miércoles, 24 de agosto de 2016

Mi noche comunista (Por fin, Israel VIII)

VIII
Mi noche comunista
Tenía muchas ganas de visitar el kibutz que estaba programado en el viaje, porque aunque en Ayalon ya había tomado contacto con la forma de vida de los kibutz, quería indagar más sobre el tema y era la ocasión perfecta. El kibutz es otra de las magníficas ideas israelíes para solucionar problemas al instante, y el problema era de aúpa: acoger en un país diminuto a los miles de refugiados judíos que fueron expulsados o consiguieron huir de los países árabes, después de la guerra de la independencia israelí en 1948. Ahí es nada.

Sé que me meto mucho con los palestinos y quisiera aclarar que a nivel personal no tengo ningún problema con ninguno de ellos, pero es que como pueblo las diferencias con los judíos son tan notorias que es imposible no resaltarlas. Los refugiados palestinos tienen 56 países hermanos en religión a los que acudir, tienen la simpatía del mundo entero, tienen los millones y millones que les regala la ONU mediante una agencia de refugiados para ellos solitos, tienen privilegios que no tiene ningún otro refugiado del mundo, tienen ONGs que claman constantemente por ellos y por sus derechos, tienen el apoyo del petrodólar  y con todo eso, setenta años después siguen hacinados en campos repartidos por distintos países de cuya nacionalidad reniegan, siguen reproduciéndose con mucha afición pero sin hacer ninguna otra cosa más, siguen llorando al mundo su desgracia y siguen reclamando una tierra que nunca fue suya y que otros han hecho florecer. Los judíos pasaron de la ONU y del mundo, inventaron el kibutz y se acabó el problema. Vamos, es que no hay color…

Bailando en un kibutz

El kibutz es el comunismo puro y duro, la manera más eficaz de alojar y procurar manutención a un grupo grande de personas que llegan sin nada. La organización es perfecta, no hay propiedad privada de edificios ni de terreno, todo es de todos, el trabajo es común y los beneficios también. La escuela, la sinagoga, la biblioteca, el comedor, la lavandería, el centro de atención médica, los vehículos, todo son servicios comunes y gratuitos para todos los miembros. A cada nueva familia se le asigna una casa, que pueden pintar y decorar a su gusto pero no reformar; los jóvenes estudian allí hasta la secundaria y luego van a la universidad; es voluntario quedarse después a trabajar en el kibutz o hacer vida independiente, y siempre se puede volver a visitar a los familiares. De mi visita al kibutz me impresionó especialmente la lavandería, que es un reflejo exacto de cómo funciona la vida comunitaria. La entrada da a un pequeño pasillo cuya pared derecha es un casillero enorme, abierto a los dos lados, y en cada casilla debe depositarse un tipo de prenda tal y como está indicado: sábanas, ropa blanca, algodón, ropa deportiva, etc. Los empleados de la lavandería recogen cada mañana las prendas del casillero, las lavan y planchan según sus características y al final de la jornada las depositan en un segundo casillero, clasificadas no según el tipo de prenda sino por números. Cada familia tiene asignado un número que está bordado en todas y cada una de sus prendas, de manera que en cualquier momento pueden recoger su ropa, limpia y planchada, del casillero que les corresponde. Una idea tan sencilla ahorra muchísimo trabajo y energía, abaratando por lo tanto en buena medida el coste de vida. Y así más o menos funciona todo, así fue como el diminuto Israel en guerra eterna se las apañó para acoger a los miles de judíos perseguidos que llegaron de los países árabes, de Rusia, de Etiopía, de cualquier parte, y además darles un trabajo, una manutención, una educación y una vida digna.

En un principio la idea era que cada kibutz fuera autosuficiente para proveer de servicios a su población, que podía estar compuesta por más de mil familias, así que gran parte del trabajo se dedicaba a la agricultura y producción de lácteos. Cuando la situación se estabilizó un poco se pensó en vender el excedente de productos y tener así algunos ingresos extra, que seguían siendo comunitarios. Poco a poco el kibutz fue perdiendo su espíritu comunista y hoy en día muchos de los servicios están privatizados (por ejemplo, el hotel donde dormimos es una empresa privada), se contrata a trabajadores externos para algunas tareas y en general se ha perdido esa urgencia por sobrevivir y ha pasado a primar el espíritu comercial, que también es algo muy judío. Pero aún así se mantiene la vida en comunidad con una organización absolutamente democrática, en un entorno seguro con delincuencia cero donde se trabaja, se estudia, se reza y se celebran fiestas siempre en compañía, como una gran familia.

