COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK
(english below)
No tengo muchas noticias que contar acerca del último mes, lo cual es sin duda una buena noticia. Últimamente estoy muy cansada de la guerra. No debería escribirlo ni decirlo, pero es lo que siento. Admiro al gobierno ucraniano, a los periodistas ucranianos e internacionales, a los voluntarios y a otros ucranianos y extranjeros que continuan combatiendo la agresión rusa allá donde estén y hagan lo que hagan. A veces me pregunto cómo puede esa gente vencer el deseo de esconderse o desaparecer. ¿Cuánto tiempo es posible manejar esa responsabilidad y tomar las decisiones correctas sin caer en errores, o sin sentidos en cada acción o palabra? Quizá todo el tiempo que haga falta, incluso si alguna vez es necesario arrastrarse.
Ucrania y los ucranianos no tienen alternativa. Si paran de luchar, esta horrible realidad continuará o se volverá peor. Al mismo tiempo, cuanto más lejos estamos del frente de guerra, mejor podemos vivir. Es muy tentador mirar hacia atrás, cerrar los ojos y seguir adelante con tu vida como si no hubiera guerra, mientras otros luchan y sufren.
Pero seguir con tu vida también es una fuente de resiliencia. He aprendido que es importante mantener el equilibrio en la vida en guerra para (mentalmente) sobrevivir como persona, incluso si es más fácil decirlo que hacerlo. Por eso he vuelto a bailar de manera habitual, ahora con tanta frecuencia como en los últimos meses de 2022.
Una amiga que estuvo un mes en las zonas ocupadas por Rusia, me dijo que ella no necesitaba psicoterapia después de haber escuchado en silencio mi conversación con una mujer de Zaporiya, acerca de la ayuda psicológica que necesita la gente de las regiones ocupadas. Ella sólo quería olvidar ese tiempo y seguir adelante “centrándose en las cosas bonitas de la vida”. Tiene un niño pequeño y posiblemente muchas cosas bonitas relacionadas con él. Espero que esa estrategia le funcione y que sus experiencias “olvidadas” no acaben siendo una piedra escondida en su corazón, que cada vez se vuelve más grande y más fea. Eso fue lo que le dije y luego cambiamos de tema. No soy psicóloga como para darle consejos y no he vivido esa experiencia como para hablar de ella.
Tengo que admitir que me resulta cada vez más duro escuchar o leer las historias que cuenta la gente acerca de la guerra. Aún quiero saberlo todo, pero también quisiera cerrar mis ojos y escuchar “cosas bonitas”.
Y en cuanto a mi diario de guerra, tengo poco que decir y eso es bueno. Hay mucha menos guerra en mi vida. Me haría feliz dejar de enviar un diario de guerra y dejar de escribir acerca de la guerra. Me gustaría permanecer en silencio, pasara lo que pasara. Pero escribir el diario de guerra es mi obligación moral y también lo es no olvidar que la guerra no ha terminado.
Por suerte, aún tengo algunos deberes: terminar mi relato de senderismo invernal en los Cárpatos y hablaros de mi viaje a Turquía y mis encuentros con bailarines rusos allí en enero. Así que, empiezo. En mi historia de los Cárpatos a finales de diciembre de 2022 no os hablé de la escalada a la montaña más difícil, Petros, con sus escarpadas pendientes.
Dejamos la casa a las 7:00 h, después del desayuno. Cuando me di cuenta de que el inicio de esta jornada era diferente al del día de Hoverla, y que teníamos que volver al bosque mucho antes sin pasar por la casa donde vive el Perro, me quedé decepcionada. No sabría que estábamos andando por allí y no vendría con nosotros. Pero después de andar unos 15 minutos y hacer una pequeña parada para descansar, de repente apareció el Perro. Me sentí aliviada y feliz, pero también sorprendida. Aún no sé cómo se las apañó para encontrarnos. Se acercó a cada uno de nosotros y lo acariciamos. Ahora nuestro grupo estaba completo.
