martes, 29 de agosto de 2023

El beso en España

“El beso, el beso, el beso en España 
se da si se quiere, con él no se engaña…”

(pasodoble popular)



En la última semana ha habido en España cinco violaciones, múltiples algunas de ellas, y un intento. Las violaciones perpetradas por seres de luz, llegados del sur de Gibraltar gracias a la política de fronteras abiertas; el intento perpetrado por un violador reincidente que ha salido de la cárcel gracias a la ley feminista del sólo sí es sí. 



Manifestación convocada a raíz del beso de la discordia

Como era de esperar, el feminismo en pleno con la Ministra de Igual-Da a la cabeza ha saltado con furia a los medios de comunicación, pero no para denunciar ninguna de estas agresiones, sino para denunciar que un machirulo directivo de la Federación Española de Fútbol, durante la celebración del Mundial dio un beso en la boca a una de las jugadoras de la selección. Esas cinco mujeres asaltadas y violadas, una de ellas en su propia casa, están viendo en todas partes el #yotecreohermana seguido de incontables muestras de apoyo a la futbolista; están viendo a la Ministra calificar de “violencia sexual” tan terrible acto; están viendo horas de debate acerca de si fue consentido o no; están viendo imágenes de la presunta víctima mostrándose de lo más cariñosa con el presunto agresor antes, durante y después de la presunta agresión; están escuchando declaraciones de la susodicha futbolista diciendo que fue un beso consentido, una agresión, un acto machista, una celebración eufórica, una salida de tono, un gesto de complicidad… vamos, lo que toque dependiendo de como salga el día.


Ninguna de esas cinco mujeres ha visto una sola muestra de apoyo hacia ella o de condena hacia su agresor o agresores, el feminismo ahí no sabe no contesta. Los violadores estarán en breve paseando por la calle y aquí lo único importante es que dentro de diez años seguiremos hablando de si el beso fue consentido o no, y no nos acordaremos de esas cinco mujeres, ni siquiera de la jugadora que metió el gol de la victoria o de la gesta histórica que supone haber ganado ese mundial. El feminismo lo ha vuelto a hacer. Qué es una violación múltiple o ganar un mundial cuando hay un imbécil por ahí dando piquitos a las futbolistas, vamos hombre. Cuestión de prioridades.



Así lo ha manifestado y no sin cierto pesar Iker Casillas, el que fue portero de la selección masculina cuando hace trece años ganaron ellos el mundial, y quien también protagonizó un beso “robado” a su novia que hizo arder las redes, pero de pasión. No tengo ninguna amiga heterosexual que no se levantara de la silla aplaudiendo cuando vio ese beso espontáneo, romántico y eufórico de un más que emocionado Iker, justo después de haber ganado el mundial. Pero eso es porque Irene aún andaba entonces con las rastas puestas, que si llega a ser ya en aquella época la Ministra de Igual-Da, mete a Casillas en la cárcel por no haberle hecho firmar a Sara un consentimiento antes de besarla. Con sus dos ovarios, fijo.


El beso de Iker a Sara


El macho besador del 2023 es un tipejo que a casi todo el mundo le resulta bastante desagradable, sobre todo porque parece ser que su gestión a cargo del dinero de la Federación ha sido digamos que algo turbia. Y también por su gesto obsceno agarrándose la entrepierna en el palco, en pleno partido, junto a la Reina y a la Infanta de 16 años, en un momento en que estaba representando ante el mundo a la máxima autoridad del fútbol español… es que no se puede dar más vergüenza ajena. 


