martes, 22 de mayo de 2018

The wedding

Se casó mi amado Harry. Había pensado hacerme el harakiri pero como soy una chica positiva al final he optado por una sesión intensiva de palomitas, helado y youtube, que no estoy yo para disgustos y las británicas dan mucho juego con sus modelitos y sus pamelas. Ha sido una buena decisión.



Para empezar no sé si me alegro o me da un poco de mal rollo (de lo mayor que me hago, más que nada) haber visto casarse a dos generaciones de la Royal Family, porque me acuerdo perfectamente de la boda de los padres de Harry en el 81 y del mega vestido de lady Diana al que no le cabían más lazos, más flores, más volantes, más velo, más perlas ni más nada. Cómo haría la pobre para andar metida dentro de esa cosa. Pero bueno, al lío, Harry es el primer miembro de la familia real que ha llegado esta mañana la Capilla de San Jorge junto con su hermano Guillermo, los dos vestidos con el uniforme reglamentario del ejército que para empezar es un poco feo, pero es que además, o sea, el novio y el padrino vestidos igual. Pero ¡hombre de dios! es una boda, no os pongáis el mismo modelín los dos, que vaya uno de infantería y otro de marina para distinguirse, no sé… en fin, pensemos que sus súbditos llevan sandalias con calcetines en las playas españolas, tampoco vamos a esperar milagros del british estilismo.


Doria, Charles y Camilla. Y la pamela.
Lo de diseccionar a fondo los modelazos de las invitadas ya lo dejo para el Hola y el Hello y esa gente, pero no me quedo sin hablar de la pamela de Camilla. Vaya pamelazo. De verdad que esta mujer es única y qué bien le ha sentado casarse con el hombre de su vida, porque está guapísima y todos sabemos que no lo es. Y eso es lo que más me gusta de Camilla, que sin ser guapa está casada con un príncipe, se planta una pamela que flipas y va por la vida irradiando felicidad y poniéndose el mundo por montera, o por pamela según como se mire. Ha tenido que esperar décadas para estar junto al hombre al que ama y siempre amó, pero cómo lo está disfrutando la tía y muy bien que hace. Di que sí Camilla, y a quien no le gustes que no te mire.

La reina Isabel II sigue al pie del cañón, incombustible. Igual es que se conserva en ginebra como su progenitora, pero lo cierto es que con noventa y dos años ahí está ejerciendo de reina, que no es picar piedra en la mina pero tampoco debe de ser fácil a esa edad. Y me encanta su estilo gominola, en esta ocasión verde pistacho desde el sombrero hasta la punta de los zapatos, y con un floripondio morado para romper un poco la monotonía. Se supone que viste así para ser fácil de localizar en el caso de que haya un atentado, pero mira, ya no tiene que calentarse la cabeza con el estilismo, sólo elegir el color cantarín que esté de moda este año. Si lo piensas no está mal.


Isabel II, the Queen
Y decir también que la madre de Meghan iba espléndida, ha acompañado a su hija en el coche nupcial y se la ha visto muy emocionada durante toda la ceremonia. Me alegro muchísimo por ella, después de lo que ha tenido que pasar la pobre con los paparazzi, que mucho yoga le habrá hecho falta para no acabar matando a alguno. La llegada de la novia ha sido espectacular y el vestido era precioso, se ha lucido a base de bien en las escaleras de la capilla, pero lo mejor ha sido cuando se han visto ella y Harry, que se han quedado los dos mirándose con carita de enamorados algo nerviosos… la verdad es que esta chica es un cielo, ¡así cómo va a tener una ganas de hacerse el harakiri, con tanto amor y tanta felicidad rebosando youtube!

Arzobispo Michael Curry
En esas andábamos, con los novios haciendo sus votos y jurándose fidelidad en lo bueno y en lo malo cuando ha llegado el momento del sermón y el turno del arzobispo americano Michael Curry, que ha causado sensación. El tío tiene un estilo Ophra total, se ha puesto a citar a Luther King y a hablar de cómo la humanidad descubrió el fuego y de la misma manera debemos descubrir el amor aprovechando todo su poder, pero con un entusiasmo que ha sido para verlo ¡qué efusividad, qué teatralización! gesticulaba y se emocionaba tanto que a veces se le dejaba de oír porque se alejaba del micro sin querer, ¡es que me ha parecido genial y encima en una boda de la familia real británica! si la reina Victoria levantara la cabeza le daba un pasmo. Y cuando el arzobispo estaba ya tan extasiado que yo pensaba que se iba a poner a cantar godspell de un momento a otro ¡va y aparece un coro de godspell interpretando “Stand by me”! no he podido flipar más, ¡menudo  momentazo! encima la directora del coro llevaba un peinado combinación de trenzas africanas y tocado inglés que yo no sabía que esas cosas se podían hacer pero mira, no habrá boda en la que no aprendamos algo.

La música ha sido una de las grandes protagonistas de la royal wedding, no sé quién la habrá elegido pero ha sido acertadísima y desde luego muy original. El coro de niños, la orquesta de cuerdas, el duo de soprano y trompeta a la entrada de la novia, los magníficos solistas de flauta y violoncello, el coro de godspell… todos han puesto su granito de arena en una ceremonia vibrante y emotiva. Como detalle curioso, en el arpa de la orquesta se podía ver la inscripción “His Royal Highness, Prince of Wales”, no sé yo si es que sería un regalo o que el príncipe Carlos es aficionado al arpa y toca en sus ratos libres, que todo podría ser. 

Robando el protagonismo a la novia
Y la imagen tierna del día no la han protagonizado los supersobrinos, George y Charlotte, como sería de esperar, la ha protagonizado el nanete mellaete que llevaba la cola del vestido de Meghan cuando ha empezado a sonar la música para que entrara la novia. ¡Qué gracioso el chiquillo, pa´comérselo! Igual cuando tenga veinte años se avergüenza de la cara que ha puesto, pero esa cara le llevará a la posteridad, fijo. Brian Mulroney se llama la criatura.

Y con esto y un bizcocho, espero que Harry y Meghan sean de lo más felices y tengan un montón de niños negros pelirrojos, que sería de lo más original y sólo ellos pueden hacerlo. Yo, lo de hacerme el harakiri ya lo dejo para cuando el próximo amor platónico se case con otra, que prisa no tengo ninguna y novios imaginarios me sobran.

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