viernes, 23 de septiembre de 2022

Un presente brillante (Diario de guerra XVI)

 COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK

(english below)


Los últimos diez días son seguramente, los primeros desde el 24 de febrero en que he podido vivir mi vida con normalidad. Sorprendentemente, la normalidad ha vuelto junto con la danza, aunque al principio de esta pesadilla no estaba segura de si volvería a bailar alguna vez y llegué a pensar que bailar no era tan importante después de todo. Mi primera sesión de lindy hop fue como encender una luz en una habitación oscura. Es curioso que el solo de baile que había retomado sólo unos días antes no tuvo un efecto tan intenso. No sé cómo serán otros bailes, pero el lindy hop me parece la expresión de la vida, y si alguien olvida lo que se siente al estar vivo, con este baile seguro que puede recordarlo.


La semana pasada, en el parque Tara Shevchenko hubo una reunión de baile al aire libre. No sé cómo se llama lo que bailaban esas parejas, pero lo estaban disfrutando. Fue maravilloso ver a gente bailar aquí en Kiev. Pero aún a riesgo de parecer un poco pedante, hubiera preferido que bailaran lindy.


Hace poco me di cuenta de que muchos adolescentes pasean por las calles de Kiev y se sientan en los cafés. Cada uno de ellos parece tener su propio sentido de la moda. Quizá porque he estado sobre todo por el centro de la ciudad, pero no recuerdo haber visto nunca nada igual. Van en bicicleta o en scooter y hablan apasionadamente unos con otros, disfrutando del verano de Kiev. No puedo evitar preguntarme qué está haciendo ahora esa gente tan creativa, pero su presencia es la promesa de un futuro brillante, a la vez que la constatación de un presente brillante. Después de todo, privarnos de la alegría de vivir no nos acercará a la victoria. Los ucranianos, aunque parezca paradójico, vivimos en un presente brillante. Visto a través de los ojos de la guerra, cada detalle parece más claro y lleno de significado que nunca. No podemos hacer otra cosa más que vivir en el presente, y eso significa disfrutar cada momento de la vida. Como una ducha caliente, una taza de café, un vaso de agua, una cena deliciosa, dormir en una cama, dormir bajo techo, encontrarse con amigos y parientes que no están (aún) en zonas de guerra, encontrarse con amigos y parientes que siguen vivos, tener la posibilidad de ir a clases de baile, tener piernas, brazos, ojos, etc…  todo eso puede cambiar en cualquier momento. Podemos perder todo eso en cualquier momento. Pero también podemos elegir si vivimos en el miedo constante a perderlo todo, o vivimos disfrutando de tener lo que tenemos en este momento.


Todo esto me ha hecho recordar Luiv, donde estuve diez días trabajando con una ONG que ayuda a la evacuación de ucranianos heridos en la guerra. Conforme me iba acercando a Luiv, en la  mañana del 3 de mayo, los campos que se veían a través de la ventana del tren ya estaban verdes y brillaban con la luz del sol. No había ni checkpoints ni multitudes. Así que llegué a Luiv, una ciudad que conocía de antes de la guerra. Me impresionó su belleza. Su arquitectura me hizo sentir como si estuviera en otro país, tal belleza no es fácil de ver en tiempos de guerra. Me acerqué con mis compañeros a un restaurante para comprar comida, y vi de reojo los hermosos edificios. No me permití disfrutarlos con los ojos de una turista. En aquel momento, tomar una simple foto me parecía moralmente un crimen. También me lo parecía comer en un restaurante, pero era parte del trabajo, ya que las reuniones y la planificación las hacíamos durante la comida.


Tuve que acostumbrarme al sonido de la sirena de la ambulancia desde dentro de la ambulancia. Durante nuestra primera misión, ese sonido, que perturbaba la paz habitual de Luiv, me llenó los ojos de lágrimas. Era el sonido de una emergencia, cuando la vida de alguien está en peligro. Íbamos hacia el tren de rescate, o sea, que íbamos a encontrarnos con un montón de personas heridas. No sabíamos en qué estado iban a llegar. Mi colega me advirtió que uno de los primeros trenes traía a la gente tal y como había sido encontrada: sin ningún tratamiento médico, con heridas sangrantes, con brazos y piernas rotos. Algunos de los pasajeros habían muerto en el camino. Se suponía que yo estaba preparada para esa situación. Sin embargo, resultó ser algo diferente. Todos los pacientes habían sido tratados y permanecían estables. Teniendo en cuenta la imagen que me había hecho, ninguna de las heridas me impactó demasiado sobre todo porque la mayoría estaban ocultas bajo los vendajes.


