sábado, 12 de octubre de 2024

Músico en cuerpo y alma, un homenaje al maestro

Ayer asistí al acto que se celebró en la SGAE para homenajear por su 80 cumpleaños a Don Salvador Chuliá, quien fuera mi maestro de composición. Salvador es alguien tan querido para mí que no me resisto a escribir unas palabras para sumarlas a su homenaje. Para empezar la palabra Maestro, que en mayúscula y todo se le queda corta. El cariño que ha profesado siempre a sus alumnos y el interés personal que se toma con cada uno de ellos, son la causa de que muchos alumnos y ex alumnos quisiéramos estar a su lado en este día. Yo he aprendido mucha música en sus clases, pero también he aprendido valores, he aprendido que se puede ser humilde siendo un genio, he aprendido que en el mundo hay personas buenas y generosas, he aprendido tanto… 


En 2005 estrené mi primera obra musical siendo su alumna, y lo recuerdo como uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Aunque años después tuviera que dejar de estudiar composición, el haber vivido esa experiencia, haber sido capaz de componer una obra y estrenarla fue para mí una gran satisfacción y es algo que nunca habría pasado de no haber sido por Salvador Chuliá.


En el acto de ayer, los magníficos Ernesto Chuliá, Miguel Ángel Gorrea y Josu de Solaun interpretaron música del Maestro, para deleite de todos los asistentes. Me gustó en especial la interpretación de Josu, al piano, de la obra que Salvador escribió hace tiempo para él. Josu de Solaun es un pianista de renombre internacional que en sus inicios fue alumno de Chuliá, y verle allí en un salón pequeño interpretando de manera magistral la obra que le había compuesto su maestro fue un momento muy emotivo. No fue el único, las palabras de sus hijos Ernesto y Vicente y del propio Salvador recordando a su hijo Salva y a su mujer Mª Carmen con la voz de San Agustín: “la muerte no es más que vivir en la habitación de al lado”, nos emocionaron a todos. 


Pero personalmente me quedo con el que para mí fue el mejor momento de la tarde: ver a la pequeña Victoria, con una simpatía y un desparpajo envidiables, coger el micrófono para decir unas palabras y felicitar a su abuelo. Se llevó un merecido gran aplauso, y siendo la heredera de los Chuliá intuyo que no será más que el primero de los muchos aplausos que recibirá en su vida. Al tiempo.


Antes de despedirme le dije a Salvador: “qué grande es usted, y cuántos homenajes se merece”. Más vueltas le doy más acertadas me parecen estas palabras. Ochenta años siendo una gran persona y un músico en cuerpo y alma, lo demuestran. Gracias Maestro.


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