España-Israel
España e Israel, le pese a quien le pese, siempre han sido y serán dos países hermanos. Nuestro pasado judío y su pasado sefardí son una herencia histórica y cultural que compartimos y que nos enriquece mutuamente. Hay relaciones diplomáticas entre ambos países desde hace treinta años, y pese a los boicoteadores y demás ignorantes antisemitas, en España se respeta a los judíos y se valora mucho a Israel. Hace algo más de un año se aprobó una ley para conceder la nacionalidad española a todos aquellos descendientes de judíos sefardíes que lo soliciten, y nuestro rey Felipe VI (soy fan, lo sabéis, soy muy fan de Felipe VI) les elogió ampliamente en su discurso, recordó la gran injusticia que fue echar de aquí a sus antepasados, y les agradeció su contribución a lo que hoy es España.

Españoles e israelíes estamos habitualmente en el pódium de muchas competiciones deportivas, y nos hemos enfrentado en muchísimas ocasiones con sana y fraternal rivalidad. Actualmente mantenemos un mano a mano emocionantísimo en gimnasia rítmica por equipos, con permiso de los países del Europa del este. Nos alternamos oros, platas y bronces, pero lo cierto es que los equipos de ambos países son potencias en este deporte y están siempre en los primeros puestos de la competición internacional. Muertecita de ganas estoy ya de ver lo que pasa en los Juegos Olímpicos de Río este verano.

España e Israel, en el pódium de rítmica

Pero el no va más, el duelo hispano-israelí más intenso y feroz que se ha vivido nunca no sucedió en un campo deportivo, sino en el Festival de Eurovisión de 1979, en una final de infarto no apta para eurovisivos cardíacos.

(PEQUEÑO INCISO: como sé que me lee gente de Latinoamérica, voy a dedicar un par de líneas a explicar cómo funcionan las puntuaciones en el Festival de Eurovisión, los europeos os podéis saltar este párrafo. Aunque ahora han cambiado algo las cosas, en aquella época un jurado de cada país participante otorgaba entre 1 y 12 puntos a sus canciones favoritas, exceptuando la del país propio. Con la particularidad eso sí, de que el 11 y el 9 no existían no sé por qué, la máxima puntuación era 12 y las siguientes inferiores eran 10 y 8. El día de la Gala, después de la actuación de todos los participantes, se conectaba en directo con cada uno de los países, cuyo portavoz iba recitando las puntuaciones del jurado, y los presentadores confirmaban la votación repitiendo cada asignación de puntos en inglés y en francés. Quién no recuerda aquellos míticos “yunaited kindom ten poins; guayominí de puá”… la expectación  era máxima, se iban sumando los puntos y en un panel, casi manual en aquella época, se iba viendo los puntos que acumulaba cada país. Al final como es lógico, ganaba el que más puntos conseguía después de todas las votaciones)



Aquella tarde de mayo de 1979, nuestra Betty Missiego con el tema “Su canción” y el grupo israelí “Milk and Honey" con el tema “Aleluya”, se destacaron desde el principio con respecto a los demás participantes. Los 10 y 12 puntos que daban los países votantes, o bien iban a Israel o bien iban a España con muy pocas excepciones, así que la batalla estaba servida. España se adelantaba unos puntos, el siguiente país puntuaba alto a Israel; Israel se adelantaba, dos países seguidos puntuaban más a España, con lo que España se situaba a la cabeza. Los israelíes jugaban en casa puesto que el año anterior habían ganado el Festival, así que tenían el apoyo del público, pero España se lo estaba poniendo muy difícil. Los cámaras enfocaban alternativamente a los cantantes de ambos países que no podían disimular su emoción, mientras los eurofans cara a la tele nos mordíamos las uñas de los nervios. Y quiso el sorteo que el último país en otorgar sus puntos fuese España, que iba a la cabeza en ese momento superando a Israel en un punto, pero no podía votarse a sí misma. El resultado del Festival dependía de que nuestro jurado votara o no a Israel, todo podía aún pasar y todo dependía de esa votación final. Qué nervios, por favor. El portavoz español comienza a recitar las puntuaciones… Portugal, Italia, Dinamarca, Mónaco, Grecia y Alemania reciben sus puntos desde España, mientras Israel no aparece por ninguna parte… la situación es de infarto, el ganador del Festival de Eurovisión va a ser quien el jurado español decida. Y entonces sucede…“ISRAEL DIX POINTS, ISRAEL TEN POINTS”… bueno, bueno, el auditorio se vino abajo, la cámara enfocó a los cantantes israelíes que abrían una botella de champán, y  mientras todo el conjunto español aplaudía a sus rivales, los eurofans en la patria íbera nos quedamos de lo más decepcionados. Snif. Les dimos el triunfo en bandeja, cual penalti en el último minuto. Snif, snif. 


