sábado, 12 de marzo de 2022

Flores y armas (Diario de guerra II)

 COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK

(english below)


Flores en venta en mi ciudad. Compré una para mis padres hoy

FLORES Y ARMAS


En los últimos días me las he apañado para separarme un poco de mi teléfono y salir de mi casa. Ya he hablado con todos mis amigos ucranianos y extranjeros que me preguntaban cómo estoy y cómo pueden ayudar. Finalmente conseguí hablar por teléfono con dos de mis profesores del colegio (que también son mis dos mejores amigos) acerca de qué nos parecería la guerra en nuestra ciudad si la juzgáramos con la mentalidad de la Segunda Guerra Mundial; y también acerca de su percepción de la guerra hoy (ellos tienen parientes y amigos en Rusia, así que su opinión es muy importante) También he tenido una amarga conversación con mi mejor amiga italiana sobre de la anulación de un seminario acerca de Dostoyevsky en una universidad italiana. Estas dos conversaciones han sido para mí las experiencias más dolorosas desde que empezó la guerra. Es muy raro que las opiniones personales me resulten más dolorosas que la situación en general. Y sin embargo, esos puntos rojos sobre el mapa de Ucrania que muestran la presencia militar rusa duelen tanto como heridas sangrantes. 


Hoy he tenido una excusa para quitar los ojos del móvil y salir de casa, porque una amiga mía que se encuentra a unos doce kilómetros de mi casa tras huir de los conflictos, me ha pedido que le compre comida para sus dos gatos. Me hice amiga de esta profesora de baile justo antes de que empezara la guerra. Después de la clase de baile en Kiev, tratábamos de consolarnos diciéndonos que no habría guerra, nos abrazábamos, y al final tuvimos que escapar de allí y por casualidad hemos acabado a unos kilómetros la una de la otra. Todos los días nos preguntamos mutuamente en Telegram “¿está la cosa tranquila ahí?” y es reconfortante.


La gente andaba por la ciudad comprando provisiones. En cada tienda se podían oír cosas como 

-“¿habrá más zanahorias mañana? 

-no lo sé, traemos todas las que podemos, no puedo prometer nada”


Antes de la guerra (quiero decir antes del 24 de febrero de 2022, aunque honestamente la guerra empezó en 2014) un kilo de cebollas costaba 8 grivnas (0,25 euros) y ahora cuestan 18 grivnas (0,56 euros) y en algunos sitios 40 (1,24 euros) Muy pocas tiendas tiene datáfono, pero en casi todas puedes pagar con el móvil mediante la app bancaria. De inmediato le llega un mensaje al tendero y así se pueden comprar las zanahorias o cebollas. De esa manera puedes sobrevivir sin apenas efectivo, todo lo contrario que en Berlín ;-)


Otra situación desagradable en la guerra: una granja regalaba leche gratis a la gente, pero algunos decidieron coger esa leche para venderla. Ahora esa misma granja vende la leche a 5 grivnas. También tuvimos huevos gratis de una granja, mi padre no quería ir a recogerlos porque según él esos huevos debían ser para “gente pobre y hambrienta” Pero como todo el mundo los cogía y había muchos, y nadie podía garantizarnos que la próxima vez íbamos a tener dinero para comprar comida, al final me hizo caso y cogió algunos. Para ser sincera, ahora me alimento mejor que en Kiev, porque mi madre cocina. Los últimos meses en Kiev, entre el trabajo y las clases de baile apenas tenía tiempo de ir a comprar al super. 


En la tienda de mascotas, supe que la gente ya estaba comprando cepillos y otros artículos para sus mascotas a pesar de que aún no es la época, como dijo una de las compradoras expresando sus pensamientos en voz alta, mientras decidía si comprar o no un cepillo para su perro.


He comprado comida para los gatos de mi amiga. Se me hace raro, porque mis padres nunca han dado ninguna comida especial a nuestros gatos. Y casi desaparece, porque mi gato se las apañó para olerla y abrir el armario donde la tenía escondida. Me hace sentir bien que ahora mi amiga y su novio tengan una excusa para visitarme: he comprado la comida para sus gatos.


En el camino de regreso a casa, me sorprendió que se vendieran flores en varios sitios. Y me sorprendió aún más que la gente las comprara, a pesar de toda la incerteza que nos rodea. El Día Internacional de la Mujer está muy arraigado en la sociedad ucraniana, pese a que muchos lo critican por ser una herencia soviética. Especialmente lejos de las ciudades: estoy segura de que no saben vivir sin ello. También me sorprendió que empezara a nevar, antes de la guerra ya hacía calorcito y pensé que había llegado la primavera.


Cerca de mi casa he visto a un amigo de mi padre con un arma. Aunque he cambiado de actitud hacia las armas y ahora las veo imprescindibles para la paz, y como medios de salvar derechos y vidas humanas, ver un arma me hace sentir incómoda. Me di cuenta mientras andaba por la calle principal del pueblo, de que miraba a todos los hombres como potenciales miembros de la resistencia y trataba de apreciar visualmente su fuerza y salud. También sonreía más a la gente y la gente me sonreía más a mí que antes de la guerra. En mi pueblo no solíamos sonreír a menos que encontráramos a algún amigo, estas sonrisas me han parecido como pequeñas conversaciones:

-“estamos de mierda hasta arriba ¿verdad?