El sendero estaba muy empinado desde el principio. Cuando volvimos a parar, Svetlana e Ira miraron sus teléfonos. De nuevo había cobertura. Yo ni siquiera había quitado el modo avión de mi teléfono. Svetlana tenía dos llamadas, porque había alarma aérea y sus pacientes no habían podido contactar con nadie de la clínica. Ella les explicó lo que tenían que hacer para conseguir el parte de baja médica. Yo estaba contenta de haber tenido bastante disciplina para no llevar el trabajo conmigo, y también de que hubiera gente como Svetlana. En apariencia, a los ucranianos no se nos da bien separar el trabajo de la vida personal. Pero también es señal de que nos cuidamos unos a otros. Nuestra pausa fue tan corta como las demás. Así que Svetlana continuó hablando con sus pacientes mientras caminaba por la montaña.
Ira había mirado las noticias en Telegram, porque nos informó de que estaban sonando las alarmas en todo el territorio de Ucrania durante las dos últimas horas, y había empezado otro ataque masivo con misiles. Así que íbamos a escalar Petros, una de las montañas más difíciles, durante un ataque con misiles. Hay muchas maneras en Ucrania pasar el tiempo bajo condiciones de estrés.
Cuando salimos del bosque, nos recibió un viento fuerte. El camino ya no era tan escarpado. Me preparé para lo peor. Si el viento era tan fuerte abajo, lo sería mucho más al acercarnos a la cumbre. Sorprendentemente, cuando empezamos a subir la montaña no había viento. Lucía un sol brillante sobre la nieve. Nuestro guía incluso llamó a un restaurante en Ivano Frankivsk mientras andaba y reservó una mesa para el día siguiente, que era el día final de la excursión. Yo estaba confundida. Ni siquiera habíamos llegado aún a nuestro destino. Me parecía que era un poco prematuro hacer esa reserva. Pero supongo que el guía sabía más que yo.
Después de un tiempo de caminar tranquilamente, llegamos a un sitio donde las pendientes estaban cubiertas de nieve helada, y el viento soplaba con fuerza. Después de todo, no iba a ser una escalada fácil. Teníamos que clavar nuestros bastones y nuestras botas con crampones en la superficie helada para poder movernos. Después el viento comenzó a soplar en ráfagas, tan fuertes que casi me tiraban. La pendiente era casi vertical. A cada metro, las ráfagas eran más frecuentes.
El guía nos dijo que sólo había que subir “unos 500 metros más”. No es una distancia pequeña si has de escalar por una cuesta casi vertical y cubierta de hielo. Nos tomó bastante tiempo, pero en algunos momentos yo literalmente corría hacía arriba sobre el hielo. El hielo crujiente y blanco parecía impenetrable, así que ni siquiera intentaba clavar mis bastones y mis botas, simplemente me deslizaba hacia arriba. Pero cuando la superficie estaba cubierta de nieve y el viento soplaba más fuerte, sí que clavaba mis bastones y mis botas con fuerza.
En la cima, el viento nos zarandeaba y costaba mucho esfuerzo moverse hacia la casita que el guía nos señalaba. Parecía tan inaccesible como la casa de Hoverla. Por suerte, ésta no tenía puerta así que pudimos entrar. Estábamos protegidos del viento, pero no del frío. Comimos unos sándwiches y después de unos diez minutos nuestros dedos empezaban a congelarse. Tuvimos que ponernos en marcha.
Me preocupaba continuar. Pero tampoco podía quedarme allí en la cima. Estaba haciendo un frío insoportable. Respiré hondo y salí de la casa helada. Cuando empezamos el descenso el viento no era fuerte, o al menos no me molestaba. Lo que me preocupaba era caerme de cabeza porque la pendiente era casi vertical y la superficie demasiado blanda para clavar los crampones en ella. A veces el hielo no se aplastaba y se quedaba blando. Me agaché y traté de descender sentada. El guía, que nos esperaba un poco más abajo me vio deslizándome por la ladera sentada y me gritó que no debería bajar así, y que intentara bajar dando pasos de lado. Aquello funcionó, aunque también me daba miedo. Enseguida la pendiente se volvió menos escarpada y el hielo menos blando. Bajamos muy tranquilamente y de repente me encontré al pie de la montaña, habiendo dejado atrás el peligro.