(por favor, al ver este vídeo saltaos la horrorosa y larga presentación. De nada.)

Decepciones aparte, la verdad es que las dos canciones eran preciosas y cualquiera merecía el triunfo, mira que habremos cantado veces la traducción española de ese   magnífico “Aleluya”. Pasado el disgusto inicial, los españoles nos tomamos muy deportivamente la derrota y Betty Missiego se hizo famosísima, unos meses después estuvo cenando en un bar al lado de donde yo veraneaba entonces, se corrió la voz y la pobre tuvo que interrumpir su cena para firmar autógrafos a los diez o doce canijos que nos acercamos corriendo a verla y a saludarla.

Y ése fue, señoras y señores, el mayor enfrentamiento entre españoles e israelíes del que se tiene constancia en toda la historia. Terminó con la victoria de Israel, pero los representantes de ambos países dejaron muy altos sus respectivos pabellones. España nunca mejoró ese segundo puesto, mientras que Israel hubo de esperar diecinueve años para celebrar otra victoria en Eurovisión, la de Dana Internacional en 1998.

De arquitectos y arqueólogos
Me gusta la arquitectura. Me gusta como arte, como testigo de la historia. Tengo un hermano arquitecto al que escucho con deleite cada vez que habla de su profesión, y como es de esperar nuestro guía Claudio, también arquitecto, me ha hecho disfrutar muchísimo con sus explicaciones cuando hemos visitado alguna construcción peculiar, y creedme que en Israel las hay para dar y vender.

Hay que fijarse bien, el suelo está en el aire
En Cafarnaún vemos las ruinas de lo que se supone que fue la casa de Pedro, una casa que en su momento debió ser bastante lujosa y sobre la cual se construyó después una hermosísima iglesia octogonal, de estilo bizantino, que tiene la particularidad de estar suspendida en el aire. Se apoya en una columna en cada una de sus ocho esquinas y el suelo forma una especie de bóveda al revés, debajo de la cual están las ruinas que se pueden ver a través de una claraboya en el piso, en el centro de la iglesia. Otra preciosa iglesia, también octogonal y también de estilo bizantino, se encuentra en el Monte de las Bienaventuranzas, donde Jesucristo pronunció el llamado Sermón de la Montaña (“Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos… etc”). Esta diminuta iglesia es una belleza por dentro, pero además se encuentra en un entorno privilegiado, en la cima del monte y rodeada de un precioso jardín, a cargo de unas monjas franciscanas que lo tienen como oro en paño, y no es para menos.

El Monte de las Bienaventuranzas
San Juan de Acre se encuentra en la costa norte de Israel, y llegar allí causa impresión porque ya no visitamos una iglesia, sino toda una ciudad construida por los cristianos caballeros hospitalarios y destinada a su protección, aprovisionamiento y descanso mientras intentaban reconquistar Tierra Santa. Allí se mezcla la fe con el espíritu bélico, una de las mezclas más curiosas y casi siempre destructivas que se han dado a lo largo de la historia. La ciudadela vista desde fuera impresiona, pero su parte subterránea lo hace aún más, está perfectamente construida para ser fresca y acogedora y proporcionar a la vez túneles de huida en caso de ataque. Es una de las visitas más interesantes arquitectónicamente, también una de las más largas y de las que más he disfrutado.

Interior de la fortaleza de San Juan de Acre

Nazaret, Basílica de la Anuciación
En Nazaret visitamos la Basílica de la Anunciación, construida en el lugar donde se encontraba el pozo al que las muchachas de la antigua Nazaret acudían para extraer agua. Allí se supone que el arcángel Gabriel se apareció a la Virgen María y le anunció que daría a luz al hijo de Dios. Muy sorprendida se quedó la joven María, de quince años, que afirmaba pese a estar prometida a José no haber conocido aún varón (en el sentido bíblico, se entiende). Gabriel le dijo algo así como “no te preocupes, que ha sido el Espíritu Santo. Dios está contigo y tu futuro marido lo entenderá” y parece ser que así fue. La peculiaridad del divino embarazo de María ha dado pie casi dos milenios después a muchas y divertidas anécdotas en la España de nuestras abuelitas, porque se ve que había mozas muy conocedoras de varón o varones varios, que aún así se aferraban a su virtud y a su abultado vientre afirmando que ellas "pordios jamás enlavida", que era el Espíritu Santo haciendo de las suyas como con la Virgen María, un milagro, un milagro. Pero vamos, al contrario que con San José que por algo era santo el hombre, lo de estas vírgenes purísimas y preñadísimas no solía colar, y el travieso espíritu resultaba ser un maromo de lo más terrenal… aunque ellas lo intentaban por si acaso, oye, por intentar salvar la virtud que no quede.

