sábado, 22 de octubre de 2011

País de ninis, gorrones y quejicas

Mira que intento no cabrearme, que me va a subir la tensión...... pero es que no puede ser. A veces odio el país en el que vivo. Y me da por hablar de ello porque cuando conocí el primer caso me escadalicé, pero es que cada vez veo más, y de primera mano. Nininis (ni estudio, ni trabajo, ni ganas tampoco) de más de treinta años; gorrones profesionales que pillan a un alma cándida necesitada de afecto y le succionan hasta la sangre de las venas; gente que se queja de no poder vestir a sus hijos pero vive en un pisazo; presuntos amigos que piden dinero para algo presuntamente supernecesario, y por supuesto nunca lo devuelven; personajes que despotrican de los bancos y de lo caras que son las hipotecas pero no pagan una sola letra en su vida; y sobre todo, y aquí sí que me hierve la sangre, gente que está cobrando los eternos 400 euros, y rechaza trabajos porque total ya me están dando la paga sin tener que ir a trabajar. Y encima luego se quejan de que tienen que vivir con sólo 400 euros. 
 
 
Y cuidado, mucho cuidado que no me refiero al tipo o la tipa que llevan toda la vida currando, en tiempos de crisis se quedan en el paro y cobran una prestación ¡¡faltaría más, que no pudieran cobrarla!! Me refiero a gente a la que conoces de años, que jamás ha tenido un trabajo normal, como mucho algún lío fantasioso-empresarial que ha durado una semana, y que por descontado están siempre cobrando alguna paga que sale de TU TRABAJO y de TUS IMPUESTOS. Y eso sí, no falla: tetas postizas, tinte, extensiones y manicura para ellas; cochazo, pase del fútbol y noche de cubatas todos los sábados para ellos. Con un par.
 
 
Señoras y señores: quien escribe estas letras es funcionaria, y está un poco hasta las narices de oír a la mínima “qué chollo” “que suerte tener un trabajo como el tuyo” y “qué vidorra os pegais los funcionarios” Pues de eso nada, querid@s mí@s. Mi suerte y mi chollo consistieron en su momento en invertir varios años de mi juventud estudiando unas oposiciones, que aprobé para luego irme a trabajar donde me mandaron que me fuera, hasta que pude volver. No voy a quejarme de mi trabajo, en realidad me gusta y desde luego los hay  mucho peores, pero de ahí a que me paguen sólo por ir y esté todo el día leyendo el periódico, como parece ser que hacemos todos los funcionarios, pues hay un mundo. Por muy funcionaria que sea, mi trabajo me cansa y me estresa como a todos; atiendo al público y hay gente muy simpática y gente imbécil con la que tienes que tener una paciencia infinita, y no es moco de pavo. Sí, esos que te pueden espetar en cualquier momento “yo te estoy pagando el sueldo” antes de que yo les ladre “sí, con la prestación/pensióndeloquesea/desempleo/400 euros que te estoy pagando yo a ti, que estoy en activo” y no falla, aunque no les conozca de nada, siempre acierto, se les nota en la cara (dura).
 
 
También están quienes no pagan ni el alquiler ni la hipoteca. Pueden hacerlo durante años antes de que les echen legalmente, y luego ya se encargarán de no tener trabajo (aunque sí de cobrar la paguita correspondiente) porque si lo tienen algún juez podría embargarles el sueldo para pagar lo que deben, y eso nunca, mejor cobrar la paga, que no se la embargan. Estos además tienen la ventaja añadida de que a los bancos les interesa conceder hipotecas que no va a pagar necesariamente quien las firma, porque acabamos pagándolas los demás directa (interés, TAE, y demás historias de quienes pagamos nuestra hipoteca) o indirectamente (rescate de bancos en crisis con dinero público, y hablamos de muchos millones de euros). Total, que el banco acaba cobrando la hipoteca y además quedándose el piso, mientras que el gorrón de turno, que ya puestos a no pagar se ha metido en un pisazo de 300 metros cuadrados, qué más le da, disfruta del susodicho pisazo durante unos añitos, y además con poco de suerte y lloriqueo, viene el 15-M a impedir el desalojo y les sale la jugada redonda.
 
 
Sí, todos tenemos derecho a indignarnos, que vivimos en democracia, pero ya puestos igual deberíamos indignarnos quienes vamos a trabajar todos los días y hemos pagado nuestra casa con el sudor de nuestra frente, y  no quienes van a manifestarse todos los días, con su iphone, su cochazo y sus botas de Adolfo Domínguez. Lo que pasa es que nosotros no tenemos tiempo de indignarnos, hemos de ir a trabajar para ganarnos la vida.

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