-saldremos de ésta

-seguro”


Mi padre vino ayer del trabajo entusiasmado hablándonos de sus amigos que habían dejado Irpin o Kiev después de que tal cosa o tal otra explotara… “me he reencontrado con muchos viejos amigos” decía muy contento.


Durante los dos paseos que he dado en mi pueblo estos días, he ido mirando  con mucha atención los feos y aburridos edificios, y su apariencia me conforta. Hay un horrible edificio público con los cristales de las ventanas rotos que nadie ha arreglado porque no hay dinero. Cielo gris. Un viejo tanque soviético a modo de monumento cerca del río. Parece que la guerra haya llegado hasta aquí. Y no creo que la guerra pueda empeorarlo mucho. Todo tiene ya una pinta horrorosa. De repente los motivos por los que siempre mis compatriotas han despotricado de nuestra ciudad (no hay nada aquí, literalmente) se han convertido en una ventaja. No hay nada que bombardear, así que no hay nada que temer. Sería mejor si mi familia viviera en una pequeña casa. No me siento segura en un edificio de cuatro pisos. Pero estoy feliz de haber nacido y de vivir en una provincia tan gris, a relativa distancia de Rusia y de la bendita civilización, al contrario que la gente de Bucha, Irpin, Kharkiv, Kyiv, Okhtyrka, Sumy, Mariupol, etc.


Saludos cordiales,

Lina




Tomé esta foto el 7 de marzo. En 2014 apareció escrito en esta pared "Putin khuylo", Putin es un capullo, y más tarde lo borraron. Ahora lo han escrito otra vez





(TEXTO ORIGINAL)


In the last two days I finally managed to get out of the digital world of my phone and out of my flat. I answered almost all my foreign and Ukrainian friends how I was and how they could help. I finally managed to talk to my two school teachers (who are also my best friends) by phone about how the war would look like in our town judging from the Second World War and about their perception of today's war (they have many relatives and friends in Russia, so it was especially informative). I also managed to have a bitter written WhatsApp discussion with my best Italian friend about the cancellation of Dostoyevsky seminar at an Italian university. Both conversations were my most painful and perplexing experience since the war started. It is so strange that personal opinions hurt me so much deeper than the general situation. Nevertheless these red spots on the map of Ukraine showing the Russian military presence also hurt like real bloodying sores.


Anyway, I had a pretext to leave my flat and to get my eyes off my mobile phone, because a friend of mine who is hiding from war some dozen kilometres from my town, asked me to buy a back up cat food for her two cats. I made friends with this dance teacher shortly before the war started. We had tried to comfort each other after dance classes in Kyiv centre that there would be no war, hugged each other and then ended up escaping it and staying several dozens kilometres from each other. Accidentally. Now we are asking each other every day in Telegram: "is it quiet at your place?" and it feels so good.


People were walking around the town and buying staff. In every shop you could hear something like: "Are you going to deliver more carrots tomorrow? - I don't know, we deliver as long as we can. But I cannot promise anything." "Before the war" (i.e. before February, 24, 2022, but let's be honest, the war started 2014) onions cost 8 UAH/kg and now they cost 18 UAH/kg and at some places 40 UAH/kg. Very few shops have credit card terminals, but you can transfer money with your mobile phone app to the bank card of shop owners almost in every shop. SMS informs the shop owner almost immediately that money arrived and then you can take your carrots or onions. So you can still survive without cash, as opposed to Berlin;)


As for ugly war phenomena, they are also not missing: A milk farm provided free milk for people, but some persons decided to take some and sell it afterwards. Now this milk farm is selling milk for 5 UAH. We also got free eggs from an egg farm. My father refused for half an hour to go and take some, because to his mind, these eggs were meant "for poor hungry people". But as literally everybody took them, there was plenty of them and nobody could guarantee us that we would have money or food in the next time, he finally followed my advice and took some eggs. To be fair, now I eat much better than in Kyiv, because my mother is cooking a lot. In Kyiv during last months, I couldn't even manage to buy food at supermarkets, because of work and plenty of dance classes.


At the shop with food for pets, I got to know that people were still buying brushes and other staff for their pets in spite of the fact that "it was not the right time for that" as one of the buyers expressed her thoughts loud deciding if she should buy a brush for her dog. 

Now I have back up cat food for my friend from Kyiv. It feels peculiar to me, because my parents never gave special food to our cats. Today I risked to lose it, because my cat sniffed it and managed to open the cabinet where I have hidden it. It feels so nice that now my friend and her boyfriend have a pretext to visit me: I have back up cat food for their cats.


I was surprised to see that flowers were sold at several places as I walked back home. I was even more surprised that people actually bought them, in spite of all the uncertainty. International Women's Day is deeply rooted in Ukrainian conscience, despite the fact that many criticize it as a Soviet "heritage". Especially in dull provinces: I am sure, people will never do without it. I also was surprised that it started to snow. Before the war it was getting warm and I had thought that spring was irreversible.