Lo que queda de los manuscritos

Y de la arquitectura podemos pasar a la arqueología, que también la hay abundantemente en Israel, aunque sólo reseñaré lo que seguro todo el mundo conoce: los manuscritos del Mar Muerto, los famosos pergaminos hallados por un pastor en unas ánforas, que recorrieron medio mundo y pasaron por un montón de manos antes de que alguien se diera cuenta de su valor arqueológico e histórico. Aún están a medio descifrar porque de los pobres apenas han quedado retalitos, pero las especulaciones sobre ellos ya han hecho correr ríos de tinta porque se supone que hablan de la verdadera vida de Jesucristo, y que ésta tiene muy poco que ver con lo que nos ha contado la Iglesia Católica. La polémica está servida.

Dos sorpresas valencianas
La primera me la encuentro entrando a Jerusalén en coche, cuando el guía me lleva al hotel después de haber visitado toda la zona cercana a Tel Aviv. De repente veo algo que me resulta conocido pero que no consigo identificar, y le pregunto al guía qué es. “Es un puente -me responde- por ahí arriba pasa el tranvía de Jerusalén. Por cierto, creo que lo diseñó un arquitecto español”. Y entonces caigo, claro. Están en todas partes… quién iba a pensar que hasta en Jerusalén había estado el amigo Calatrava haciendo sus puentes y sus cosas.

Inconfundible 
La segunda sorpresa me la descubre Susana, la otra española de mi grupo. En el recinto de la Basílica de Nazaret, rodeando todo el patio, hay imágenes de la virgen traídas de todas partes del mundo. Estoy admirándome y sorprendiéndome frente a una virgen china con su niño Jesús chino, cuando llega Susana y me dice “al final de todo hay algo que te va a gustar”. No se me ocurre nada que me pueda gustar más que la virgen china, pero voy viendo todas las imágenes y entre las últimas me encuentro ésta. Olé la millor terreta del món. (“Olé la mejor tierra del mundo”, lo decimos mucho los valencianos por supuesto refiriéndonos a nuestra propia tierra, modestia aparte.)


martes, 21 de junio de 2016

Un poco de historia palestina (Por fin, Israel VII)

VII
Un poco de historia palestina

La antigua provincia romana de Palestina era después de la Segunda Guerra Mundial un protectorado británico, y la ONU decidió en 1948 dividir ese territorio en dos estados, uno para los judíos y otro para los árabes, ya que en ese momento estaba habitado por ambos pueblos. No se invadió ningún país, ni se quitó nada a nadie para formar esos dos estados, si acaso a Gran Bretaña. Tantos años después sigue sin haber acuerdo acerca de si fue justa o no esa decisión de la ONU: los judíos recibieron más territorio teniendo menos población, aunque gran parte del territorio que recibieron era un desierto; no existía antes de 1948 un solo estado judío en el mundo, mientras que ya había 56 estados musulmanes; los judíos tenían y tienen fuertes vínculos históricos con Palestina, la tierra donde nació su religión y que está llena de muestras arqueológicas y arquitectónicas vinculadas al judaísmo; por otra parte los musulmanes de Palestina llevaban allí generaciones desde la conquista por parte del califa Omar en el siglo VII, y aquella también era su tierra. 

No existe una medida objetiva para decidir si fue justo o no el reparto y seguramente ningún reparto hubiera satisfecho al 100% a unos y a otros, pero se trataba de que los judíos tuvieran un lugar donde sentirse seguros después de las persecuciones que habían sufrido por parte de los nazis, y también de que ambos pueblos convivieran en paz, lo más sensato parecía tirar por la calle de en medio y que todo el mundo hiciera concesiones. Los judíos las hicieron, aceptaron la resolución de la ONU y proclamaron el Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948. Los árabes no las hicieron y declararon la guerra a Israel al día siguiente. Los musulmanes palestinos querían tener su propio estado, pero se negaban a que los judíos palestinos tuvieran ese mismo derecho así que convencieron a sus vecinos árabes para iniciar una guerra con la que conseguirían por fin “echar a los judíos al mar”. Los muertos, heridos y desplazados a continuación fueron consecuencia de esa guerra y esas tragedias, como en todas las guerras, sucedieron en AMBOS BANDOS. Miles de judíos fueron expulsados de los países árabes y acogidos por Israel; muchos árabes también fueron expulsados durante la guerra del territorio israelí, pero la gran mayoría se marchó “voluntariamente”. Aconsejados, muy mal aconsejados por sus líderes, salieron de allí esperando que los árabes ganaran la guerra en pocos días, y poder volver entonces a sus casas. “Salid de allí, vuestros hermanos árabes os acogerán, vamos a bombardear y en pocos días acabaremos con los judíos y podréis volver” clamaban Husseini y compañía. 