Así que en efecto, después de haber visto el sobeteo entrepiernil del fulano, el beso me pareció desagradable, grosero y completamente fuera de lugar. Pero claro, así a priori tampoco se puede saber qué tipo de relación y qué grado de confianza hay entre esas dos personas, y por lo tanto en qué medida es adecuado o no besar a alguien de esa manera y en semejante ocasión. Dejaremos que lo decida y lo califique la jugadora que ha recibido el ósculo, si es que alguna vez se aclara. Por cierto, se trata de una señora de 33 años: si considera que ha sufrido una agresión sexual es perfectamente capaz de ir a una comisaría y denunciarlo. Quiero decir que todos los demás podemos afearle el gesto al tiparraco, pero no podemos acusarle de cometer un delito salvo que sea con pruebas y en una comisaría. Igual la Ministra debería saber eso a estas alturas… pero es que está demasiado ocupada poniendo puntos violeta, enchufando a sus amigas y soltando violadores. No da abasto la pobre.








viernes, 18 de agosto de 2023

Tiempo de viajar, Moldavia (Diario de guerra XXXVI)

 COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK

(english below)


26 de mayo de 2023. Ahora mismo, en Sofia, tengo por fin un momento para terminar de escribir la historia de mi viaje a Moldavia y Turquía en enero de este año. Pero ya que algunos de vosotros no tenéis noticias mías desde hace tiempo, primero os comento alguna cosa sobre los últimos días. Fue difícil dejar Kiev en medio de ataques con drones y misiles, pero no quería cambiar mis planes y pensé que los ataques cesarían. No cesaron. Así que aunque estoy de viaje me mantengo atenta a las noticias de Ucrania, y no veo la hora de volver. Mis amigos y yo confiamos en el Ejército del Aire Ucraniano, que protege nuestro espacio aéreo y no para de abatir drones y misiles. Y nuestros pensamientos están con los soldados de Bakmut, que han estado peleando en un auténtico infierno. Acabo de leer el relato de un día en Bakmut, publicado en facebook por Lesya Litvinova. Está en ucraniano, así que lo resumiré: muestra la delgada línea entre la vida y la muerte y la fragilidad del cuerpo humano frente a los bombardeos de la artillería.


De todas formas, muchas veces algunas cosas bastante más triviales que las acciones de guerra nos muestran la fragilidad de la vida humana. Un día de finales de abril me molestó especialmente escuchar en una conversación espontánea la frase “si no te gusta tu vida, sal y haz algo diferente” aunque me di cuenta de que era cierta en el momento en que la escuché. Pero no paraba de venir a mi mente llenando mis ojos de lágrimas, y cada vez la percibía como un indicio de que debía irme lejos, hacía perder valor a todo lo que he hecho antes en la vida. No quiero entrar en muchos detalles ya que es algo bastante íntimo, pero quiero mencionar las lecciones que aprendí. En esos días tan duros de alguna manera me olvidé de todo y de todos a quienes he amado y que han permanecido ahí durante tanto tiempo. Esa conversación me demostró que la gente sólo se preocupa de sus cosas, y que ni siquiera la guerra cambia eso. También me enseñó que debo medir mis palabras dependiendo de con quien esté hablando. Y no, la guerra no nos pone a todos en el mismo barco, ni hace que nuestras palabras deban quedar impunes. Quizá en el frente, pero no en la retaguardia.


Me vino a la mente una conversación con mi profesor de danza favorito, en verano de 2021. Cuando le hablé de mis dudas acerca de si debía o no seguir bailando, me respondió sin ninguna delicadeza: “Oh, ¿así que no estás segura de si te gusta bailar? pues entonces deberías dejarlo. Y también deberías dejar de llamarte a ti misma “bailarina”. Esas palabras son como una maldición y una bendición al mismo tiempo. A nadie le importa si dejas el baile. Todo va a seguir igual. Pero también significa que puedes hacer lo que te dé la gana, que a nadie más le importa.


El efecto devastador de una simple frase que escuché recientemente, me hizo darme cuenta de que me he perdido de vista (otra vez) a mí misma, y me recordó que debo hacer que mi vida se asiente sobre algunos pilares básicos. La frase es del libro “Resiliencia”, que me dejó una amiga alemana a través de otra amiga, también alemana. Resulta que ella lo estaba leyendo a la vez que yo estaba en un momento de crisis y me propuso enviarme un ejemplar. Cuando el novio de mi amiga me dijo que le había sorprendido que yo, como ucraniana, recibiera esa clase de libro desde Alemania, lugar donde la gente no está sufriendo la guerra, le expliqué: “Oh, no, está bien, no trata de la guerra. Aún tenemos en Ucrania problemas “normales”. Divorcios, rupturas, problemas en el trabajo, crisis personales, como le quieras llamar”

De todas formas, la guerra me ha enseñado una cosa importante: en los malos tiempos hay que seguir adelante como sea. Seguir viviendo aunque te sientas muerto por dentro, aunque la gente esté muriendo a tu alrededor. Yo tenía pensado viajar a Lituania y Bulgaria, así que hay que hacerlo. Necesitaba romper mi rutina y mis patrones de pensamiento. Pero eso es otra historia. Y ahora, tal y como dije al principio, vuelvo al relato de mi viaje a Moldavia y Turquía en enero de 2023.