Near my house I saw my father's friend with a gun. Although I recently changed my attitude to weapons and now I regard them as prerequisite for peace and means of saving human rights and lives, the sight of a gun made me feel uncomfortable. I noticed that while walking through our main street, I looked at all men like potential defenders and tried to appreciate visually their strength and health. I also smiled more to people and people smiled more to me than before the war. In my little town we rarely smiled before, unless we saw close friends. These smiles seem to me like small dialogues "We are in shit, aren't we? We'll get through it!" - "Sure".


My father came home after work and enthusiastically told us about the stories of his friends who just left Irpin or Kyiv how this or that exploded..."I met so many old friends," - he said with joy.


During my two walks in my town these days I looked attentively at all the dull and horribly looking buildings and their appearance comforted me. There is also one old public building with broken window glasses which nobody renovated, because there is no money. Grey sky. An old Soviet tank as a monument near the river. It seems like the war has already been there. And I don't think that this war can make it much worse. Everything already looks horrible. Also, the reason why my compatriots always complained about our town (there is literally nothing here), suddenly became our advantage. There is almost nothing to bomb, so there is nothing to fear. It would still be better, if my family lived in a small house. I don't feel safe in a four-storey building...But I am so happy to be born and live in this dull province in a relatively big distance from both Russia and civilization "blessings", as opposed to people from Bucha, Irpin, Kharkiv, Kyiv, Okhtyrka, Sumy, Mariupol, etc.



Kind regards

Lina



My pictures in the attachment:


1. Flowers sold in my town. I also got one from my parents today

2. I shot this picture on March 7th. In 2014 “Putin khuylo” (Putin is a dickhead) appeared on this wall, which was afterwards removed. Now you can see it again

miércoles, 9 de marzo de 2022

Una historia de opresión (Diario de guerra I)

COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK

(english below)


“Do you hear the people sing?

singing a song of angry men

it is a music of a people

who will not be slaves again”


Los Miserables


Habla de coraje, de miedo, de dolor, del más profundo deseo de vivir en paz pero no a cualquier precio; habla desde el caos, desde su corazón de ucraniana valiente. Lina es amiga mía, nos conocimos en Berlín hace 10 años y nos hicimos amigas pese a la diferencia de edad existente entre nosotras. Me llamó mucho la atención su madurez, y el hecho de que tuviera un C1 en alemán que para mí ya es motivo de admiración. Hemos mantenido desde entonces el contacto por internet, y al estallar esta guerra Lina empezó a escribir un diario cuya lectura me ha conmovido profundamente. Ayer le propuse traducir sus textos al español y colgarlos en el blog para que puedan llegar a lectores y amigos hispanohablantes, y ella aceptó encantada, agradecida como la maravillosa persona que es. Aquí tenéis la voz de Lina, aquí tenéis la voz de Ucrania. Por favor, escuchadla.



UNA HISTORIA DE OPRESIÓN


Día 11 de la guerra y por fin puedo respirar sin un insoportable peso en el corazón. Es la primera noche que no sufro alucinaciones (he de admitirlo, a veces también me pasa en periodos de mucho estrés en tiempos de paz) y que no siento que el pánico me arrastra a una muerte lenta (esto no me había pasado nunca). Las noches anteriores había soñado que, leyendo varios canales y chats de Telegram y Facebook, todo el mundo comenzaba a entrar en pánico y escribía que habría bombardeos por todas partes. De vez en cuando gritaba en sueños a mis padres “por favor, echaos al suelo y cubríos” “¿no deberíamos bajar al refugio?” “¿estamos seguros en el pasillo, con lo finas que son las paredes?”… al despertar me sentía culpable por haber propagado el pánico. Por suerte, mis padres han resultado ser más resilientes, y apenas les han afectado mis gritos de desesperación.


Durante esas horas yo sentía el pánico, el miedo y el dolor de todos y cada uno de los ucranianos, de todos a la vez. Y lo empeoraba el pensamiento de que ese pánico nos lleva a la derrota y a la muerte. Sólo entonces me llegaba otro tipo de sueño, carente de sentimientos, para despertar por la mañana y ser capaz de reunir donaciones para el ejército, redactar y compartir mensajes políticos en redes sociales (si es que eso ayuda…), comprobar cómo se encuentran los amigos que están en zonas peligrosas, y todo eso.


Durante estos días apenas me separo del teléfono. Mientras como, sigo leyendo y enviando mensajes. Leo y envío mientras mis padres me hablan, así que no escucho una sola palabra de lo que me dicen, siempre tienen que repetirme las cosas al menos tres veces. Y ese ruido de fondo me pone nerviosa e irritable. En especial cuando oigo la pregunta “¿es que te has vuelto loca?” no quiero perder tiempo explicando qué es lo que estoy haciendo y por qué me enfado. Cuando intento hacer un paréntesis me siento mejor. A veces me las apaño para dar tres sorbos seguidos a mi café sin mirar el teléfono. Y puedo comer durante dos minutos sin mirar el teléfono. Oigo una de cada seis frases que me dicen mis padres.


Anteayer leí que si te sientes culpable por estar en un lugar seguro, deberías tratar de ayudar a quienes tienes más cerca, ayudar a nuestro ejército y difundir información en las redes sociales. Por cualquier nadería estoy sin hacer caso a mis seres queridos, e imaginando que si pido por las redes sociales a los gobiernos europeos que nos envíen armas para salvar más vidas, puede que me escuchan y nos envíen al menos otro avión más para evitar al menos otro bombardeo más. Sin embargo, es normal sentirse relativamente culpable. Mi amiga de Kiev, que está en una parte de la ciudad más o menos protegida, se siente culpable por estar “segura” porque no se encuentra en medio de los ataques rusos.