Husseini, líder palestino, con su amigo del alma, Adolf Hitler.
Así que entre los musulmanes hubo división de opiniones y consecuentemente de acciones: unos, los más listos, se quedaron donde estaban; otros, los más combativos, los que nunca aceptarían un estado judío ni hipotéticamente, los que se habían distinguido en los ataques a judíos durante todo el siglo XX, fueron expulsados; otros, los más confiados, los que creyeron en quienes debían protegerles, salieron por su propia voluntad y se dedicaron a vagar por ahí sin rumbo, porque sus “hermanos árabes“ jordanos en vez de acogerlos los masacraron, sus “hermanos árabes” sirios los masacraron otra vez, y al final quienes les acogieron fueron los pobres cristianos libaneses que bien caro pagaron su osadía y su buena voluntad… pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión ;-) (discúlpame Michael Ende, si alguna vez gano un euro escribiendo este blog te pagaré derechos de autor por haber utilizado tu famosa frase). 

Israel, un país-bebé con apenas siete horas de vida, sin ejército, sin gobierno, sin nada, se las apañó ¡oh sorpresa! para ganar la guerra a sus cinco vecinos árabes que luchaban todos a una contra él, junto a los árabes palestinos. Inciso para quitarme el sombrero y reconocer que los israelíes son la leche, ya sólo por haber ganado esa guerra en esas condiciones se merecen un país y un premio. El mapa quedó más o menos como lo había planeado la ONU, exceptuando que no se constituyó ningún nuevo estado árabe y lo que hoy se conoce como “territorios palestinos” fue invadido por Egipto (franja de Gaza) y Jordania (Margen oriental y Jerusalén este) sin que ningún palestino musulmán protestara por ello, ni por supuesto reclamara en esos territorios una patria milenaria inexistente; se limitaron durante un tiempo a ser  egipcios y jordanos, árabes al fin y al cabo y ya está. Hasta que en 1964, uno de mis hijosdeputa favoritos, Yasser Arafat, creó junto a sus secuaces la organización terrorista OLP, Organización para la Liberación de Palestina, con la sana intención de, una vez más, exterminar a los judíos y reclamar toda Palestina incluyendo lo que ya era Israel desde hacía 16 años, como patria musulmana. Por primera vez los musulmanes se adjudicaron para sí mismos y únicamente para sí mismos, el gentilicio “palestino” excluyendo a los palestinos judíos, cristianos y pertenecientes a otras minorías religiosas. 

Atentado de la OLP en una escuela israelí, 1974. 22 niños y 4 adultos muertos
Como militarmente seguían siendo bastante inútiles, se dedicaron al terrorismo salvaje; entre bomba en colegio y bomba en autobús, la OLP se atribuía la propiedad de la Palestina milenaria y musulmana de toda la vida (según ellos), inventaba de vez en cuando algún argumento histórico que demostraba definitivamente sus tesis (según ellos); y seguía ignorando con su habitual desfachatez que allí hubo judíos, cristianos, politeístas, ateos, etc, siglos antes de que apareciera un musulmán.

Nótese que Israel en aquel momento no había “ocupado” un solo centímetro cuadrado de los territorios palestinos y aún sin ocupación, sin muros y sin nada, la OLP machacaba a la población civil israelí a base de atentados terroristas en suelo de Israel. Bomba en un restaurante, bomba en una sinagoga. Nótese también que cada vez que Arafat vociferaba y escupía al mundo clamando por el derecho de los palestinos musulmanes a tener un estado propio, estaba negando ese mismo derecho a los palestinos judíos y por supuesto a todos los judíos en general.

Los sionistas, que no son ni todos los judíos ni todos los israelíes, en realidad piensan lo mismo que Arafat y sus secuaces pero al revés. Ellos creen que Samaria, Judea y Gaza deben formar parte de Israel como estado judío; los arafatianos creen que Israel junto con Samaria, Judea y Gaza, deben formar una hipotética Palestina musulmana. ¿Quién tiene razón?

El terrorismo de la OLP llevó a las guerras, las guerras llevaron a la “ocupación” israelí (PARÉNTESIS ACLARATORIO: “ocupación israelí” quiere decir que los árabes en 1967 fueron a por lana y salieron trasquilados. Declararon la guerra una vez más para acabar con los judíos y los judíos ganaron la guerra una vez más, y como en toda guerra conquistaron territorios a Jordania, Egipto y Siria, no a un presunto estado palestino que nunca existió, y esos territorios pasaron a ser parte de Israel y empezaron a vivir judíos en ellos junto con los musulmanes que ya estaban allí y a los que nunca se exterminó ni nada parecido. De hecho, siguen allí. FIN DEL PARÉNTESIS), la ocupación llevó a que Israel aumentara sus acciones militares contra el terrorismo, las acciones militares llevaron a que los terroristas cambiaran bombas por cuchillos y más o menos así andamos hasta el día de hoy.

