martes, 6 de septiembre de 2011

Autopsia de un asesino

 
Es verdad, lo reconozco, soy una talibán antitabaco ¡qué le vamos a hacer! Para empezar no puedo entender, no me entra en la cabeza que alguien gaste 3000 euros al año en inhalar cianuro, alquitrán, nicotina, cloruro de vinilo, acetona y amoníaco entre otras miles de sustancias casi todas ellas carcinógenas (que producen cáncer con seguridad), cancerígenas (que pueden producir cáncer), tóxicas e irritantes. Hay más de cuatro mil, así que tenemos donde elegir: algunas son sustancias naturales como la nicotina, agente psicoactivo de la planta del tabaco cuyos efectos son potenciados de manera artificial para convertirla en una droga dura; otras se añaden únicamente para aumentar el poder adictivo del cigarrillo; algunas más para dar el sabor inconfundible de cada marca, pese a que sus efectos secundarios se desconocen, y esto no deja de ser un mal menor si tenemos en cuenta las sustancias que se añaden y cuyos efectos secundarios SE CONOCEN. No puedo entenderlo. Imaginemos por un momento que alguien fabricara yogures de mal sabor, enriquecidos con toda esa porquería y los vendiera para su consumo humano en establecimientos autorizados, al módico precio de 4 euros los 20 yogures  ¡¡¡¡Y ENCIMA ALGUNA GENTE CONSUMIERA CUARENTA AL DÍA!!! Sería aberrante que las autoridades lo permitieran, que algunos desalmados se enriquecieran fabricándolos y vendiéndolos, que alguna gente los empezara a consumir porque otros lo hacen, aunque su sabor fuera más bien desagradable; aunque el primer yogur les provocara mareos, náuseas y malestar; aunque supieran que esos yogures matan al 50% de quienes los toman, y después siguieran consumiéndolos durante años porque se han vuelto adictos y ya no pueden dejar de hacerlo. Vamos, si a algún fabricante de yogures se le ocurre hacer algo así lo meten en la cárcel antes de empezar, acusado de un delito contra la salud pública... y sin embargo ahí están las tabacaleras, amasando fortunas a base de quebrantar la salud y la vida de sus clientes; ahí están los gobiernos consintiéndolo; ahí están los fumadores agachando la cabeza y encendiendo el cigarrillo.
 
Pero eso no es lo verdaderamente grave del consumo de tabaco. Lo terrible es que, aunque las leyes al respecto van avanzando en todo el mundo, TODOS HEMOS SIDO OBLIGADOS ALGUNA VEZ A CONSUMIR TABACO. Porque quien enciende un cigarro no se intoxica él solo, algo que como persona libre y adulta tendría derecho a hacer, sino que también intoxica a quien esté a su lado e inhale su humo y  a quien horas después le dé un abrazo e inhale las sustancias que han quedado en su pelo y en su ropa. ES ESPANTOSO. Especialmente sangrante en el caso de los niños. A cualquiera le horrorizaría sentarse en la terraza de un bar a tomar una fanta con su hijo y que en varias mesas de la misma terraza hubiera varias personas inyectándose heroína mientras charlan con sus amigos y se toman algo. Sin duda, pero ¿qué harían esos mismos padres y madres si los que se inyectan en las mesas de al lado de vez en cuando se levantaran y clavaran la jeringuilla en el brazo de sus hijos? Es fácil imaginarlo, y no hay justificación posible para una actitud de ese calibre por más que quienes se inyecten heroína defiendan y argumenten su derecho a hacerlo.
 
 
Pues bien, cuando ese mismo panorama se plantea con respecto al tabaco, tan dañino o más que la heroína, ya cambia todo. El cigarrillo como costumbre, la permisividad de los gobiernos que reciben un buen pellizco en impuestos por la venta de tabaco, aunque luego hayan de gastar diez veces más en tratamientos sanitarios QUE PAGAMOS TODOS, la ceguera de muchos fumadores que siguen creyendo que SÓLO ELLOS se dañan fumando y que tienen derecho a hacerlo... y en esas andamos. En la última década se han conocido nuevos e inquietantes datos con respecto al tabaquismo y en muchos países del mundo, incluidos casi todos los de la Unión Europea, se han promulgado leyes encaminadas a erradicarlo. Sólo en España, país de opereta donde cualquier tonto se cree que por gritar más tiene más razón, aún sigue habiendo estúpidos que despotrican de la Ley Antitabaco porque según ellos ataca su libertad y su derecho a elegir. Y seguirá habiendo cabezotas como yo que se armarán de paciencia una y mil veces para volver a explicarles que se trata de NUESTRA libertad, NUESTRO derecho a no elegir el tabaco y NUESTRA salud. Si alguien libre y voluntariamente quiere convertir sus pulmones en esponjas impregnadas de alquitrán que lo haga, pero que deje en paz a MIS PULMONES. Tengo la costumbre de utilizarlos para respirar y SÍ, ME FASTIDIA y mucho que alguien trate de impedir o dificultar que yo respire. Cada cual tiene sus manías, y la mía es esa, qué voy a hacerle.
 
 




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