Hicimos varias misiones de evacuación médica durante el tiempo que estuve en Luiv. Me acuerdo en especial de dos pacientes. Un civil de una ciudad del este de Ucrania, que además estaba diagnosticado de alcoholismo severo y delirium tremens. Los médicos que le acompañaban en el tren nos advirtieron de que podía ponerse agresivo, aunque era poco probable porque aún estaba bajo los efectos de la medicación. Eso me recordó que la guerra causa daños a personas que previamente ya han sido dañadas por las circunstancias de la vida o por ellos mismos. Por una parte la guerra vuelve más vulnerable a la gente vulnerable. Por otra, la guerra puede acabar con la triste y dura vida de esta gente.


El paciente parecía grande y fuerte si lo comparamos conmigo, y le costaba mucho hablar. No estaba segura de que entendiera el ucraniano. Pensé que se sentiría más cómodo si le hablaba en ruso, así que me pasé al ruso y volví a sentir el complejo de inferioridad que ya casi había olvidado de mis primeros días de estudiante en Kiev, cuando era la única que tenía que hablar en otra lengua. Volví a hablar en ucraniano. Después de todo, me parece peor que él no entendiera el ucraniano, y con esta guerra es menos comprensible que nunca no ser capaz de hablarlo. Después de que le preguntara y no me respondiera, cambié otra vez al ruso. Al final resultó que le estaba hablando demasiado despacio. No era una cuestión de qué lengua utilizaba. 


Él podría haber ignorado todas mis preguntas, aunque fueran tan simples como “¿cuánto tiempo llevas en el tren?” o “¿estás cómodo así?” no porque le hablara en ucraniano, sino porque no nos conocíamos de nada y ¿por qué habría de responder a esa chica  saludable y sonriente, que realmente no había vivido la guerra? me miró como diciendo “que te den” pero aún así respondió con calma a mis preguntas, usando las menos palabras posibles. Le llevamos al hospital de Luiv y después no podía evitar preguntarme: ¿habíamos hecho lo mejor para él rescatándolo? ¿cómo iba a vivir de ahora en adelante? ¿qué valor tenía para él la vida? ¿realmente quería vivir?  ¿iba a querer en el futuro seguir viviendo?


Otro hombre herido al que recuerdo de vez en cuando, es uno más alegre y sociable. Había perdido una pierna y a su mujer cuando iba al supermercado en Kharkiv. Un fuerte e inesperado bombardeo alcanzó a su mujer partiéndola en dos mitades, murió de inmediato. Él tuvo la suerte de que un médico de su edificio pasaba por allí y le proporcionó primeros auxilios para que no se desangrara por la pierna. “Sentí envidia de mi mujer” -me dijo- “para ella todo terminó en ese momento, y yo ahora tengo que vivir con todo esto y sin una pierna. Antes pensaba que no tendríamos la posibilidad de salir de Kharkiv, porque no teníamos dinero ni parientes en ninguna ciudad lejos de la guerra. Pero ahora me doy cuenta de que era absurdo pensar así. Siempre hay una manera de hacerlo. Es por eso que estoy enfadado conmigo mismo por no haber sacado antes de allí a mi familia. Sólo los héroes, los ladrones y los drogadictos permanecían en la ciudad. Yo no era ninguna de esas cosas. Tendría que haber cuidado mejor de mi mujer y de mi pierna. Pero al final, pasó lo que pasó. Después me di cuenta de que estaba feliz por haber sobrevivido. Me alegra que mi hija se hubiera quedado en casa en vez de acompañarnos. Ahora disfrutaré de mi vida, y convertiré cada momento en el mejor.” 


Entonces me preguntó a dónde le llevábamos. Yo no lo sabía. Él dijo “ah, no te preocupes, siento haberte preguntado eso. Estoy agradecido por poder recibir tratamiento médico y rehabilitación. Sé que el proceso de evacuación es complicado y no siempre todo es perfecto. No importa dónde vaya a recibir ayuda, sólo era curiosidad.”



(texto original)


WarDiary #16 Bright present


Last ten days or so were probably the first days since February, 24 when I felt some normality in my life. Unexpectedly, “normality” came back together with dancing, although in the beginning of this war nightmare I was not sure, I would ever dance again and supposed that dancing was not so important to me after all. Yet, it turned out to be vital. First lindy hop dance felt like turning on the light in a dark room. Interestingly, solo dancing which I restarted some days before lindy hop did not have such a strong effect. I don’t know about other dances, but lindy hop seems to me the expression of life and if one forgets how being alive feels, this dance will surely remind them of it.

Last weekend I saw an outdoor social dance party just in the middle of Taras Shevchenko park. I don’t know what dance the couples danced there, but they were enjoying it. It was wonderful to see people dancing, here, in Kyiv. But risking to appear a lindy hop snob, I would very much prefer if they danced lindy.