No había internet en el pueblo donde nos alojábamos. Así que tuvimos que esperar al día siguiente para saber qué había pasado con el ataque de misiles. El conductor del autobús que nos llevó de regreso a Ivano Frankivsk nos lo contó. Uno de los misiles había caído en Ivano Frankivsk. El conductor nos dijo muy disgustado que la famosa estación de esquí Bukovel estaba vacía y que tenía la esperanza de que la guerra terminara pronto. La gente necesita trabajar y tener dinero. Entonces aventuró que habría una gran guerra como la Segunda Guerra Mundial. “Los nuestros va a atacar, así que van a movilizar a todo el mundo para ganar la guerra rápidamente” -nos dijo. Por un momento me pregunté si lo que había oído era real: “guerra”, “nuestros soldados va a atacar”… sonaba como una frase de película.
Después de comer en el restaurante de Ivano Frankivisk, Vlodomir y yo tuvimos que esperar varias horas para coger el tren a Kiev. Mi mochila no era muy pesada, así que quería dar una vuelta por la ciudad. Pero él cargaba con tantas cosas que no podía ponerse a pasear. No podíamos dejar todo eso en la oficina de taquillas de la estación: si sonaba la alarma, la oficina no dispensaría los equipajes. Decidí ser amable y quedarme con Vlodomir en un café. De todas formas, tampoco sabía qué podría visitar. Nunca sabes si hay algún museo abierto en tiempo de guerra, ni a qué horas, y me daba pereza mirarlo.
Pedimos café y empezamos a hablar de las montañas. Vlodomir sorprendentemente me dijo que ahora yo ya estaba preparada para subir al campamento base del Everest.
-“¿en serio? yo creí que hacía falta más experiencia para eso”
-“no, lo más importante es ser capaz de vivir en la naturaleza sin las comodidades de la civilización. Eso no es un problema para ti, ¿verdad?”
-“no, me encanta vivir en la naturaleza”
Entonces Vlodomir me habló de organizar un viaje a Nepal, me dijo que yo estaba preparada para ello, cómo funciona, etc. Recordé que Svetlana nos había dicho que planeaba un viaje allí para su cumpleaños. Entonces el Everest ¿eh? ¿por qué cada vez me parecía más cercano a la realidad? Escuchaba con atención los consejos prácticos de Vlodomir y no podía creer lo que estaba oyendo. No me apasionaba el Everest, pero podía ser una buena idea para el futuro.
Después, hablamos de nuestra excursión a los Cárpatos.
-“¿sabes? estaba andando detrás de ti y me preocupaba que pudieras caerte y golpearme con tus crampones” -admitió
-“¿por qué”
-“cuando te miraba, parecía que ibas andando sobre el aire…”
-“ah, y ¿no es una manera correcta de subir?”
-“no”
Recordé cómo había subido corriendo la montaña, en especial los últimos metros antes de la cima.
-“¿debería haber clavado más hondo los crampones en el hielo?”
-“sí”
-“Ah, vale. Y cuando empecé a avanzar sentada en el hielo, ¿por qué el guía me dijo que no lo hiciera? ¿por qué es eso peligroso?”
Me explicó que caerse de cabeza es poco probable. Pero cuando avanzas estando sentado pierdes control sobre tus movimientos y puedes deslizarte en una parte peligrosa de la montaña, o incluso caer desde allí.
-“bueno es saberlo”
-“¿y por qué tampoco se puede avanzar agachado?”
-“puede parecer más seguro porque tu cabeza está más cerca del suelo. En realidad, esa posición te hace más inestable que si avanzas de pie”
-“vale”
Me sorprendió todo lo que no sé, y sentí alivio al saber que no tenía que pagar por esa información. Estaba viva y no me había roto ningún hueso. Pero también me alegra saber que a veces se puede andar en el aire sin consecuencias.
(texto original)
I do not have any news about the last month which is certainly good news. Recently I have felt a kind of war fatigue. I should not write or say that, but it is what I feel. I admire Ukrainian government, Ukrainian and international journalists, volunteers, and other Ukrainians and foreigners who continue fighting against Russian aggression wherever they are and whatever they do. I often ask myself how people who have responsibility, resist the desire to hide or disappear. How much time can one bear that responsibility and take the right decisions without sliding into errors or meaninglessness of any actions or words? Maybe, limitless time if it is necessary, even though at times one can just drag his or her feet in the right direction.