No me siento culpable en absoluto, sólo trato de llegar a todo el que pueda llegar. Vale, un poco culpable sí me siento, porque el sitio donde estoy es tranquilo. Pero me alegro de estar en Ucrania esta vez. En 2013, cuando empezó el Maidan y la guerra en el este, yo estaba en Berlín. Empezaba mi master tras haber recibido una generosa beca.


Aún recuerdo las dudas que me asaltaban acerca de si debía dejar todo aquello y volver a Ucrania, y luchar por la libertad de mi país. Pensé seriamente en alistarme como voluntaria para ir a las regiones de Donetsk y Luhansk. Mis padres me convencieron de que no lo hiciera, y yo tampoco tenía a nadie que pudiera explicarme como organizarlo, donde ir, etc. Así que me quedé en Berlín. Estuve allí un total de seis años con pequeñas estancias en Bruselas y Estrasburgo. Y luego de alguna manera volví a Ucrania, a una vida asentada en la que no me planteaba hacer las maletas y marcharme a otro país. La última vez que quise irme fue en junio de 2021. Después de eso volví a sentirme muy feliz aquí, y el descubrimiento del baile hop cambió completamente mi percepción de mí misma y de mi vida. Pero ésa es otra historia.


Ahora me parece una locura haber querido alistarme a los 23 años. Hoy en día ni se me ocurre, sé que no estoy preparada para ello, físicamente en primer lugar. Por suerte, hay muchas formas de luchar.


Si te estás preguntando de donde sacan su coraje los ucranianos, nuestra historia puede darte la respuesta. Recuerdo cómo me fascinaba aprender en la escuela la historia de los valientes cosacos, que lucharon por la independencia de Ucrania frente a Polonia y Rusia en el siglo XVII, y antes frente al imperio otomano. Recuerdo que me preguntaba por qué el imperio ruso odiaba la lengua y cultura ucranianas en el siglo XIX en tal medida, que promulgó leyes para prohibirlas y persiguió a los escritores ucranianos. Sentí mucha tristeza al saber que Stalin asesinó a los mejores escritores e intelectuales de Ucrania en 1930, en lo que llamó “Renacimiento fusilado”. Lloré cuando escuché los testimonios de los supervivientes del Holodomor, la gran hambruna ucraniana también provocada por Stalin.


Me imaginaba como debieron sentirse los ucranianos durante y después de la Segunda Guerra Mundial, al ver a la Unión Soviética perseguir igual que a traidores a quienes habían sido capturados por los nazis. Tengo en mente la imagen de Kiev siendo bombardeada ante mis ojos en 2008, mientras durante mi primer año de estudios leía acerca del conflicto ruso-ucraniano a causa de la isla de Tusla en 2001, y las declaraciones de políticos rusos diciendo que Ucrania no era un estado.


Nuestra historia es una historia de opresión. En 1991 conseguimos la Independencia de Ucrania. Luchamos mucho por ella. Podéis estar seguros de que no nos rendiremos.


Saludos cordiales.

Lina Zalitok 



(TEXTO ORIGINAL) 


***History of Oppression***


On the 11th day of war I finally feel like I can breathe fully without hardly bearable heaviness in my heart. It is my first night when I didn't have hallucinations (I must admit, I also had them during stressful periods in peaceful time) and didn't feel crawling panic which feels like a slow death (I never felt anything like this before). All the previous nights I had dreams that I was reading various Telegram and Facebook channels and chats where everybody started to panic and wrote that there was going to be bombing everywhere. From time to time I cried out in sleep to my parents who were also sleeping "Please lie down on the floor and cover yourselves", "Are you sure that we shouldn't go to a bomb shelter now?", "Are you sure the window glass won't hurt us if there is a shelling?", "Is our corridor the right place to hide, are the walls thick enough?"... After I woke up I felt guilty that I was spreading panic. Fortunately, my parents turned out to be more resilient and weren't even affected by my desperate cries. 


During these hours it seemed to me that I felt the panic, fear and pain of every single Ukrainian, of all the Ukrainians altogether. It was worsened by the thought that this panic was our sure way to defeat and death. Then I would fall asleep in a different kind of sleep, without any feelings and later in the morning I would start to numb myself with gathering donations for the army, trying to formulate and share some important political messages on social media (if it helps?), checking on my friends in dangerous places, and so on.


All these days I am glued to my mobile phone and hardly put it aside. I continue to text and read while eating. I continue to text and read while my parents are talking to me so mostly I don't hear a word what they are saying. They always have to repeat everything at least three times. And this constant background talking is making me nervous and irritated. Especially when I hear a question "Did you get crazy?". I didn't want lose time to explain what I was doing and was just getting angry. Now as I am trying to give myself a pause, it is getting better. I sometimes manage to do three sips of coffee without looking at my phone. And I can eat for 2 minutes without looking at my phone. I hear one sentence out of six sentences that my parents are saying to me.