Recently, l started to notice a lot of teenagers walking in Kyiv streets and sitting in cafes. All of them look unique and strike with a remarkable sense of fashion. Maybe, because I have mostly been walking through city center, but I don’t remember anything similar before. They ride city bikes or scooters and talk engaged with each other enjoying summer in Kyiv. I cannot help wondering what these young creative people are doing here now, but their presence is like a promise of the proverbial “bright future”, but also a demonstration of the “bright present”. After all, deprivation of life joy won’t bring Ukrainian victory any closer.

Ukrainians do live in bright present, however paradoxical it may seem. Through the optics of war, every detail becomes meaningful and clearer than ever. We cannot but live in the present moment, that is enjoy every bit of life. Like taking a warm shower, taking a shower, drinking a cup of coffee, drinking water, having a tasty dinner, having any dinner, sleeping in a bed, sleeping under a roof, meeting friends and relatives who are not (yet) in the war regions, meeting friends and relatives who are still alive, having a possibility to visit dance courses, having legs, arms, eyes, etc. All of this can change any moment. We can lose it any moment. But we can choose, if we live in constant anxiety about losing or if we enjoy having what we have right now.

That brings my thoughts back to Lviv where I spent ten days working with an NGO helping to conduct medical evacuations of Ukrainians with war injuries. As I was coming to Lviv in the early morning on May, 3 the landscapes in the train window were already green and sparkled with sunlight. There were no checkpoints any more and there were no crowds. So I actually arrived to Lviv which I knew before the war. It stroke me with its beauty. Because of its architecture I felt like abroad. This beaty seemed to be inappropriate in war times. I walked with my new colleagues to a restaurant to get some food and saw all these fine buildings just with a corner of my eye. I couldn’t allow myself to enjoy them with a tourist eye. Back then, even taking a photo seemed to be a kind of moral crime. Eating in a restaurant also felt like a crime, but it was an integral part of work as we did our plannings and debriefings while eating.

I had to get used to ambulance siren when sitting inside the ambulance. During our first medical evacuation mission, its sound, cutting the everyday Lviv’s calmness, filled my eyes with tears. It was a sound of emergency, when somebody’s life out there is in danger. We were on our way to meet the evacuation train, i.e. we were going to meet a lot of people with injuries. We didn’t know in which state they would arrive. My colleague warned me that one of the first trains brought people exactly as they were found: without any medical treatment, with bleeding wounds and torn arms and legs. Some of train passengers died on the way. I was supposed to be ready for that situation. Nevertheless, it turned out to be different. All the patients were treated and stable. Bearing in mind, what picture I prepared myself to see, no injuries shocked me, all the more that they were hidden behind bandages.

We did several missions of medical evacuation during my time in Lviv. Two patients stayed in my memory very clearly. One civilian from a town in the East of Ukraine whose diagnosis included heavy alcoholism and delirium tremens. Doctors accompanying him in the train warned us that he might get aggressive, although it was rather unlikely, because he was still under the effect of medicaments. That reminded me that war damaged people who have already been damaged by life or themselves. On the one hand, war makes vulnerable people even more vulnerable. On the other hand, war can end their hard life.

The patient looked big and strong in comparison to me and spoke with great reluctance. I was not sure that he understood Ukrainian. I thought that it would be less stressful for him if I speak Russian. I switched to Russian and felt the almost forgotten inferiority complex of being the one who had to switch the language as in my first days as a student in Kyiv. Then I switched back to Ukrainian. After all, it is very much unlikely that he doesn’t understand Ukrainian and with this war, it is more understandable than ever to stick to Ukrainian language. After he didn’t answer my next question, I switched back to Russian. However, it turned out that I spoke too quietly. It was not about language.

He could very well have ignored all my questions, although they were so simple as “How much time did you go with this train?” or “Is it comfortable to sit like this?” Not because I posed them in Ukrainian, but because we didn’t know each other and why would he answer to this girl, smiling and healthy, a girl who never experienced war? He looked like saying to me “Fuck off”, but still quietly answered my questions with as few words as possible. We transported him to a hospital in Lviv and afterwards I could not help asking myself: Was he happy to have been saved? How will he live his life further? What value does his life have to him? Does he want to live? Will he want to live?

Another injured man, whom I remember from time to time, is a more cheerful and sociable one. He lost his leg and wife while walking to a supermarket in Kharkiv. His wife was torn apart in two parts by a sudden heavy shelling and died immediately. He was lucky enough that a doctor from his building block was passing by and provided him with the first aid, so that he did not lose all his blood with his leg. I envied her then, he said about his wife: “For her everything ended in that very moment and I had to live with all this and without a leg. Before I thought there were no possibilities for us to flee from Kharkiv, because I had no money and no relatives in safe places. But now I realize that all of that was nonsense. There is always a way. That’s why I was so angry with myself for not evacuating my family. Only heroes, thieves and drug addicts stayed in the city. I was none of them. I might have preserved my wife and my leg. But in the end, what happened happened. Later I realized that I was happy that I survived. I am grateful that our daughter stayed in the flat and did not go with us. Now I will enjoy every moment of my life and do the best of it.”