En los territorios
Y hoy he estado en los territorios palestinos, toda una experiencia. Para empezar hemos tenido que cambiar de guía, nuestro Claudio no tiene permitido entrar en el territorio palestino a trabajar de guía turístico, así que se ha quedado en Jerusalén y nos ha guiado la visita la señorita de la que ya hablé en otro post largo y tendido, no me repito más.
Por aquí se entra a la Basílica. Glups.
La Basílica de la Natividad me ha decepcionado un poco. Aglomeración para entrar; aglomeración en el puesto de las velas bendecidas por el que, como bien sabe nuestra guía palestina, hay que pasar obligatoriamente; más aglomeración para bajar a la cueva donde se supone que nació Jesucristo y resulta que cuando llegas es diminuta, no puedes estar más que unos segundos y por supuesto no se parece en nada a un pesebre, ni a un portal, ni nada, es una estrella de metal sobre un suelo de mármol. Y ya está, luego te llevan a comprar más souvenirs. Nada que ver con el Santo Sepulcro ni cualquier otro de los lugares que me han emocionado por aquí. Mucho más interesante y dentro de la misma Basílica, es la Cripta de San Jerónimo, que al menos es una cripta de verdad con paredes y techo de tierra, donde se supone que el santo ayunó y meditó, y todas esas cosas que hacen los santos. Pero he bajado allí de casualidad, porque he visto bajar a uno de mis compañeros de grupo y le he seguido, mientras nuestra guía se quedaba arriba hablando por los codos con otro guía de otro grupo y pasaba de nosotros. Al final ha bajado para decirnos que se hacía tarde y que saliéramos ya. Un crack, la chavala.

Para terminar de flipar con esta extraña Basílica, me ha llamado la atención un cuadro bastante grande cerca de la entrada, en cuya reseña ponía esto:

Imitación floja
si algún experto en arte tiene a bien explicármelo, se lo agradeceré.

Además la zona cercana a la Basílica está llena de vendedores ambulantes de lo más pesados, que desde que bajas del autobús te asaltan intentando venderte souvenirs a cual más cutre, te acosan, te siguen; si les dices que no, te ofrecen lo mismo por menos dinero; si les vuelves a decir que no, te ofrecen en vez de un mechero/rosario/estampita, tres por el mismo precio… vamos, unos pelmas de mucho cuidado. Y si se te ocurre comprarles algo te ofrecen otra cosa, te vuelven a perseguir, te lo piden por favor, te insisten, los tienes detrás todo el rato. Entiendo que viven de eso y tienen que vender, pero es que a mí esa actitud me pone de lo más nerviosa, no lo puedo evitar, así que he estado bastante incómoda hasta que he subido al autobús. Porque hasta la puerta del autobús ha llegado un tipo intentando venderle a alguien del grupo un pack de veinte rosarios de plástico made in China. Barato barato.

Panorámica de la Belén actual
Siento decirlo, pero Belén es una ciudad muy fea. Sucia, caótica, cutre, con muchísimo tráfico en calles muy estrechas y con apenas señales o semáforos, donde la gente conduce de manera que da mucho miedo hasta verlos, y ni te cuento si se te acerca un coche a toda velocidad tambaleándose, aunque tú vayas por la acera. Y eso pasa bastante. Para salir de Belén hay checkpoint y se forma una cola enorme, ahí es donde  he visto por primera vez el muro.

El muro de la vergüenza
El primer muro no fue el de Belén, fue el de Gaza. Es ilegal, o como mínimo de dudosa legalidad, la ONU clamó en su contra, varios países denunciaron a Israel ante organismos internacionales, creo recordar que hubo un dictamen obligando a Israel a derribarlo cosa que el gobierno israelí por supuesto no hizo, así que nos podemos imaginar cómo se frotaron las manos los oenegistas propalestinos que encontraron un nuevo filón, junto con los asentamientos, para llenarse la boca diciendo que Israel es un estado asesino, genocida, que no respeta los derechos humanos, y tal, y tal, y tal… después del muro de Gaza vino el de Belén y está previsto que se construyan más. “¿Por qué hace esas maldades Netanyahu a los palestinos?” se preguntarán algunos. Pues bien, para empezar no las hace Netanyahu, Israel es una democracia y esas acciones las aprueba la Knesset, el Parlamento israelí donde también hay diputados árabes y musulmanes con derecho a voz y voto.