The day before yesterday, I read that if you feel guilty being in security you should try to help your closest ones, then the territorial defence and then maybe try to spread some information on social media. For whatever reason I totally ignore my closest ones and fancy that if I ask on social media European governments to send us lethal weapons in order to save more lives, I will be heard and maybe they would send at least one more aircraft to stop at least one bombing.. Feeling guilty is a relative feeling though. My friend in Kyiv who is now in the part of the city where there is relatively little shelling, feels guilty being "secure" as she is not in the place where the army is.


I don't feel guilty at all. I just try to do whatever I can and reach everybody I can reach. Ok, I feel a little bit guilty, because the place where I am, is still quiet. But I am so happy that this time I am in Ukraine. In contrast to 2013, when at the start of Maidan and the war in the East of Ukraine, I turned out to be in Berlin. I was just starting my master studies after I received a generous EU scholarship.


I still remember my unconfident hesitations and doubts if I should leave it all and go back to Ukraine and fight for its freedom. I seriously thought about going as a volunteer to Donetsk and Luhansk regions. My parents talked me out if it and I didn't have any friends or people who would explain me how to organise that, where I should go, etc. So I stayed in Berlin. Altogether some six years with some intermissions in Brussels and Strasbourg. And then I somehow unexpectedly turned out to stay in Ukraine and even built up some kind of settled life without planning to pack my bag and leave again for another country. Last time I wanted to leave was in June 2021. Afrer that I finally felt happy where I was as the discovery of Lindy hop dancing totally changed my perception of me and my life. But that's a different story.


Now I feel it was pretty crazy of 23 years-old me to think I should go to the front back then in 2014. I am not even thinking about it now as I know that I am totally unprepared for such mission, first of all physically unprepared. Fortunately, there is a lot of different kinds of fighting.


If you are foreigner and ask yourself where Ukrainians have their courage from, our history will give you the answers. I remember how fascinating it was to read at school about brave Cossacks who fought for Ukrainian independence from Poland and Russia in the 17th century and before, against Osman empire. I remember how I wondered reading my schoolbook of history, why the Russian empire hated Ukrainian language and culture in the 19th century so much, prohibited it with laws and prosecuted Ukrainian writers. I was sad reading how Stalin killed the best Ukrainian writers and culture activists in 1930s, the so called Executed Renaissance. I was crying as I heard the testimonies of people who survived the great famine Holodomor, also organised by Stalin.


I imagined how Ukrainians felt during the Second World War and after its end, as the people who were captives of Nazis were persecuted by Soviet Union as traitors. Finally, I had a clear picture of Kyiv being bombed before my eyes in 2008 as during my first student year I read about the Russian-Ukrainian conflict because if island Tusla in 2001 and the statements of Russian politicians that Ukraine was not a state. 


Our history is a history of oppression. 1991 we achieved the Independence of Ukraine. We fought hard for it. So be sure, we won't give it back.


Kind regards

Lina Zalitok












El agua, el pescado, el salmón (Canadá salvaje IV)


Gastronomía canadiense


Recién aterrizada y reunida ya con el resto del grupo, un conductor nos lleva hasta el hotel en Toronto y durante el trayecto nos da un sabio consejo: disfrutad de la comida canadiense, no me vayáis a comer al MacDonalds por el amor de Dios. Es un consejo que yo suelo seguir al pie de la letra aunque nadie me lo dé, pero en Canadá es imprescindible, aquí se crían unas carnes y unos pescados que no se ven ni se comen en otra parte del mundo.


Más de la mitad de este país es agua dulce entre ríos y lagos, así que los salmones silvestres son una de las mejores delicias para osos y humanos. El salmón salvaje canadiense tiene una carne de color más claro que el que comemos en Europa, es menos brillante, se derrite en la boca y tiene un sabor suave y exquisito. Además lo suelen cocinar con alguna salsa y acompañado de patatas con mantequilla y verduras, lo mejor de lo mejor.



Comiendo búfalo

Además de comer en varias ocasiones langostas, deliciosas y en el menú del día, tuve ocasión de degustar un delicioso plato compuesto por carne de búfalo, puré de zanahoria y compota de arándanos. La carne guisada en una salsa oscura recordaba a la carrillera, de sabor fuerte y muy tierna, a la vez que los arándanos le daban un toque de lo más original, y muy canadiense.


Otra noche me fui a cenar sola en Otawa. El guía nos había recomendado dos restaurantes, uno de carne y otro de pescado, y yo elegí el de pescado que se encontraba más cerca del hotel y siendo de noche me apetecía más que la carne. Cuando me trajeron la carta fue gracioso, porque al estar en inglés no conocía casi ningún pescado, así que tiré de google translate… y me quedé igual que estaba. El problema no es que estuviera en inglés, es que ninguno de esos pescados se comen en España y los nombres en español tampoco me sonaban de nada, así no había otra que arriesgarse. Y acerté, comí una especie de trucha blanca acompañada de un vinito canadiense, una delicia. Luego disfruté de un paseo en la fresca y limpia noche de Otawa, la ciudad que más me gustó de toda Canadá.