Como no hay vuelos desde Ucrania, los ucranianos tenemos que buscar combinaciones de trenes, autobuses y vuelos desde el extranjero. A mí eso me gusta, porque puedo visitar casi todos los países que rodean Ucrania. Cuando vivía en Alemania no tenía interés en visitar esos sitios. Después, he preferido ir a Italia, Francia o viajar a través de Alemania. He estado dejando para más adelante visitar los países más cercanos a Ucrania. Pero el más adelante ya ha llegado. Cuando decidí participar en el evento internacional de danza en Estambul con objeto de mejorar como bailarina, encontré que había tren directo de Kiev a Chisinau. Desde allí, cogería un avión a Estambul.


Moldavia

El viaje en tren nocturno hasta Chisinau fue muy agradable. El tiempo pasó muy rápido. Cuando llegué a la estación de Chisinau me recibieron varios acuarios con peces. No pude evitar pararme delante de uno de ellos y mirar los peces. Aunque probablemente soy una de las personas menos afectadas por la guerra, puedo sentir el efecto curativo de mirar a los peces. No sé desde cuando han estado ahí esos acuarios, pero es una idea maravillosa para sitios a los que puede llegar gente que vuela desde un lugar en guerra.

La capital moldava me conmocionó por su pobreza. Cuando salí de la estación, vi un gran mercadillo con piezas de ropa amontonadas en sábanas blancas desplegadas en el suelo: piezas de ropa y artículos del hogar incluyendo ropa interior, móviles viejos, vasos, platos y jarrones. La gente vendía todas esas cosas a lo largo de la calle. Me quedé helada. La expresión facial de los peatones, la ropa que llevaban, por ejemplo chaquetas viejas de cuero (mi padre tenía una chaqueta así cuando yo era niña), me hicieron volver mentalmente a los años 90. Los ojos de esas personas me decían que estaban llevando una vida dura. 

Intenté encontrar un sitio para comer. Resultó que había muy pocos restaurantes y la mayoría de ellos estaban cerrados, porque era domingo. Pensé en lo preciosos restaurantes que hay en Kiev incluso en tiempo de guerra y me di cuenta de lo afortunada que soy de vivir allí. De vuelta al hotel, cuando pasaba por edificios de muchos pisos me di cuenta de que buscaba con la mirada ventanas rotas. Era un acto reflejo de cuando había estado en Karkiv, unos días antes. Karkiv parecía “normal”, no vi muchos edificios destruidos tal y como hubiera sido de esperar. Un edificio destruido en el distrito de Saltivka me había causado una impresión horrible pero otros sitios en los que estuve menos tiempo, en especial en el centro de la ciudad, parecían estar bien. Me recordé a mí misma que estaba en Moldavia. Pero los semáforos no funcionaban… vete a saber por qué. Era como Kiev durante los apagones.

Antes de llegar al hotel, decidí de repente comprar una entrada para el Teatro Dramático Ruso Chejov cuando lo vi en el camino de vuelta. No se lo contaré a mis amigos ucranianos. Me sentí como una traidora comprando la entrada y pasando al lado de un busto enorme de Chejov. De todas formas la obra estaba programada en el marco de la semana cultural moldava. Yo no compraría una entrada para una obra rusa. Durante mucho tiempo no había podido ir al teatro en Kiev aunque me apetecía mucho. Al final ha sido mejor, porque tenía que buscar algo que hacer esa tarde en Chisinau.