Then he asked me where he was going to be transported. I did not know that. Then he added “Oh, don’t worry, I am sorry for asking all those questions. I am so grateful for having this chance to be treated and rehabilitated. I know that all these evacuation processes are complicated and cannot always run smoothly. It doesn’t matter where I get help. I was just curious.”

martes, 20 de septiembre de 2022

Su Graciosa Majestad


“Su graciosa majestad”, así es como llaman los ingleses a la Reina, lo cual no deja de tener su gracia, nunca mejor dicho. Vamos, que no me imagino yo a los españoles llamando “gracioso” al JuanCar. Y bien, como ya todo el mundo sabe, Su Graciosa Majestad nos dijo adiós la semana pasada a los 96 años de edad, tras una larga y fructífera existencia. Hay gente a la que le parece que ser Reina es vivir de lujo y no pegar un palo al agua, pero la realidad es algo distinta. Ciertamente los reyes no pasan hambre ni penurias, pero sus responsabilidades a veces son tan exigentes que resultan insuperables para otros seres humanos más normalitos. Y sí, como todos estáis pensando en la actriz-duquesita venida a más y luego a menos, ahora hablaremos de ella.



Soldados portando el féretro de la Reina Isabel


Lo cierto es que me encanta la Reina Isabel II. Como Reina ha sido ejemplar, ha cumplido con sus obligaciones sin despeinarse durante 70 años y ha tenido momentos realmente difíciles, como aquel famoso Annus Horribilis que le proporcionó motivos más que de sobra para acabar derrumbándose como madre y como Soberana. No lo hizo. En su última aparición pública la vimos recibiendo y saludando a Liz Truss, nueva Primer Ministro del Reino Unido. La Reina apareció muy desmejorada. Le faltaban dos días para morir, debía estar sufriendo mucho físicamente, se la veía muy delgada y débil, apoyada en un bastón y con las manos amoratadas… pero ahí estaba bien vestida, bien peinada y maquillados los labios de un rojo vivo que era toda una declaración de intenciones. Ahí estaba a sus 96 años, cumpliendo con su obligación hasta el final.


Los hijos no le salieron a esta mujer demasiado finos. Al final el que menos disgustos le ha dado es Eduardo, el menor, de quien se llegó a insinuar en su juventud que podría ser homosexual y con quien los tabloides se frotaban las manos esperando pillarle en un renuncio. Pero nada, finalmente se casó con Sophie, tuvieron dos niños y han acabado siendo los miembros más formales de la Royal Family. Tampoco Ana ha dado mucho que hablar salvo por su divorcio, que en su época fue sonado y disgustó a la Reina, pero luego se casó con otro hombre y a partir de ahí ha llevado una vida discreta y dedicada a sus funciones reales; ni se convirtió en un putón desorejado como las de Mónaco, ni sus maridos fueron por la vida haciendo el Urdangarín, así que bien por ella y por los sucesivos consortes.


Su Graciosa Majestad


Con Carlos y Andrés las cosas han sido bien distintas. El uno al menos acertó al segundo intento y sentó la cabeza hace diecisiete años al casarse con la mujer de su vida, pero el otro no ha sentado nunca ni la cabeza ni otras partes de su cuerpo que siguen dando mucho que hablar. Ahora bien, la bestia negra de la monarquía ha sido Diana de Gales, la jovencita angelical que se convirtió en princesa por matrimonio y acabó desesperada y desesperando a todos los que la rodeaban. Lo único que no tuvo Diana en su vida fue lo único que deseó: un hombre que la amara como mujer. El corazón de Carlos siempre perteneció a Camilla y es fácil imaginar la desesperación de la joven Diana, enamorada, cuando su marido la dejaba sola una y otra vez para reunirse con la amante. Nunca lo superó, y aunque se puede entender su tristeza, lo que no entiendo es que tuviera tan pocas luces y a nadie cerca que supiera aconsejarla bien. A partir de su divorcio fue de hombre en hombre, ilusionándose con un amor que no le daban y sintiéndose cada vez más utilizada y desengañada. Ya sabemos cómo terminó la historia: muy mal para ella, para sus hijos, para sus acompañantes, para su familia, para su familia política… un desastre.