Langosta de primero

Desayunar fresas es un lujo que pocas veces me puedo permitir, más que nada por pereza de ponerme a limpiar y cortar fresas recién levantada, pero la verdad es que me encanta y en los hoteles canadienses suele haber fresas en el desayuno, así que no me he privado de ellas ni un solo día. Pero no, no penséis que todo ha sido comida sana, porque los crepes con mantequilla de arce también suelen estar disponibles y tampoco les he hecho ascos, por no hablar de las tortitas recién hechas. En fin, que aquí se come de categoría, y con alto valor calórico para hacer frente al duro invierno. Eso lo pude constatar en nuestro almuerzo de leñadores, nos llevaron a una típica cabaña donde se alojaban los leñadores en temporada de trabajo, y el almuerzo os lo podéis imaginar… pero por si alguien no se lo imagina, aquí está el menú:


-sopa de legumbres

-jamón asado

-patatas al horno

-pastel de carne

-torreznos

-flan salado

-tarta de arándanos



Tortitas con sirope,
 y un poco de fruta para disimular

y lo mejor de todo, como acompañamiento durante toda la comida, vamos, lo que aquí en España te ponen unos cacahuetes y unas olivas, allí era pan aliñado con sirope de arce. Sí, con esa miel espesa y tremendamente dulce, por si se quedaba el menú corto de calorías. Así cortaban luego los árboles con ese frenesí, no sé si con la invención de la sierra eléctrica cambiarían el menú o qué.


Y para terminar hablemos de las poutine, que no son señoritas de vida alegre como por su nombre podrían parecer, sino patatas fritas, pero que allí se toman estilo pizza. Es decir, te pides el plato de poutine, eliges una salsa y uno o varios acompañantes y te sirven una fuente enorme de patatas fritas, aderezadas con lo que hayas pedido, por ejemplo salsa de setas, bacon, pimientos y brocoli. Algo así.





Pequeña aldea


Las lenguas indígenas canadienses nos proporcionan algún que otro nombre que hoy resulta de lo más curioso, como por ejemplo el propio Canadá que significa “pequeña aldea”. Sí, un país de 10 millones de km cuadrados, que se dice pronto. También tenemos Saguenay, “donde sale el agua”; Chicoutimi, “las aguas profundas” y Quebec, “la parte estrecha del río” ya que que “sólo” mide 800 metros de ancho en la ciudad, y la parte ancha, la desembocadura, llega a medir 40 kilómetros. Pequeña aldea, pero a lo grande.


Éste es un país rebosante de agua dulce, lleno de lagos y riachuelos casi siempre helados, pero que en verano te dan la oportunidad de hacer un recorrido en barca por las mil islas de Rockport, que en realidad son más de 3000. Algunas son diminutas pero la gente edifica allí sus casas, o sea, una casa que ocupa casi toda una isla, con un embarcadero en la puerta para salir a hacer la compra en barca. Yo me quiero ir a vivir ahí. Por cierto de Rockport, el puerto de las mil islas que vivía de la pesca hasta que llegó el turismo, se dice que ha pasado de ser un pueblo de pescadores con problemas de bebida a un pueblo de bebedores con problemas de pesca. No conocí a ningún pescador ni a ningún bebedor la mañana que estuvimos allí, pero creo que me habría encantado.


Una casita en las mil islas

Entre las experiencias acuáticas que se viven en Canadá, no puede faltar la visita a las cataratas del Niágara. El río Niágara es la frontera entre EEUU y Canadá, y en las cataratas, sus aguas se llenan de visitantes provenientes de ambos lados. Para que no haya confusiones y para que los turistas no se mojen una vez dentro, en la parte canadiense te dan un impermeable rojo, y en la parte estadounidense un impermeable azul, lo que hace que desde arriba se vean los barcos llenos de pitufos, cada barco de su color. Así se aseguran de que nadie cruce la frontera ilegalmente.


Las cataratas son impresionantes y el barco se acerca muchísimo. Yo decido no hacer fotos ni video y disfrutar de la experiencia y hago bien, porque una vez que el barco se mete en la catarata lo envuelve todo una niebla húmeda y no se ve absolutamente nada. Rodeada de turistas móvil en mano, yo disfruto de sentirme parte de toda esa agua, como si fuera una gota más. Hace muchos años, cuando tocaba en la banda de mi pueblo, interpretamos el Tannhausser de Wagner y tuve exactamente la misma sensación, estar metida dentro de algo que me rodea y me absorbe completamente, aunque en aquel caso era música. Música, agua, qué más da.


La catarata grande del Niágara, vista desde la torre cercana

El guía nos recomienda que bajemos otra vez de noche a ver las cataratas iluminadas con luces de colores, pero sólo hasta cierta hora, porque luego las apagan. Y una piensa que lo que apagan son las luces pero no, lo que apagan son las cataratas. Por la noche, unos diques desvían el agua para hacerla llegar a las poblaciones vecinas. Una gran idea para aprovechar el agua dulce, pero un poco decepcionante para quienes hemos creído sentir unas horas antes todo el poder de la inmensa e indomable naturaleza.


Junto a las cataratas, hay una pequeña ciudad creada exclusivamente para el turismo, llena de restaurantes, hoteles y locales de ocio en general. Pelín artificial para mi gusto, la verdad, pero en ella pude visitar también una antigua farmacia, una botica donde venden hierbas, remedios caseros, jabones artesanos y esas cosas. El boticario era un hombre mayor, en consonancia con la tienda, y estuvimos un buen rato conversando, hablando de los remedios medicinales que usaban los nativos, y como se han adaptado y conviven con la medicina occidental que llegó de Europa. 