El que los actores hablaran en ruso me molestó al principio, pero luego me acostumbré. Después de todo, el ruso suena diferente en Moldavia. No sé exactamente por qué. Puede que por algunas palabras o la entonación. La obra era cautivadora y muy seria, dado que se mostraban animales hablando. Me tocó la fibra en un asunto personal que casi tenía olvidado y que no está relacionado con la guerra. Cuando terminó la función, dejé el teatro con lágrimas en los ojos.

Antes de salir a la calle y volver al hotel, eché un vistazo al póster de la obra. Por desgracia la directora era rusa, así que no se trataba de la cultura moldava… de todas formas y sorprendentemente, la autora era una mujer nacida en Kiev. Busqué su nombre en internet y vi que esa obra se ha representado en varios teatros de Rusia. En los artículos de internet, la autora era presentada como una “artista ucraniana” pero no pude encontrar información acerca de dónde vive ahora. Resulta que es una de las guionistas de una serie rusa que yo veía con mi madre cuando era niña, una serie que me dejó una impresión muy duradera.

Mi regreso de Estambul a Kiev también fue a través de Chisinau. Lo planeé para poder pasar otro día en la ciudad. Pero el simple hecho de pensar en las calles de Chisinau me deprimía. No tengo nada en contra de la ciudad pero en enero es muy gris y desesperanzada. Decidí hacer una excursión de un día a Gagauzia, porque mi amiga me había hablado de los hermosos paisajes que hay allí. No me dijo dónde debía ir exactamente, así que decidí coger el autobús a Comrat, la capital de la región. Para llegar a la estación de autobuses de Chisinau tuve que coger un viejo  autobús eléctrico que iba al completo. En la estación cogí un taxi colectivo exactamente igual al que me llevó de Kiev a mi ciudad hace unos seis años: un destartalado y pequeño minibús sin apenas espacio entre asiento y asiento. Recuerdo cuando un amigo español me visitó en Kiev en 2012 y me dijo, mientras tomábamos ese tipo de taxi en Kiev, que aquello parecía un viaje en el tiempo. Entonces lo encontré grosero, pero ahora entiendo lo que quería decir.

La música reforzaba la impresión de viajar en el tiempo, canciones que yo escuchaba en los 90 cuando era niña, por ejemplo algunas del cantante “apolítico” Valery Meladze y la cantante ucraniana Sofia Rotaru, quien no se ha pronunciado sobre la guerra rusa contra Ucrania. Volví a pensar en un día en que encontré un video del tradicional espectáculo ruso de Año Nuevo 2023, con todas las “estrellas”. Entre ellos algunos artistas cuyos conciertos y monólogos he estado viendo durante muchos años cuando era niña. En aquel tiempo en que no se podía decir con precisión si un espectáculo era ruso o ucraniano. También había colaboraciones entre artistas y muchos de ellos eran estrellas “soviéticas”. Algunos recuerdo haberlos visto junto a mi abuela. En el espectáculo de Año Nuevo de 2023, las visiblemente más viejas “estrellas” se pusieron a decir cosas horribles sobre Ucrania mientras sonreían a la cámara. No pude ver más que 20 segundos de esa farsa. Era tan decepcionante como desagradable.

Antes de llegar a Comrat disfruté de bonitos paisajes a través de la ventana, pese a la música que tenía que escuchar. En la ciudad no parecía haber muchos turistas. Cuando paseaba alrededor de la iglesia, una señora mayor vendedora de velas me preguntó qué estaba buscando. Aproveché para preguntarle por una imagen que me había conmovido, una mujer tan guapa que casi parecía inapropiada para una iglesia. Me dijo que el cura podría responderme con más detalle. El cura vino cinco minutos después y me dijo que era una pintura bastante reciente de María Magdalena. Me contó la historia de María Magdalena con el huevo de Pascua y luego me preguntó de dónde era.