Ukraine and Ukrainians do not have any alternative. If they stop fighting, this horror reality will continue longer or bring us more horrors. At the same time, the further the frontline, the more luxurious life we can have. It is very tempting to look away, to close one’s eyes and to live one’s life further as if there were no war, while others are fighting and suffering.
But living a full life is also a source of resilience. I learnt that it was important to keep war life balance to (mentally) survive as a person, even if it was easier said than done. That is how I came back to regular dancing, now almost as regular as in the last months of 2022.
A friend who spent one month in Russian occupation said to me that she did not need any psychotherapy, after she silently listened to my conversation with a woman from Zaporizzhia about the psychological support people from occupied regions needed. She just wanted to forget that time and live further “focusing on beautiful things in life”. She has a little child and probably many beautiful things related to it. I hope such strategy works for her and her “forgotten” experience does not become a hidden stone in her heart which later becomes uglier and bigger. That is what I said to her and changed the topic. I am not a psychologist to give advice and I did not experience what she experienced to give any comments.
I must admit, it is harder for me to listen to or read people’s stories related to war. I still want to know everything, but I also want to close my ears and listen to “beautiful things”.
As for my war diary, I have little to say which is of course good. There is much less war in my life. I would be happy to finish sending war diary and stop writing about war. I would very much want to stay silent, whatever happens. But writing war diary is my moral obligation which also reminds me of my moral obligation not to forget that the war is not over.
Luckily, I still have some debts: finishing my story about hiking in winter Carpathians and telling you about my trip to Turkey and my encounters with Russian dancers there in January. So here is the first one. In my story about the Carpathians in the end of December 2022, I didn’t tell you about climbing the most difficult mountain, Petros, with its steep slopes.
We left our house at 7 am after breakfast. When I realized that the start of our way was different than the way to Hoverla and we had to turn to the forest much earlier without reaching the house where the Dog lived, I got disappointed. He would not know that we were walking and would not join us. But after we walked some 15 minutes and stopped for a little rest, suddenly the Dog appeared. I felt relieved and happy, but also surprised. I still don’t know how he found us. He came up to each of us and we stroke him. Now our group was complete.
The way was steep from the very beginning. When we took another pause, Svitlana and Ira checked their phones. There was mobile connection again. I didn't even turn off flight modus on my phone. Svitlana got two calls, because there was an air alarm, and her patients could not reach anybody at the policlinic. She explained to them, what they should do to get some signature for a sick leave. I was happy that this time I had a quite good discipline not to deal with any work issues and that there were people like Svitlana. Apparently, work life balance is something Ukrainians are not quite good at. But it is also a sign of caring. Our pause was short as always. So, Svitlana continued talking to her patients while climbing the mountain.
Ira had apparently checked news on Telegram, because she informed us that there had been an air alarm on the whole territory of Ukraine already for two hours and another Russian massive missile attack started. So, we were going to climb Petros, one of the most difficult mountains, during a massive missile attack. There were so many possibilities in Ukraine to spend time under stressful conditions.
The guide said we needed to climb "just 500 meters more". I was aware that it was not a little distance for climbing almost a vertical slope covered with ice. It took us quite a long time, but at moments I literally ran up the icy slope. The smooth crispy white ice seemed impenetrable, so I didn't even try to hit it with my sticks and crampons and just ran up on it. But when the surface was covered with snow and the wind was blowing harder, I digged my sticks and feet with force into it.
On the summit, the wind throwed us around and it cost a lot of effort to move to the house the guide pointed us to. We expected it to be just inaccessible as the house on Hoverla. Luckily, this one didn't have a door, so we could enter it. It protected is from wind, but not from cold. We ate some sandwiches and after 10 minutes or so our fingers started to get frozen. We had to go.
“Really? I thought, it was something for more experienced people.”
“No, the most important thing is to be able to live in the nature without usual civilization blessings. It is not a problem for you, is it?”
“No. I love living in the nature.”
“You know, I was walking behind you, and I was afraid that you could fall and hit me with your crampons.” He admitted.
“Why?”
“When I was watching you, you seemed to be walking in the air…”
“Oh! Was it a wrong way to climb?”
“Yes.”
“Good to know.”
“I see.”
I was surprised to learn about my ignorance and relieved to know that I did not have to pay anything for it. I was alive and did not break any bone. But I am also happy that sometimes one can walk in the air without any consequences.
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