sábado, 25 de febrero de 2012

Poli bueno, poli malo

 
A mí los policías siempre me han caído bien. Será que cuando les he necesitado me han tratado con amabilidad y eficiencia, será que me ponen los hombres de uniforme, será la fase de la luna, pero el caso es que me caen bien. Por eso me parece injusto que se estén llevando toda la culpa de los disturbios de los últimos días en Valencia, y que Facebook eche humo hablando de la brutalidad policial. Hay montones de vídeos colgados con imágenes de los disturbios y los he visto casi todos.

Y sí, he de reconocer que algunos me han puesto los pelos de punta, 
y que los policías responsables de esas agresiones, en mi opinión deberían ser inmediatamente expedientados. El hecho de que me caigan bien como colectivo no me autoriza a justificar acciones injustificables.

Pero resulta que también he visto a una niñata de catorce o quince años encarada a un policía y diciéndole literalmente “¡hijo de puta, que te estamos pagando el sueldo!”



Perdona bonita, ¿que tú estás pagando el sueldo a quién? ¿en qué trabajas? ¿te sale positiva la declaración de IRPF? Es más, me juego el cuello a que recibes todos los años 3000 euros de una beca de estudios, que salen del sueldo de quienes sí trabajan (ejemplo: el policía que tenías delante) y que te gastas en teñirte el pelo y hacerte piercings. Así que menos lobos, Caperucita. Por cierto, es de admirar la templanza de este poli bueno. Yo no sé si hubiera contenido mis ganas de darle un porrazo en toda la boca a la tontalaba maleducada esta.

Y luego está la, según el vídeo, “madre desesperada busca a su hija detenida/detenida y golpeada” (hay dos versiones)




La verdad, he visto a madres bastante más desesperadas que ésta. Básicamente porque la buena señora sabe perfectamente dónde está su hija (ella se halla en la puerta), puede hablar por teléfono con la niña y a juzgar por su reacción cuando pregunta, ésta le dice que se encuentra bien. Eso sí, al alma de cántaro nunca se le había ocurrido decirle a su retoña que ha de llevar siempre encima el DNI, y parece ser que de ahí vino todo el problema, la detención y la “desesperación” materna. Si es que....

También he visto al que parece ser el Jefe de la Policía diciendo que hasta ahora había sido un juego, pero ahora la cosa iba en serio, que estaban ocupando la calzada ilegalmente y que si no se retiraban de inmediato, sintiéndolo mucho tendrían que empezar a detener a gente (minuto 1:08).




Y ahí es donde me he quedado de “pasta de moniato”. O sea, a cuadros. Porque va y resulta que la susodicha manifestación era ilegal y la Policía tenía la obligación de desalojar la calzada, a las buenas, a las regulares o a las malas. Puede parecer duro pero es así, forma parte de las obligaciones que conlleva el trabajo, ingrato y mal pagado, con el que los policías se ganan el pan de sus hijos. Y si lo piensas bien no es tan descabellado. Imaginemos por un momento que cada vez que veinticinco amiguetes deciden manifestarse porque no les gusta que hoy esté nublado, cortan el tráfico en la calle más céntrica y transitada de la ciudad. Y otros catorce se manifiestan porque perdió su equipo, y otros treinta porque se les estropeó la tele... si algo así se consintiera, nadie podría moverse por ninguna ciudad del planeta y ésa es la causa de que las manifestaciones deban cumplir unos requisitos legales. Deben ser notificadas a las Autoridades, autorizadas por éstas, y contar con las Fuerzas del Orden para prevenir altercados. Vamos, que el derecho a la manifestación, que es impepinable y reconocido en la Constitución Española, tambien conlleva, al igual que todos los demás derechos, sus correspondientes obligaciones. Y ahí es donde la cagaron los chavales del Luis Vives. A ver, no era de esperar que unos críos de instituto tuvieran esa información y la utilizaran, pero por favor ¿no había ningún adulto responsable de ellos (padres, profesores, directores espirituales, educadores sin fronteras) que les informara? ¿nadie trató de disuadirles de semejante estupidez? ¿nadie les propuso convocar una manifestación legal en vez de salir a la calle, cortar el tráfico por sus mismísimos y arriesgarse a sufrir un porrazo de un antidisturbios con el día tonto?

Vale, si todos los padres son como la “desesperada” del vídeo no me extraña, pero ¿de verdad todos son así? ¿y están educando a niños? Pues vaya futuro que nos espera.

Al final parece que la solución es echar la culpa de todo a la Policía; los chavales son quienes han salido malparados y los de siempre se frotan las manos, hablando de dictaduras inexistentes y llamando a la gente prácticamente a la lucha armada en vez de a la legítima protesta pacífica, que al fin y al cabo, a río revuelto ganancia de pescadores y los pescadores siempre son los mismos. Me repito, pero vaya futuro que nos espera.

jueves, 9 de febrero de 2012

Violencia ¿de qué género?