Me preguntó cómo estaba la situación en Kiev. Volvemos a tener apagones de manera regular y ataques con drones. Me dijo que le había horrorizado lo que pasó en el Monasterio de las Cuevas de Kiev (la Iglesia ortodoxa ucraniana se apropió del Monasterio de las Cuevas de Kiev, que antes pertenecía a la Iglesia ortodoxa ucraniana del patriarcado Ruso). Es un asunto bastante complicado, así que le escuché sin entrar en la discusión. “No podemos separar a nuestros Santos y decir que éstos son rusos y éstos no. Muchos de ellos vivieron en diferentes países”, dijo. “He visto imágenes de la Princesa Olga y el Príncipe Vladimir de Kiev cerca de la entrada del templo ¿por qué están retratados aquí?”, le pregunté para cambiar de tema. “Es una tradición colocarlos cerca de la entrada, porque ellos dieron nombre a la Rus de Kiev” (NT 1)

A partir de ahí nuestra conversación fue bastante vaga. Él no tomó una posición clara y simplemente comentó por encima algo acerca de lo mala que es la guerra y el sufrimiento de la gente. “Los rusos nos trajeron mucho sufrimiento, nunca se lo perdonaremos”, le dije para dejar las cosas claras. El sacerdote recurrió al tópico de que la gente normal sufre por causa de los gobernantes. Putin, Zelensky, todos serán juzgados en la otra vida.

Era exactamente lo que me esperaba de él, pero dejé la iglesia con sentimientos contradictorios. De todas formas, podría haber sido peor. Anduve por las calles de Comrat y de repente reparé en un viejo conocido al que no había visto durante años, Lenin. Cuando era una niña solía pasear con mi madre y un día viendo la estatua de Lenin en mi ciudad natal, le pregunté “¿por qué ese hombre no se va a casa? debe estar cansado ¡se ha vuelto negro!” El nombre de la calle por la que me encontraba paseando en Comrat era “Lenin Strada”. Probablemente así es como Putin piensa que debería ser Ucrania. En lugar de ello, los ucranianos derribamos las estatuas de Lenin y cambiamos el nombre a las calles. ¡Qué vergüenza! Recuerdo las palabras del ministro ucraniano de Asuntos Exteriores, Kuleba, quien dijo en una entrevista que Rusia atacaba Ucrania porque Ucrania había empezado a florecer y a vivir muy bien. En efecto, muchos ucranianos al ser preguntados decían que su calidad de vida había mejorado en los últimos años antes de 2022.

Cuando regresé a Chisinau me alarmó recordar que había atascos de tráfico. También los hay en Kiev, pero no son tan malos como antes de la escalada de la guerra. Tenía poco tiempo para ir de la estación de autobuses a la estación de tren. Así que tuve que tomar un taxi. Leí en algún sitio que la compañía de taxi rusa Yandex operaba también en Moldavia y quise evitar coger uno de esos taxis. No pude bajarme la app de otra compañía de taxis, así que tenía que coger uno en la calle. Algunos llevaban la inscripción “Yandex”. Sólo había uno sin la inscripción, detrás de ellos. Otros coches eran taxistas que iban por libre y pedían un precio exagerado, sin posibilidad de negociarlo. No puedo con la gente que trata de engañar a otros y sacar provecho de situaciones en las que la otra parte no tiene alternativas. Incluso teniendo tanta prisa es algo que no puedo aceptar, y me acerqué al taxi que había detrás de los Yandex. El conductor me dio un precio razonable y aceptó llevarme a la estación de tren.

Fue un trayecto largo debido al atasco, pero llegué justo a tiempo. El conductor era un hombre simpático y me dijo que tenía que hablarme en ruso, porque si me hablaba en moldavo no le entendería. “Por supuesto”, le respondí. No me atreví a preguntarle si trabajaba para Yandex porque no me iba a gustar una respuesta afirmativa. Sólo le pregunté cómo estaba la situación del taxi, y como era que Yandex seguía operando en el mercado moldavo. Me dijo con cierto placer que los taxistas de Yandex cada vez tenían más problemas para trabajar en Moldavia, como todos los rusos en general, y que pronto lo tendrían prohibido. Disfruté de esa conversación mucho más que de la que había tenido con el cura de Comrat. Cuando llegamos le pagué en efectivo, y le pedí “por favor, si resulta que trabajas para Yandex, no les des mi dinero, por favor quédatelo para ti”. “No lo haría nunca”, me respondió. No supe con seguridad si trabajaba para Yandex o no. Y casi prefiero no saberlo.