El muro, a la salida de Belén
Antes de construir el muro, en Israel morían unas 400 personas al año en atentados terroristas, en un país del tamaño de la Comunidad Valenciana. Recordemos que ETA en toda su historia ha matado en España a 829 personas, eso en Israel pasaba en sólo dos años teniendo una población siete veces menor, por hacernos una idea con los números.  Así a grosso modo, como si ETA hubiera estado matando en España a 2800 personas al año. Los palestinos llenaban mochilas con explosivos, o se ponían cinturones bomba, o se hacían con metralletas y cada dos por tres había una masacre en un restaurante, en un autobús, en un mercado, en la calle de cualquier ciudad israelí. Como es normal, el gobierno tenía que tomar medidas para extremar la seguridad y una de ellas fue el muro. Rodearon la franja de Gaza con un muro de unos tres metros de alto, que facilitaba la vigilancia de la frontera y dificultaba a los terroristas pasar a Israel sin que los soldados israelíes revisaran su “equipaje”. 

Soldados patrullando en la frontera de Gaza
Después se construyeron más muros en los puntos calientes de la frontera y como ya he dicho seguramente no serán los últimos. Desde la construcción del muro de Gaza, la media de personas muertas en atentados en Israel durante un año, bajó de 400 a 10. Sí, el muro de la vergüenza, esa “humillación” para los palestinos, esa falta de derechos humanos, ese genocidio (¿genocidio? ¿una pared? pues hay quien le llama así) esa ilegalidad manifiesta, salva la vida de 390 personas al año. Así que claro que Israel lo construyó, claro que no lo derribó cuando se lo ordenaron, y claro que seguirá construyendo muros y lo que haga falta, salvo que la ONU y los oenegistas propalestinos sean capaces de devolver la vida a esas 390 personas, o de impedir que las maten. Y no, no son capaces ni lo serán.

Por otra parte, de entre todas las voces que han clamado sin parar lo ilegal y abusivo que era el muro, no he oído a ninguna alzarse para clamar lo ilegal y abusivo que es detonar una bomba en un autobús o ametrallar a la gente en un mercado, hipocresía que como mínimo me sorprende. Claro está, los terroristas han cambiado de métodos, y mientras los gobiernos europeos pierden el resuello por reconocer en sus parlamentos al estado palestino, los gobernantes de dicho estado ahora se dedican a instruir a sus ciudadanos en el arte de tirar piedras y cockteles molotov, acuchillar judíos y atropellar a gente en las paradas de autobús. Como agravante, dicha instrucción se dirige muchas veces a niños pequeños que acuden a escuelas de la ONU, y se sufraga con el dinero de la ONU, o sea con nuestros impuestos.

Niño palestino ataviado de Hamás
Desde que en octubre de 2015 estalló la nueva ola de violencia, que algunos llaman la “tercera intifada” o la “intifada de los cuchillos” ha habido ya 41 personas asesinadas utilizando esos métodos. Por si alguien recuerda de la segunda intifada aquello de “Israel saca los tanques para enfrentarse a niños armados con piedras” debo aclarar que aquellas fotos de niños pequeños tirando chinitas a un tanque israelí eran muy simbólicas y muy útiles propagandísticamente, pero muy poco reales. En realidad los ataques con piedras suponen que palestinos ya creciditos, tiren piedras con honda tanto a soldados como a población civil. Piedras que pueden pesar un par de kilos, y que a la velocidad que les da la honda, a veces matan a gente. 
 
El gobierno israelí sigue dando respuesta a cada nuevo avance de los terroristas: los soldados registran y cachean a cualquiera que les resulte sospechoso en cualquier momento, algo en extremo humillante sobre todo para los palestinos armados y dispuestos a atentar, que sienten terriblemente vulnerados sus derechos humanos en cada cacheo y así lo expresan de vez en cuando con toda su desfachatez; en los sitios conflictivos puede haber detectores de metales y registros de bolso para todo el mundo, sospechoso o no; si alguien saca un cuchillo y apuñala a otra persona le pegan un tiro, preferentemente antes de que apuñale por segunda vez; y frente a los atropellos en paradas de autobús, se han colocado en algunas de ellas, sobre todo en barrios ortodoxos, pivotes que las rodean haciendo ineficaz un atropello masivo. 