En el río Picauba tuvimos una experiencia casi mística, de las que a mí me gustan. Para llegar allí hay unos 100 km de autopista, unos 20 de carretera rural completamente desierta y unos 15 minutos andando, vamos, que está como se suele decir en el culo del mundo. Pero allí llegamos el grupo de intrépidos y después del paseo por el bosque y de probar la trampa para osos, nos dimos una vuelta en canoa. Pocas veces he sentido una sensación de absoluta soledad tan agradable. Íbamos todos en una canoa grande, en la proa el guía y yo, y en la popa la guía que nos acompañaba en esa excursión y que nos hacía de timonel. Todos teníamos una pala para remar, y al ir sentados por parejas uno remaba por babor y otro por estribor. Yo al empezar, intenté sincronizar mis movimientos con el guía, mi pareja de asiento, pero el tío llevaba unos bríos que no había quien le siguiera en la cuestión rematoria sin perder el aliento en pocos minutos, así que decidí ir a mi aire y coger mi propia velocidad de crucero, un ritmo que pudiera mantener durante toda la excursión sin agotarme. Lo conseguí y eso me permitió disfrutar a tope de la experiencia. Qué soledad, qué maravilla. Sólo se oía el ruido del agua y de los pajaritos, ningún coche en kilómetros a la redonda, una sensación de recargarte las pilas a tope, me hubiera quedado allí a vivir. Y eso mismo debió pensar algún castor, porque estos maestros de la arquitectura silvestre construyen allí sus casas, en las orillas de los ríos. Sus casas son auténticos edificios donde viven familias de castores, y el río les proporciona alimento y refugio. El castor es el animal representativo de Canadá, debido a su fuerza y perseverancia.



Escudo de Canadá

Otra de las excursiones que hicimos fue en barco para ver ballenas. Las vimos, vaya que si las vimos. Las ballenas suelen adentrarse en la bahía para comer, y si es buena época hay bastantes. La gente en el barco está expectante, y cuando aparece la primera ballena y alguien da la voz de alarma, todo el mundo se apelotona en las ventanas a ese lado para verla bien; el truco es, en ese momento, ir al otro lado y coger un buen asiento junto a la ventana porque te vas a hartar de ver ballenas, que aparecen a ambos lados. Mi desagrado a las multitudes apelotonadas me permitió descubrirlo.


Por si había alguna duda de lo importante que es el agua en este país, en su escudo de armas aparece una cinta con la leyenda “A mari usque ad mare”, de mar a mar.




domingo, 7 de noviembre de 2021

Mi ahijado, los cinco y yo

Ana, Dick, Julian, Jorge y Tim, Los Cinco

Hace unos días, en el Club de Lectura para Damas Selectas del que soy miembro (sí, habéis leído bien, Club de Lectura para Damas Selectas, ¿qué pasa?) salió el tema de los libros que han marcado nuestras vidas. Yo me quedé pensando y en unos segundos lo tuve claro: la colección “Las aventuras de Los Cinco” escrita por Enid Blyton. Esos libros hicieron que me lanzara de cabeza al maravilloso vicio de la lectura y me convirtieron en la lectora ávida, voraz e insaciable que soy ahora mismo. Por supuesto tenía toda la colección y los leía una y otra vez, no dejé de hacerlo hasta que fui ya bastante mayor y los relegué al trastero de mis padres.


Los Cinco no fueron mi primera lectura, pero son el primer recuerdo que tengo de libros que me hicieran vibrar, que me emocionaran tanto que no pudiera parar de leer. De hecho, era bastante habitual que empezara uno de los libros y lo terminara de una tacada aunque ya lo hubiera leído antes y me supiera de memoria el final: no podía parar y cuando no se puede, no se puede. Os podéis imaginar la de broncas que me he llevado por estar cenando con el bocadillo en una mano y el libro de Los Cinco en la otra; por estar leyendo sin haber acabado los deberes, por quedarme hasta las tantas leyendo en la cama con la luz encendida. Y de las dioptrías ni hablemos, cuando llevaba tres o cuatro mis padres capitularon y me pusieron en la cabecera de la cama una lámpara potente porque no había manera de que no leyera por la noche, y sin una buena luz estaba perdiendo vista rápidamente. Mis padres se han ganado el cielo conmigo, de verdad, y los pobres nunca consiguieron que dejara de leer como una bestia.


Pues bien hace un tiempo mi ahijado, que es el hijo mayor de nuestra querida Mustang Sally, descubrió la colección de Los Cinco y quedó tan fascinado por ella como yo en su día. Cuando su madre me dijo que iba tomando prestados los libros uno a uno de la biblioteca, recordé mi vieja colección y decidí regalársela; mi madre y yo subimos al trastero, bajamos los libros, les quitamos el polvo, los metimos en una bolsa enorme y un día se los llevé en plan sorpresa a mi ahijado. Su reacción fue maravillosa: abrió la bolsa, vio su contenido, gritó “¡¡todos los libros de Los Cinco, gracias, gracias!!” y me abrazó. Aquel abrazo se convirtió en un momento de lo más emocionante, no sólo porque mi ahijado es un niño adorable y le quiero con locura, también porque estábamos compartiendo algo mucho más trascendente que unos libros. 