Estambul

(continuará…)


NT 1: federación de tribus nórdicas que se expandió por los territorios de las actuales Ucrania, Rusia y Bielorrusia.





(texto original)


WAR DIARY 36

TIME TRAVEL (MOLDOVA)

May 26, 2023. Now, in Sofia, I have finally a quiet moment to finish the story about my trip to Moldova and Türkiye in January 2023. But since some of you have not heard from me for quite a while, I will write about more recent days first. It was hard to leave Kyiv in the middle of continuous missile and drone attacks, but I did not want to change my plans and hoped that the attacks would stop. They did not. So, I have been following the news from Ukraine from abroad and cannot wait to come back. My friends and I believe in Ukrainian air defense who protect the sky above Kyiv and have been shooting down all the drones and missiles. And we have been thinking about the soldiers in Bakhmut who have been fighting in a real hell. I just read about one day in Bakhmut in the Facebook post by Lesya Lytvynova. It is in Ukrainian, so I will just summarize that it shows the thin line between life and death and the fragility of human body in the face of never stopping artillery shelling.

However, sometimes much more trivial things than war actions may show the fragility of human life. On one of the days at the end of April, a simple sentence “If you are unsatisfied with your condition, look for something different out there” which I heard in a spontaneous open conversation, unexpectedly hurt me, although I grasped its truth in the moment I heard it. But then it kept popping out in my mind filling my eyes with tears and each time felt like a proposal to please go away, i.e. devalued a great deal of what I had done before.

I won’t go into personal details, but I want to mention the lessons learnt. In those quite hard days, I somehow forgot everything and everyone I loved and had been standing before Nothing, for quite a while. This dialogue showed to me that people have certain interests and even war does not change that. It also demonstrated to me that I should filter my words according to with whom I speak. And no, the war does not put everyone in the same boat and does not make speaking your heart unpunishable. Maybe only at the front, but definitely not far away from battle actions.

A conversation with my favorite dance teacher in summer 2021 comes to my mind. When I told him about my doubts whether I should continue dancing, he replied carelessly: “Oh, you are not sure whether you like dancing? You might as well stop dancing.” You might as well stop existing as a dancing person. Such phrases are like a curse and blessing at the same time. Nobody cares if you stop dancing. That means that you don’t make a difference. But that also means that you can do whatever you want because nobody cares.

The devastating effect of the simple sentence I heard more recently, made me realize that I (again) lost the sight of myself and reminded me that I should base my life at least on several pillars. It was said in the book “Resilienz” which my German friend passed to me through another German friend. She happened to be reading it exactly when I had a crisis moment and suggested sending one to me. When my friend’s boyfriend told me that he was surprised that I, as a Ukrainian, should receive such books from Germany, where people are not experiencing war, I explained to him: “Oh, no, it’s Ok, it is not about war. We still have a lot of “normal” problems in Ukraine. Divorces, breakups, work conflicts, personal crises, you name it.”

Anyway, the war taught me one important thing: in any bad situation you need to continue no matter how. Just live further, even if you feel dead inside, even if many people die. I had planned trips to Lithuania and Bulgaria, so I had to go there. I needed to take a break from routine and my thinking patterns. But that is another story. Now as promised, I will skip back to Moldova and Türkiye in the mid of January 2023.


As there are no flights from Ukraine, the Ukrainians must search for different combinations of trains, buses and then flights from abroad. I enjoy it so much, because I can visit almost all the neighboring countries of Ukraine. When I had lived in Germany, it did not seem interesting to go there. Back then, I preferred Italy, France or travelling through Germany. I had postponed visiting neighboring countries of Ukraine for the future. So, the future is now. When I decided to go to international dance event in Istanbul with a view of improving my dancing, I found out that there was a direct train Kyiv – Chisinau. From Chisinau I was going to take a plane to Istanbul.


Moldova

The night train trip to Chisinau was very comfortable. Time on the train flew very quickly. When I entered the Chisinau railway station, it welcomed me with fish aquariums. I couldn’t help stopping at one of them and watching fish. Although I am probably one of the persons the least affected by war, I felt the healing effect of watching fish. I don’t know how long those aquariums had been standing there, but it is a wonderful idea for places accepting people fleeing from war.