Y cuando la pobre cabeza loca de Diana llevaba veinte años bajo tierra, llegó Meghan a superar lo insuperable. Si Diana pecó de ingenua, ésta es más lista que el hambre, hay que ver con qué gracia ha hecho que su marido el Príncipe la “rescatara” y la llevara a vivir donde ella quería. Y no contenta con eso ahora se dedican, ella por lista y él por bobo, a airear los presuntos trapos sucios de una familia que tendrá todos los privilegios que uno quiera, pero no puede defenderse de algo así. La duquesita está tan pagada de sí misma que ha publicado un libro llamado “Meghan, la duquesa”, no está nada mal para ser feminista y odiar a tu estirada familia política. También se nos ha metido a podcaster, toda orgullosa de que ahora ya puede hablar libremente y ser “herself”, como si a alguien le interesara herself si no fuera porque está casada con el príncipe Harry. En su primera joya radiofónica, la duquesita recién liberada y su superamiga Serena Williams se dedican a lamerse las heridas mutuamente, quejándose del cruel y racista patriarcado que no ha hecho más que ponerles zancadillas por ser mujeres y negras, cuando ellas sólo querían hacer realidad sus sueños: una dedicarse a la interpretación y luego casarse con el amor de su vida, la otra ser número uno del tenis. Desde luego ya le vale al patriarcado, qué manera de ensañarse con las pobres chiquillas y no dejarlas hacer nada. No sé yo si estas dos lerdas se escuchan cuando hablan o ni siquiera eso. En fin, menos mal que Guillermo acertó al casarse, y su padre aunque al segundo intento, también.



El Rey Carlos III y el Mayor Johnny


Siempre pensé que cuando la reina Isabel II muriera, su hijo Carlos mandaría la corona a hacer puñetas, abdicaría en Guillermo y se retiraría con Camilla a vivir la vida contemplativa en algún lugar perdido de Escocia, pero me equivoqué. Carlos ha asumido sus obligaciones como rey a los 73 años, y ha prometido mantener la corona en su cabeza mientras viva al igual que ha hecho su longeva progenitora, espero que la suerte le acompañe y así sea durante muchos años. Además se le está viendo en sus discursos con una sorprendente seguridad y rezumando poderío, vamos, que ha tenido tiempo de prepararse y se ve que lo ha hecho bastante bien. En cuanto a Camilla, por expreso deseo de su suegra llevará el título de Reina Consorte que en la práctica va a cambiar poco o nada su vida, pero es todo un detalle teniendo en cuenta que la Reina no otorgó nunca a su propio marido el título de Rey, ni siquiera consorte. Supongo que Camilla se lo merece, pero quizá la Reina también lo planeó imaginando cómo se iba a revolver Diana en la tumba al ver a “la otra” convertida en Reina junto a su Charles. Quién sabe. La venganza es un plato que se sirve frío, y esperar 25 años para fastidiar a tu nuera en el más allá, no tiene precio.


En fin, que los británicos están despidiendo a lo grande a su Reina, en un duelo oficial que durará diez días. Es una reina muy querida, no sólo por su discreción y sus más de 70 años de servicio, también porque los más viejos del lugar aún recuerdan cómo sus padres, el rey Jorge y la reina Isabel, se negaron a salir de Londres durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, compartiendo así la suerte de los londinenses; y recuerdan asimismo que la propia princesa Isabel se alistó voluntaria en el ejército y pasó la guerra conduciendo camiones que portaban material sanitario. Esas cosas un pueblo no las olvida, y por eso hemos visto a miles de británicos llorando y aplaudiendo al paso de la procesión fúnebre de su Reina. Por eso hemos visto a todo un pueblo diez días de luto y a medio mundo echando de menos a esta mujer inigualable. Esperemos que su hijo Carlos sepa estar a la altura, que Guillermo tenga un reinado feliz cuando llegue el momento, que George sepa casarse igual de bien que lo ha hecho su padre, y que Harry y Meghan dejen de hacer el tonto y se dediquen a vivir su vida tranquilos allá en las Américas, a ver si van a acabar teniendo un lamentable accidente.  Dios no lo quiera ni el MI6 tampoco. God save the Queen.





jueves, 15 de septiembre de 2022

¿Qué tal un viaje solidario? (Diario de guerra XV)

 COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK

(german below, deutsch unter)



Tal y como se puede suponer por la anterior entrega de este diario, he estado varios días en mi ciudad natal. Pandino se quedó en Kiev. Él nunca sale, así que no le importa dónde aposentarse para pensar. Siempre está pensando. Lo primero que hice al llegar a mi casa fue abrazar a Storch, al que no había visto en varias semanas, y pedirle que le hiciera a Pandino una video llamada para comprobar si se encontraba bien. Hablaron como siempre en alemán, así que disculpadme si continuamos en esa lengua.




“¡Hola Pandino! ¿Cómo estás?”


"¡Hola! estoy bien. ¿Cómo es que llamas ahora? No has llamado en cinco semanas”


"Tú tampoco. Pero claro, es que estabas con Linochka. Ahora  tú estás solo y yo estoy con Linochka. Así nos cuidamos el uno al otro.”


“Sí, la verdad es que disfruto estar solo finalmente. Aunque a veces me pongo triste”


"¿Por qué?"


