miércoles, 12 de agosto de 2020

Abuelas al poder




Hay un momento en la vida en que toda madre pasa a estar en “modo abuela”. Sucede cuando los hijos se van haciendo mayores, ya están criados y se acercan a la edad de reproducirse ellos mismos, aunque aún falten años para que ese feliz acontecimiento se produzca. Las madres recurren a la psicología y comienza la campaña mejor orquestada nunca jamás para volver a disfrutar en sus brazos de uno de esos pequeños seres blanditos, suaves, que huelen a vainilla y que son las delicias de toda mujer que se precie: los nietecitos. Los privilegiados hijos que fuimos el ojito derecho de mamá, hemos pasado de jugar la Champions a jugar en Tercera Regional de un plumazo y sin darnos cuenta, porque así son ellas.

Cuando eres una hija en edad de merecer y tienes una relación heterosexual, tu madre no ve a tu pareja como novio, marido, amante, compañero de vida… no, tu madre lo verá siempre como padre potencial de sus futuros nietos y así lo juzgará. Si es responsable, trabajador, cariñoso y le gustan los niños, será el yerno perfecto y gozará de los favores de tu progenitora; si no reúne esas cualidades ya puede ser uno de los actores de Spartacus que tu madre dirá que le parece feo y que no es el adecuado. Aunque tú andes entre nubes de placer, no es un buen padre para sus nietos y nunca lo mirará con buenos ojos.

Llega el momento en que se anuncia la tan deseada concepción de un nietecito y la feliz abuela se siente protagonista absoluta: estalla de alegría, llama a sus 80 mejores amigas para contárselo, se pone a comprar ropita, y juguetitos, y a rescatar cunitas que llevan desde los años 70 en el trastero, todo ello sin contar con los progenitores de la criatura porque una abuela es como una bolita de nieve cayendo por una ladera, en cuanto empieza a caer se desencadena un alud imparable, y es ELLA la que va a tener un nietecito, a los padres del bebé más les vale mantenerse en un discreto segundo plano y aceptar todo lo que la abuela tenga a bien comprarle a SU NIETO.


Las madres tienen un doble rasero para criar como madres y como abuelas, es la octava teoría de la naturaleza humana. Recuerdo que de pequeña odiaba las lentejas y como es normal, mi madre me obligaba a comérmelas. Yo era una cabezota de cuidado y mi madre otra, así que solía decirme,

-“¡¡¡no comerás otra cosa hasta que no te acabes las lentejas!!!” 

yo me pasaba horas sin comer, y mi madre me ponía las lentejas para merendar, para cenar, para desayunar… hasta que yo comía dos cucharadas de mala gana y las lentejas comenzaban a adquirir un aspecto dudoso, así que la cosa quedaba en empate: el resto del plato iba a la basura y yo había pasado dos días alimentada con unas cucharadas de lentejas resecas.

Pues bien, hace años estaba yo en casa de mi madre con ella y mi sobrina, que tendría entonces dos añitos. Mi sobri se disponía a comer el arrocito caldoso que su abuela le había preparado con tanto amor, se come una cucharadita y de repente suelta con su lengua de trapo:

-“abuela, no me apetese el arrosito, ¿me hases otra cosa?”

¿qué pensáis que pasó, que la nena tuvo arrocito para merendar? ¡ay, ilusos! Respuesta de mi madre:

-“¡pues claro, cariño! ¿cómo no te va a hacer la abuela otra cosa? ¿qué quieres, macarrones? ¿una tortillita? ¿solomillo de corza? ¿tarrina templada de foie fresco servida con reducción de Pedro Ximenez y manzana caramelizada? ¡la abuela te lo hace enseguida!”

Y yo flipando. Debo decir en su favor que mi sobrina de bebé era una auténtica preciosidad (lo sigue siendo de mayor) que te miraba con esos ojitos de miel y te derretías, que te pedía la luna y subías a por ella. Pero jolines, yo también era muy mona de pequeñita ¡y andaba merendando lentejas cada dos por tres!


Otra curiosa característica de las abuelas empoderadas es que, emulando a Coco Chanel, nunca tienen suficientes nietos. Si no tienes hijos te dirán que tengas uno por lo menos; si tienes uno, pues que vayas a por la parejita, no va a estar el niño solo; si tienes dos, total por uno más… y así hasta el equipo de fútbol, no pasa nada, ellas te los cuidan y con eso ya está todo más que arreglado. Por supuesto si tus hermanos tienen hijos y tu madre te dice “quiero nietos”, no se te ocurra decirle que ya tiene, insensata, desatarás su furia, una abuela quiere nietos de TODOS sus hijos, su misión como abuela en el mundo está incompleta aunque tenga diez nietos si todos ellos son del mismo hijo, la abuela necesita nietecitos de todos y cada uno de sus retoños y te lo dice con toda su vehemencia, “qué menos que uno de cada hijo…” aunque sabes perfectamente que si tuvieras uno pediría la parejita, y si tuvieras dos pediría el tercero, y si tuvieras un equipo de fútbol pediría los suplentes… tu madre como abuela es insaciable, no hay más que hablar.


La edad adecuada para concebir y criar también es muy diferente para una madre que para una abuela. Ellas tuvieron a sus hijos más pequeños en la treintena, y las oyes quejarse de que no es lo mismo que a los veinte, el embarazo es más de riesgo, duele la espalda, criar es agotador, eres más mayor y se nota, etc… pero su hija no, su hija con 47 o 48 “aún estás a tiempo” y le dices “pero mamá, dónde voy a estas alturas” y te dice “pues a tiempo aún estás, que Ana Rosa los tuvo con 47. Yo no digo nada.”  Ella no dice nada y punto en boca. 

La abuela en ciernes nunca pierde la esperanza de volver a serlo, o no se sentiría digna de ser llamada, con todas sus letras, ABUELA.