The Moldavan capital stroke me with poverty. When I exited the station, I saw a big flee market with pieces of clothes lying on white sheets spread out on the ground: just random pieces of clothes and household items, including underwear, old mobile phones, glasses, plates and vases. People selling those items were standing along a long street. It was freezing. Facial expressions of passers-by, the clothes they wore, for example old leather-like jackets (my father had such a jacket when I was a child), made me feel thrown back into the 90s of the last century. People’s eyes told me that they were having a hard life.

I tried to find a place to eat. It turned out that there were very few restaurants and the most of them were closed, because it was Sunday. I thought about vibrant restaurants of wartime Kyiv and realized how lucky I was to live in Kyiv. On my way to hostel, when walking past multistorey buildings, I realized that I was automatically looking for broken windows. It was a reflex I had got from my trip to Kharkiv several days before. Kharkiv looked “normal”, I didn’t see many destroyed buildings, like I expected. One destroyed multistorey house in the district of Saltivka made a horrible impression on me, but other areas I shortly visited, primarily in city center, seemed to be OK. I reminded myself that I was in Moldova. But then traffic lights were not working…For whatever reason. It was like in Kyiv during blackouts.

Before reaching my hostel, I spontaneously decided to buy a theater ticket at the Chekhov’s Russian drama theatre when I saw it on my way. I won’t tell this my Ukrainian friends. Buying tickets and walking past a big bust of Chekhov, I felt like a traitor. However, the play was in the framework of the week of Moldova culture. I wouldn’t buy tickets for Russian plays. For quite a while, I could not organize myself to go to a theater in Kyiv, although I badly wanted to. In the end, it was a good decision, because I had to occupy myself with something in the evening in Chisinau.

Russian language of the actors irritated me at the beginning of the play, but then I got used to it. After all, Russian language in Moldova sounds differently. I cannot say why exactly. Probably because of some words or intonation. The play was captivating and untrivial as it showed speaking animals. It touched upon one of my almost forgotten (not war-related) personal issues and after the play ended, I left the theatre with tears rolling down my cheeks.

Before going into the street and back to my hostel, I looked at the play poster. Unfortunately, the regisseur was a Russian woman. So, it was not about Moldovan culture… However, the playwright was surprisingly a woman born in Kyiv. I searched for her name in Internet and found that this play had been staged in many theatres in Russia. In Internet articles, the playwright was presented as a “Ukrainian artist”, but I could not find any information, where she was living now. She turned out to be one of scenario writers of a Russian series I watched together with my mother when I was a child, the one which also left a lasting impression on me.

My way back from Istanbul to Kyiv was again through Chisinau. I planned generously, so I could spend there another day. But the very thought about Chisinau streets was depressing. Nothing against Chisinau, but in January the city was grey and hopeless. I decided to make a day trip to Gagauzia, because my friend told me about its beautiful landscapes. She did not tell me where exactly I should go, so I decided to take a bus to its capital Comrat. To reach the bus station in Chisinau I had to get on a fully packed old trolleybus. At the bus station I took a marshrutka which looked exactly like marshrutkas which brought me from Kyiv to my home town some six years ago: shabby mini buses with very limited space between the seats. I remembered when a Spanish friend visited me in Kyiv in 2012 and told me, when taking a Kyiv marshrutka, that his trip seemed like a time travel. I found it insulting back then, but now I understand what he meant.

The impression of travelling in time was reinforced by music – songs I heard in the 90s as a child, among them by Russian “out-of-politics” singer Valerii Meladze and Ukrainian singer Sofia Rotaru, who took quite a silent position on Russian war against Ukraine. It brought back to my mind one of the days, when I bumped into a video of 2023 New Year’s traditional Russian show with all the “stars”. Among them were many artists whose concerts and humorous speeches I had been watching for years when I was a child. At the time when one could not tell exactly if a certain show was Russian or Ukrainian. There were also many collaborations between artists and many of them were “Soviet” stars. Some of them I watched with my grandmother. In 2023’s New Year’s show, the already much older-looking “stars” said horrible things about Ukraine and were smiling into the camera. I could not watch more than 20 seconds of this farce. It was as much disgusting as disappointing.