"Por nuestro amigo en común, este pedazo de madera aposentado en Italia que no quiere ser solidario y venir a vernos. Casi todos los políticos ya han venido aquí a Ucrania, pero él nunca pone una pezuña fuera de su tierra.”


“¿Cinghiale, el jabalí?”


“Sí, Cinghiale”- gruñó sombríamente Pandino


"Es un animal libre. Vive en la UE y puede decidir por sí mismo cuándo y a dónde viajar”


“Sí, en el caso de que los animales salvajes tengan los mismos derechos que las personas en la UE, sí. Entonces es que no quiere visitarnos”


"No lo creo. Tal vez no pueda…"


“¿Tiene miedo a los misiles?”


"¿Cinghiale? ¡Para nada! De quien tiene miedo es de su jefe. No se atreve a solicitar permiso”


"Oh, siempre olvido que sólo nosotros vivimos cada día como el último y que los demás aún pueden permitirse vivir bajo las órdenes de otros”


"Estás exagerando. Cinghiale no es así. Quizás esté ocupado en otros proyectos. Sabes que siempre está metido en algún importante y complicado asunto científico” - Stork levantó su pico en el aire y luego lo dirigió al suelo


“Ahora mismo sólo puedo pensar en que estamos amenazados por armas de destrucción masiva, ¿qué pasa si morimos mañana y él no ha venido a vernos?”


"Eso significaría que al menos él estará vivo. Pero no vamos a morir”


"Ya. Pero estoy decepcionado, los amigos no se comportan así. Ni siquiera ha tenido que escuchar una alarma de ataque aéreo”


“Tú tampoco has escuchado tantas. Llevas siempre tapones en los oídos”


"Pero porque necesito concentrarme, las alarmas no hacen más que interrumpir mis pensamientos más inteligentes. Si presto atención a la alarma aérea, no consigo llegar hasta el punto de sacar algo en claro de mis meditaciones”


“Incluso sin prestar atención a las alarmas, puede que tampoco llegues a tiempo de sacar nada en claro. No sabemos dónde puede caer el próximo cohete”


"Mi capacidad tiene límites. No hay lugar para preocuparme por eso en este momento de mi vida, lo siento” - Pandino se sentó con las patas cruzadas


"Entonces será mejor que vengas a mi pueblo. Al menos por ahora, hay menos probabilidades de morir aquí. Esto es un oasis de paz en Ucrania.” - Storch agitó un poco sus alas


"Quién sabe. Pero no quiero irme. Ya me he acostumbrado a este apartamento provisional en Kiev”


"Cinghiale probablemente tampoco quiera moverse de donde está. Deberías ser más comprensivo con él. Y además, tampoco tenemos mucho tiempo”


"Exacto, la vida es corta. ¿Cuántas ocasiones tenemos en nuestra vida de ver un jabalí?


"No lo sé. También podemos ir en coche hasta su casa si quieres. Y tomarnos un descanso de las alertas aéreas”


"Las alertas aéreas no me molestan en absoluto, tengo tapones para los oídos. ¿Y Linochka? ¿Nos vamos a ir de aquí para visitar a ese animal tan ocupado que no quiere perder su trabajo?”


"Pandino, tú no has trabajado en tu vida, deberías ser más empático con quienes sí trabajan”


“Y Cinghiale debería ser más empático con nosotros en nuestra situación. La guerra no es un paseo de ponis. No puedes pensar “ya iré más tarde”, hay que ir inmediatamente. Puede que mañana sea imposible”


“Y también puede que mañana no se pueda escapar de aquí, y Cinghiale no pueda regresar a su casa”


“Me da igual. No necesito amigos así”


"¡Pandino! Che dici!” (en italiano “¡qué dices!”)


"Non si se preocupa per niente” (en italiano “nada le importa”)


"Sí, le importa. Tú estás siendo egoísta. Él tiene su propia vida”


“Una hermosa y pacífica vida”


"O quizá realmente no le importa nada, o no es libre de vivir según sus valores, o se está esclavizando a sí mismo ya sea consciente o inconscientemente. Pero ése no es nuestro problema. Es su decisión y tiene derecho a ello”


"Dicen que todos en la UE viven libremente..." - Pandino apretó los labios


"¡No quiero tener discusiones políticas ahora, Pandino por favor!"


"La última vez dijo que aún no podía cogerse las vacaciones”


“¿Y qué? De todas formas, ahora tampoco tenemos tiempo para estar con él. Tú aún tienes que concluir algunos de tus sesudos pensamientos y yo tengo que decidir qué haremos si la situación se agrava”


“Cinghiale debería sacar tiempo al menos para una taza de té…"


“¿Y para una taza de té tendría que viajar dos días de ida y otros dos de vuelta? ¿Para que puedas charlar con él durante una hora?”