Aún es muy joven, pero espero que algún día entienda cuánto has de querer a una persona para regalarle tu más preciado tesoro infantil con la satisfacción que supone dejarlo en mejores manos que las tuyas. En el momento de ese abrazo supe que mi ahijado, al igual que había hecho yo treintaytantos años antes, también iba a meterse en ese pasadizo bajo el mar a buscar el tesoro con un acojone respetable, pero con no menos valor y ganas de seguir; también sentiría el frío de la niebla en el cerro de los contrabandistas; también se enfrentaría a sus secuestradores, y siendo más listo que ellos sería capaz de enviar un mensaje con trampa para desenmascararlos; también viviría una y otra vez esos veranos inolvidables y llenos de aventuras… esas vivencias no tienen precio, y el hecho de tener un ahijado digno de compartirlas es una de las mejores cosas que me han pasado nunca.


Ahora mis Cinco están en el hogar de Mustang Sally y en el corazón del maravilloso niño que compartimos. Quién me iba a decir que tantos años después mis libros de la infancia aún iban a procurarme otro momento de gran felicidad: saber que existe en mi vida una personita leyéndolos con la misma pasión que los leí yo en su día. Y eso es ser una lectora y una madrina muy, pero que muy afortunada.

domingo, 3 de octubre de 2021

El novio de Barbi


Ayer me leí el minilibro titulado “Machismo” escrito por Barbijaputa, una de las más exaltadas defensoras del feminismo que podemos ver en los medios de comunicación. Debo decir que pese a que soy muy crítica con el feminismo institucional, hay muchas cosas en las que tiene razón y no seré yo quien se la quite, pero por lo demás el libro es lo de siempre: quejarse dramáticamente del machismo, todo es machismo y si pasa una mosca pues es micromachismo. 

Pero no era mi intención hablar del minilibro, sino hablar del novio de Barbijaputa. La susodicha afirma que es heterosexual y tiene pareja, y claro, una piensa enseguida en ese pobre hombre que tiene que convivir con ella y sus variados conceptos de machismo, no sé yo esa criatura como puede dormir por las noches. Porque imaginemos que va la pareja a cenar al bar del barrio y cuando llegan ¿qué hace? ¿abre la puerta y cede el paso a Barbi o entra primero él? si cede el paso está siendo paternalista y si entra primero está dejando a la mujer en segundo lugar, en ambos casos violencia machista de manual según Barbijaputa. 

¿Tienen una cuenta de banco conjunta? si él gana más dinero es necesariamente cómplice de la brecha salarial que oprime a las mujeres, y si gana menos está dejando que su mujer cargue con la mayor responsabilidad económica, mientras él se mantiene cómodamente en su papel de macho relajado. 

Imagino que comparten las labores del hogar, pero ¿exactamente al 50%? porque si al final del día ella ha hecho el 50´00001 % y él el 49´99999 % recibirá una tremenda bronca de su pareja y un sermón a lo Fidel Castro recordándole que ella no es su esclava y que las tareas de casa deben ser compartidas en plena igualdad. 

Ya que las denuncias falsas no existen, según Barbijaputa, supongo que estará tranquilísimo y ni se le pasará por la cabeza que tras una discusión, su mujer pueda ir a una comisaría y decir “me ha maltratado psicológicamente”, lo que conllevaría de inmediato su detención, estigmatización como maltratador, imposibilidad de ver a los hijos, orden de alejamiento, etc. Ninguna mujer, siempre según Barbi, es capaz de hacer algo así, no hay de qué preocuparse. Aunque yo me lo imagino como Mafalda, abriendo los ojos de repente en plena noche y pensando “mmm…¿seguro?” 

¿Cómo serán sus momentos íntimos? si toma la iniciativa está utilizando el cuerpo de la mujer para satisfacer sus instintos, y si no la toma está expresando de manera implícita que el hecho de no tener un cuerpo normativo hace que las mujeres sean menos deseables. Por supuesto que no se le ocurra entrar en casa, abrazar a su pareja y darle un beso si ella no ha expresado antes su consentimiento con un rotundo “SÍ”. Porque sólo sí es sí, no vale que ella le reciba en picardías con una sonrisa cómplice, ni que le diga “ven p´acá moreno, que te vi a comé hasta´l apellido”, no, no funciona así. El maromo ha de acercarse a ella con un acta notarial en la que ponga: “Estimada Sra. Japuta, ¿consiente usted en tener relaciones sexuales conmigo en los próximos minutos?” y ella ha de contestar SÍ por escrito y firmar, o el tipo será culpable de haberla tocado en contra de su voluntad y Barbi correrá a la comisaría a formalizar una denuncia por violación. El acta habrá de irse firmando en intervalos de 10 segundos, no sea que Barbi cambie de opinión, él no tenga telepatía para adivinarlo, ella no diga que no quiere seguir (porque no le da la gana decirlo y tiene derecho a permanecer en silencio) y él se convierta de golpe en culpable de terrorismo machista, mientras el pobre hombre piensa inocentemente que sólo está echando un polvo con su novia. 

Y así un día, y otro, y otro… un sinvivir. Angelico, se está ganando el cielo.