Pues no sé qué decirte. Una diputada del PP monta el escándalo por denominar violencia familiar a la violencia de género, y otra del SOE le responde que la violencia debe ser “de género” (la violencia que trata de prevenir esa ley tan especial que tenemos) porque es cuando le pegan a la mujer por serlo, y responde a años de supremacía del varón frente a la que las mujeres han de estar defendidas. Y no digo que no hayamos de estar defendidas las mujeres, que conste, pero.... cuando a alguien le pegan, torturan o maltratan en su propia casa ¿es de verdad tan importante el motivo?


Quiero decir que si te pegan por ser mujer todo el mundo se rasga las vestiduras, y hay una ley especial que castiga con especial dureza al agresor. ¿Y si te pegan por ser un niño pequeño? ¿y si te pegan por ser un anciano? ¿y si te pegan por tener una minusvalía? ¿y si te pegan porque alguien ha perdido los papeles, sin más motivo? Una vez, discutiendo con una feminista acérrima, me espetó que para esos casos ya estaba el Código Penal. Y sí, está, ¡nada más faltaba que no estuviera! pero mi pregunta sigue siendo por qué la ley castiga con mucha más dureza pegar a una mujer adulta que pegar a un niño pequeño, a un anciano o a una persona minusválida, que al fin y al cabo no tienen por sí mismos los recursos para defenderse que pueda tener una mujer hecha y derecha.
 
Y no, antes de que alguna me ladre, no estoy justificando en absoluto la violencia contra las mujeres, ni criticando que se castigue, sólo quiero dejar constancia de que la “Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género” me huele a chamusquina. Para empezar se carga directamente el artículo 14 de la Constitución Española (está recurrida por ello, pero pueden pasar años...) nadie puede ser discriminado por razón de su sexo, y en la susodicha ley, que por una razón personal tuve que leer detenidamente hace tiempo, se da por sentado que el agresor es varón y la víctima es mujer. Siempre. Nada que decir si la agresora es mujer y la víctima su marido, hijos, padres.... para todos esos casos, como me dijo aquella feminista “ya está el Codigo Penal”. Pues muy bien.


Pero es que además se carga de pleno la presunción de inocencia. No tengo más que ir a una comisaría y decir que Fulanito de Tal, con quien estuve saliendo hace unos ocho años me ha visto por la calle y me ha dado un empujón, para que ese hombre sea detenido, esposado, encerrado en un calabozo y puesto a disposición judicial. Sin pruebas, sin testigos, sin ningún daño físico, sin nada más que mi palabra y ni siquiera contra la suya, porque él no puede decir “esta boca es mía” hasta que no esté delante del juez, y eso sucede después de la detención y el calabozo, maldita la gracia. Claro está que lo  más probable es que el juez le deje en libertad, y la denuncia pase a formar parte de ese 70% (sí, he dicho bien, 70%) de denuncias por malos tratos a mujeres que se archivan directamente por no considerarlas fundadas. Pero el mal ya está hecho. Si fuera al revés, si Fulanito de Tal me acusara de haberle dado un empujón en la calle y quisiera denunciarme probablemente todo el mundo se reiría de él, y aunque fuera verdad y lo hubieran visto veinte personas dispuestas a testificar, lo más que recibiría yo sería una citación judicial y un “chica mala, multa de 10 euracos” por parte del juez y eso en el peor de los casos. Por ser mujer.

Y qué quereis que os diga, me jode. Porque hay  hombres en este mundo a los que quiero mucho y no me parece bien que una ley democrática les depare un trato tan indigno; y porque el corporativismo “de género” me repatea desde las entrañas. Yo no pienso defender a una maltratadora, a una estafadora, a una ladrona o a una asesina sólo porque tenemos en común que ambas somos mujeres, hasta ahí podíamos llegar. Pero por sorprendente que parezca, hay mujeres que sí defienden a ese tipo de elementas, alegando que “todas somos mujeres y nos hemos de defender entre nosotras”. Pues no, no me da la gana, mire usted. Y soy tan mujer como la que más.

Por otra parte, lo de “ellos nos tuvieron subyugadas y humilladas durante siglos y ahora hay que dar la vuelta a la tortilla", pues me parece la excusa perfecta para que nuestros tataranietos dentro de cien años estén puteando otra vez a nuestras tataranietas con la excusa de que ellas lo hicieron antes. Quizá yo he tenido la suerte de que nunca he sido subyugada ni humillada por ser mujer, y aunque está claro que otras sí lo fueron, no me parece bien que paguen el pato por ello mis contemporáneos varones, que han nacido varones como otras nacimos mujeres y no son responsables de cosas que pasaron antes de que ellos nacieran. No toca dar la vuelta a la tortilla, toca que esa tortilla desaparezca de una vez por siempre.

Y desde luego toca YA que la susodicha leyecita sea sustituida por una Ley que proteja de verdad de la violencia doméstica a TODOS, sea quien sea el/la víctima, y sea quien sea el/la agresor/a. Entonces estaremos hablando de justicia y de no discriminación, antes no.