"¡Y ofrecerle un té de menta!" - Pandino, como un camarero, estiró sus patas como si estuviera sosteniendo una bandeja


"Muy bien, esta discusión no va a ninguna parte. Sigue con tus pensamientos, pero por favor no pienses en Cinghiale”


"La guerra destruye las amistades…"


"No necesariamente y si no lo permites…"


"Vamos a ver. Esta amistad apenas me inspira ahora”


"La amistad no siempre está para inspirarle a uno”


"¿Qué puedo decir? nos ha dejado solos” ​​- Pandino puso cara de disgusto


"Así es la vida. Estos son nuestros problemas, nosotros decidimos quedarnos aquí. Como te dije, también podemos visitar nosotros a Cinghiale”


"No, yo me quedo aquí”


“De acuerdo, y él se queda en Italia. También tiene sus razones”


"Hmmm... ¿y la solidaridad?”


“¡Paparruchas!"


"¡Oh, no digas eso!”


"Pandino, basta ya, por favor. ¿Hay algo que puedas hacer tú para ayudarle a él y también a Linotschka? ¡Pues hazlo y deja de enfadarte con los demás!”


"Hablas como Cinghiale durante la pandemia…"


"¿Lo ves? Cinghiale dejó huella en nuestras mentes. Además, no es la primera vez que estamos mucho tiempo sin vernos, ¡pero podemos hablar y escribirnos!”


"Sabes que ahora es diferente" - suspiró Pandino


"Sí, pero tampoco podemos obligar a Cinghiale a que nos visite justo ahora”


"Cierto. Voy a prepararme un poco de té de menta”


“¡Es una buena idea! ¡Buenas noches!”


"¡Buenas noches, Storch!"




(texto original)


War diary #15 Wie wäre es mit Solidaritätsreise?

As you might guess from my previous war diary, I went for several days to my home town. Pandino stayed in Kyiv. He never goes out, so it doesn’t matter to him where he sits and thinks. He is always thinking. First thing when I came to my home town was hugging Storch whom I hadn’t seen for several weeks in a row and asking him to make a video call to Pandino and check if he is OK. They talked in German as usually, so I apologize for switching again to German.

“Hallo Pandino! Wie geht’s?”

“Hallo! Es geht. Wieso rufst du an? Du hast fünf Wochen nicht angerufen.“

„Du auch nicht. Aber früher warst du mit Linotschka. Jetzt bist du alleine und ich bin mit Linotschka. Wir machen uns Sorgen.“

„Ja, ich genieße es, endlich alleine zu sein. Nur manchmal werde ich traurig.“

„Warum?“

„Wegen unseres gemeinsamen Freundes, dieses Stück Holz, das in Italien sitzt und keine Solidaritätsreise unternehmen will. Fast alle Politiker waren schon da, in der Ukraine. Er setzt aber keinen Huf außerhalb seines Landes.“

„Wildschwein?“

„Ja, Cinghiale.“ – brummte Pandino düster.

„Er ist ein freies Tier. Er lebt in der EU und darf selbst entscheiden, wann und wohin er reist.“

„Ja. Wenn wilde Tiere die gleichen Rechte wie Menschen in der EU haben, schon. Also er will uns nicht besuchen.“

„Das glaube ich nicht. Vielleicht kann er nicht…“

„Hat er Angst vor Raketen?“

„Wildschwein? Gar nicht! Er hat Angst vor seinem Chef. Er traut sich nicht, Urlaub zu beantragen.“

„Ach, ich vergesse immer, dass nur wir jeden Tag wie den letzten leben und dass die anderen sich noch gönnen können, fremdbestimmt zu leben.“

„Du übertreibst. Cinghiale ist nicht so. Vielleicht ist er auch mit anderen Projekten beschäftigt. Seine Nase steckt immer in der schweren Wissenschaft.“ - Storch hob seinen Schnabel in die Luft und dann richtete ihn zum Boden.

„Ich kann grad nur an schwere Waffen denken. Was wenn wir morgen sterben und er uns bis dahin nicht besucht?“

„Das würde bedeuten, dass er im Gegensatz zu uns überlebt… Wir sterben aber nicht“

„Tja. Ich bin enttäuscht. Freunde benehmen sich so nicht. Er hat noch keinen einzigen Luftalarm gehört.“

„Du hast auch nicht so viele gehört. Du steckst ja die ganze Zeit Ohrstöpsel in die Ohren.“

„Nur weil ich mich konzentrieren muss und Luftalarme unterbrechen fast immer meine schlausten Gedanken. Wenn ich auf Luftalarm achte, werde ich nie meine Gedanken bis zum Ende denken.“

„Und wenn du auf Luftalarm nicht achtest, wirst du vielleicht auch nie damit fertig. Wer weiß, wo die nächste Rakete landet.“

„Meine Kraft ist begrenzt. Für Luftalarme gibt es in meinem Leben keinen Platz, sorry“ - Pandino saß mit verschränkten Pfoten.

