos, deja siempre muchísimo que desear. Y añadir que el islam no es sólo una religión, es una forma de vida que abarca todos los aspectos, desde el gobierno de un país a los momentos íntimos de una pareja, con unas leyes muy estrictas y severísimos castigos para quienes las incumplen.


Convirtiendo a los infieles

Y lo peor de todo no es esto, y tampoco los terribles atentados que llevamos tiempo viendo y viviendo en Europa, lo peor es el espíritu proselitista del islam, ese ciego empeño en convertir a todo el mundo a golpe de cimitarra si hace falta, como ya hizo su admirado profeta. Y no es ningún consuelo que la mayoría de los musulmanes sean gente pacífica, eso no ha parado nunca los pies a quienes no lo son, y con el aumento de la población musulmana y la normalización de sus costumbres, aumenta también la proporción de aquellos que están dispuestos a matar, a torturar y a someter al resto con tal de expandir su credo. Da miedo, mucho miedo. No hay más que echar un vistazo al mundo árabe y sus primaveras, para ver con claridad lo que se nos viene encima a los europeos.

“Islamofobia: término creado para proteger a un grupo ideológico que no está amenazado por nadie.”

Ésta es la mejor definición que he leído jamás. El victimismo arafatiano se ha adueñado de los musulmanes que viven en occidente, sean o no inmigrantes, y van llorando por las esquinas lo mucho que les discriminan, les maltratan y no les dejan practicar su religión. Practicar su religión significa implantar la sharia no sólo para los musulmanes, para todo el mundo; significa cargarse de un plumazo nuestras leyes, nuestra constitución, nuestra sociedad libre que tantos años y tanta sangre ha costado conseguir, para establecer una teocracia terrible bajo gobierno de cuatro sádicos zumbados; significa que las mujeres pierdan la libertad para vestirse como quieran, para casarse con quien quieran, para ejercer una profesión y ganar su propio dinero; significa andar colgando de las grúas a los homosexuales o a cualquier varón mínimamente sospechoso de serlo; significa que una mujer violada es la responsable de esa violación y será castigada por haber provocado sexualmente a su agresor.

No democracia, sólo queremos islam
¡JODER! (con perdón) ¡claro que no se les deja practicar su religión! ¿cómo íbamos a permitir en occidente todas esas salvajadas? El problema es que eso no lo dicen, se limitan a quejarse de que les miran mal por llevar velo o chilaba y a calificar cualquier crítica como “delito de odio”, para ellos es lo mismo decir “el islam es machista” que apalear a alguien por ser esquimal, lo mismito. Y cuando sean mayoría y puedan establecer la sharia de manera democrática, lo vamos a pasar muy mal.

Similitudes 
Si mañana un grupo neonazi apareciera en televisión quejándose de que aquí mucha libertad pero no les permiten matar judíos ni llevar esvásticas, todos nos horrorizaríamos; si mañana viéramos a un militante del KuKusKlan quejarse de que le discriminan porque nuestra ley le prohibe pegar a los negros y llevar a su hijo al colegio con el capirote puesto, alguien le explicaría de inmediato que en nuestra sociedad todo el mundo tiene derecho a que nadie le pegue, y que su hijo no puede llevar al colegio una prenda que simboliza la humillación y el maltrato a otras personas. Pero con el islam pelillos a la mar, los imanes predican lo que les da la gana no sólo en las mezquitas, también en medios de comunicación y redes sociales, mientras los musulmanes moderados y los superprogres inmediatamente llaman “islamófobo” a quien les tosa.

Pues va a ser que soy islamófoba. Quiero una sociedad libre, no quiero que nadie me obligue a profesar una religión; quiero casarme con quien quiera, cuando quiera y si quiero; no deseo que nadie mate a gays, a negros, a infieles o a judíos; si una mujer es violada quiero que se castigue al violador y no a ella; quiero vivir en una democracia donde las leyes salgan de un parlamento y no de la mente enferma de un fanático analfabeto. Va a ser que soy nazífoba, kukusklanófoba, racistófoba, machistófoba, tiranófoba e islamófoba. Y a mucha honra.