Before arriving to Comrat, I enjoyed beautiful landscapes in the window despite the music I had to listen to. The city did not seem to have seen many tourists. When I was walking around the church, an old woman, selling candles, asked me what I was looking for. I used this opportunity to ask her about one icon which stroke me with the woman’s beauty seeming almost inappropriate for a church. She told me that the priest could answer my question in detail. The priest came in some minutes later and told me that it was a relatively recently painted icon of Maria Magdalena. He told me the story about Maria Magdalena and Easter egg and then asked me where I was from.

The priest asked me how the situation was in Kyiv. We had regular blackouts back then and drone attacks. He told me that he was appalled by what was happening in Kyiv Pechersk Lavra (Ukrainian orthodox church took the territory of Kyiv Pechersk Lavra away from the Ukrainian orthodox church of Moscow patriarchate). It is a very complicated topic, so I just listened without entering into discussion. “We cannot separate our saints and say these saints are Russian and these not. Many of them spent their life in different countries” he said. “I saw the images of Princess Olga and Prince Volodymyr from Kyiv near the entrance of the church. Why are they depicted here?” I asked to change the topic. “It is a tradition to put them near the entrance of the church, because they baptized Kyiv Rus.”

Our further conversation was quite vague. He did not take any clear position and just said something abstract about the evil of war and people’s suffering. “The Russians brought us a lot of suffering, we will never be able to forgive this” I told him to put it clearly. The priest referred to the trivial phrase that the ordinary people were suffering because of people in power. Putin, Zelensky, everyone would face judgement after their death.

That was exactly what I expected from him, but I left the church with mixed feelings. However, it could have been worse. I walked through the streets of Comrat and suddenly saw an old acquaintance whom I had not seen for ages – Lenin. When I was a child and walked with my mother past the statue of Lenin in my home town, I asked her “Why is this man not going home? He must be tired. He got so black!” The street’s name I was walking along in Comrat was Lenin strada. Probably that is how Ukraine should look in the eyes of Putin. Instead, the Ukrainians threw away all the statues of Lenin and renamed streets. What a shame! I also remembered the words of Ukrainian foreign minister Kuleba who said in one of his interviews that Russia attacked Ukraine, because Ukraine started to flourish and live “too well”. Indeed, many Ukrainians when asked said that their well-being improved in the last years before 2022.

When I came back to Chisinau, I was alarmed to remember that there was such a phenomenon as traffic jams. There are some in Kyiv nowadays, but they are not so bad as before the large-scale war. I had quite a limited time to get from the bus station to the railway station. So I had to take a taxi. I read somewhere that Russian Yandex taxi were still allowed in Moldova, so I wanted to avoid them. I could not download the app of another taxi provider, so I had to take a taxi on the spot. Several cars were labeled with inscription “Yandex”. Only one car without inscription was behind them. Other cars belonged to some individual taxists who named an exaggerated price and did not want to make it lower. I cannot stand people who trick others and benefit from situations when their counterpart does not have any alternatives. So even in a hurry, I could not accept it and went to a car behind Yandex cars. The driver named a reasonable price and agreed to take me to the railway station.

It was a long trip because of the big traffic jam, but I made it just in time. The taxi driver was a nice man and told me that he had to speak Russian to me, because if he spoke Moldovan, I would not understand. “Sure!” I said. I didn’t dare to ask him if he worked for Yandex, because it would be quite bad for me. I just asked what was the situation with taxis and how come that Yandex was still not banned from Moldovan market. He told me with pleasure that Yandex taxists had more and more problems in Moldova as well as the Russians in general and that soon Yandex would be banned. I enjoyed this conversation much more than the one with the priest in Comrat. When we arrived, I gave his remuneration in cash and asked him “Please, if you happen to work for Yandex, don’t give them my money, please take it for yourself.” “I will never do that” he answered. I didn’t find out if he worked for Yandex or not. But just in case, I prefer not to know.

Istanbul

(to be continued…)