„Dann komm lieber zu mir ins Dorf. Hier ist die Wahrscheinlichkeit des Todes geringer, zumindest momentan. Hier ist die Oasis des Friedens auf der ukrainischen Erde.“ - Storch flatterte kurz mit seinen Flügeln.

„Wer weiß. Ne, ich will mich nicht bewegen. Ich habe mich schon an diese temporäre Kyjiwer Wohnung gewöhnt.“

„Wildschwein will sich wahrscheinlich auch nicht bewegen. Du solltest mehr Verständnis dafür haben. Außerdem haben wir gerade auch kaum Zeit.“

„Genau, das Leben ist kurz. Wie viele Male im Leben sehen wir noch Wildschwein?“

„Das weiß ich nicht. Wir können auch zu ihm fahren, wenn du magst. Und eine Pause von Luftalarmen machen.“

„Luftalarme stören mich gar nicht. Ich habe doch Ohrstöpsel. Und Linotschka? Verlassen wir sie hier, um dieses beschäftigte Tier zu besuchen, das seinen Job nicht verlieren will?“

„Pandino, du hast im Leben nie gearbeitet und solltest für arbeitenden Menschen mehr Verständnis haben.“

„Der Wildschwein sollte mehr Verständnis für unsere Situation haben. Der Krieg ist kein Ponyhof. Man kann nicht solche Reisen für „später“ planen. Man sollte sofort kommen. Morgen ist es vielleicht unmöglich zu kommen.“

„Morgen ist es vielleicht unmöglich wegzukommen. Der muss doch auch zurückkommen können.“

„Egal. Ich brauch solche Freunde nicht.“

„Pandino! Che dici!“

„Non si preoccupa per niente.”

“Doch, er kümmert sich, du bist nur egoistisch. Er hat doch sein eigenes Leben”

„Friedliches schönes Leben.“

„Entweder kümmert er sich tatsächlich nicht oder er ist nicht frei, nach seinen Werten zu leben oder er macht sich unfrei, sei es bewusst oder unbewusst. Aber das ist nicht unser Problem. Es ist seine Entscheidung und er hat darauf Recht.“

„Man sagt doch, dass alle in der EU frei leben…“ - Pandino presste die Lippen aufeinander.

„Ich möchte jetzt keine politischen Diskussionen führen, Pandino, bitte!“

„Letztens sagte er, dass er noch „keinen Urlaub nehmen kann.“

„Und? Gut so! Wir haben jetzt auch keine Zeit, ihn zu unterhalten. Du musst ja noch ein paar Gedanken zu Ende denken und ich muss noch verstehen, wie wir uns am besten für die mögliche Verschärfung der Situation vorbereiten.“

„Ich hätte schon für eine Tasse Tee Zeit…“

„Und dafür muss Wildschwein mindestens zwei Tage hin und zwei Tage zurück reisen? Damit du mit ihm eine Stunde redest?“

„Und ihm eine Tasse Pfefferminztee überreiche!“ – Pandino streckte wie ein Kellner seine Pfoten vor sich hin, als ob er ein Tablett hielte.

„Ok, diese Diskussion führt zu nichts. Denke weiter, aber bitte nicht an Cinghiale.“

„Krieg zerstört Freundschaften…“

„Nicht unbedingt und wenn du es nicht zulässt…“

„Mal sehen. Diese Freundschaft inspiriert mich gerade kaum.“

„Freundschaft ist nicht immer dazu da, um einen zu inspirieren.“

„Was kann ich sagen? Wir sind alleine gelassen.“ - Pandino machte eine unzufriedene Miene.

„So ist das Leben. Das sind unsere Probleme und das war unsere Entscheidung, hier zu bleiben. Wie gesagt, wir können Wildschwein auch besuchen.“

„Nein, ich bleibe hier.“

„Ok. Und Wildschwein bleibt in Italien. Er hat doch auch seine Gründe.“

„Hmmm… und Solidarität?“

„Quatsch!“

„Ach, das tut weh!“

„Pandino, stopp, bitte. Was kannst Du persönlich machen, um dir und Linotschka zu helfen? Tue das und rege dich über andere nicht auf!“

„Du redest wie Cinghiale während der Corona-Zeit… ”

“Siehst du? Cinghiale hat in unseren Köpfen gute Spuren hinterlassen. Außerdem, ist es nicht das erste Mal, dass wir uns lange nicht sehen, aber wir können doch miteinander sprechen und schreiben!”

“Du weißt, dass es jetzt anders ist.” - Pandino seufzte.

“Ja, aber wir können jetzt genauso Cinghiale nicht zwingen, uns zu besuchen.”

“Stimmt. Ich mache mir jetzt Pfefferminztee.”

“Gute Idee! Gute Nacht!”

“Gute Nacht, Storch!”