Atropello terrorista en una parada de autobús
Claro, aquí vemos todo eso con nuestros comodones ojos occidentales y nos parece una barbaridad, injusto y desproporcionado, pero seguramente cambiaríamos de opinión si alguien apuñalara a nuestra madre en el supermercado, o asesinara a nuestro bebé de una pedrada. Por eso los ciudadanos israelíes, también los que son árabes y musulmanes, agradecen esas medidas y colaboran gustosamente con las fuerzas de seguridad. Y mientras los oenegistas despotrican, nadie se para a pensar la de cosas ilegales que pasan en los territorios palestinos: en lo ilegal que es un presunto estado gobernado por una organización terrorista, en lo ilegal que es adoctrinar a los niños para que se hagan estallar con un cinturón bomba, en lo ilegal que es lanzar constantemente cohetes a territorio israelí, en lo ilegal que es construir túneles con el objetivo de cometer actos terroristas, en lo ilegal que es casarse con niñas pequeñas y tirar a los gays desde las terrazas; y sobre todo nadie se para a pensar que los problemas políticos se solucionan en mesas de negociación, no matando a gente para quejarte de lo mal que vives y de lo injustamente que te trata el país vecino. Así que los tolerantes propalestinos siguen poniendo verde al gobierno de Israel y creyéndose que todos los palestinos son angelitos del cielo, incluidos los caraduras de los líderes que mantienen al pueblo en la pobreza y el analfabetismo, mientras ellos financian sus mansiones en Qatar con el dinero que reciben destinado a ayuda humanitaria.

Algunas de las víctimas del terrorismo palestino, desde octubre 2015

Apartheid
“Queridos palestinos,
permítanme aclarar algunas cosas. Ustedes no pueden reclamar un genocidio cuando su población se ha disparado. Ustedes no han pasado por lo que los indígenas americanos pasamos, nadie les ha obligado a hablar un idioma extranjero, ni a servir a Dios de una manera extraña, ni han robado sus lugares sagrados. De hecho, eso es más bien lo que ustedes han hecho, se han apropiado de lugares sagrados de otras religiones, obligaron a los habitantes indígenas de la región a hablar árabe y adorar a Dios como musulmanes.

Ustedes no han tenido una lucha por sus derechos civiles como los negros en Estados Unidos. Los negros en Estados Unidos no explotaron autobuses escolares o pizzerías llenas  de niños para poder lograr la igualdad de derechos. Ustedes no tienen que robar la historia de los demás. Ustedes robaron la identidad de lo que se conocía como "Palestino". Antes de la Segunda Guerra Mundial, ese término significaba "Judío en la Tierra Santa". Pero está bien, es un término colonialista, y estoy seguro de que mis amigos judíos no lo quieren. Ellos prefieren ser llamados judíos, hebreos, israelitas o israelíes, por lo que pueden tomar esa basura de término colonialista y dejarlos en paz.

¿Limpieza étnica? De ser así, ¿por qué hay 0% judíos en la zona controlada por la Autoridad Palestina y casi 2 millones de árabes en las zonas controladas por judíos? Creo que está claro quien es el que realmente hace limpieza étnica aquí.

¿Que ustedes mantienen la misma lucha del indígena americano contra el colonialismo de los colonos? Cualquier persona con una educación de 3er grado sabe que los árabes son, de hecho, los colonos que colonizaron la región en el siglo VII, matando y forzando a convertirse al islam a los pueblos indígenas de toda la región. Ustedes no son indígenas de estas tierras que tratan de reclamar. Repitan conmigo: "Los judíos son de Judea, los árabes son de Arabia". Pueden vivir allí, simplemente no opriman más a la gente.
Sin saludos cordiales,
Ryan Bellerose”


Carta original: http://en.cijnews.com/?p=5745

El texto anterior es una carta de un indígena norteamericano a los palestinos, en el link se puede ver el texto y la foto del firmante. En similares términos se expresa Kenneth Meshoe, miembro del parlamento sudafricano de raza negra, que vivió el apartheid y que se escandaliza, o igual se parte de risa,  cuando oye hablar de Israel como “estado que practica el apartheid”. Como bien dice el amigo Bellerose, los casi 2 millones de árabes israelíes tienen unas condiciones de vida y unos derechos que no tiene nadie en un país de mayoría islámica, ni siquiera los propios musulmanes.

Aunque claro está, no podemos negar que exista discriminación en territorio israelí y que haya quien no pueda entrar a determinados sitios debido a su etnia y/o religión… voy a poner un ejemplo:

Esta carretera lleva a una ciudad palestina. Entrar allí es peligroso para ciudadanos israelíes
.
Sin más comentarios

domingo, 5 de junio de 2016

Jerusalén, si te olvido (Por fin, Israel VI)

Jerusalén, si te olvido
 “Si me olvido de ti, ¡oh Jerusalén!, pierda mi diestra su destreza
péguese mi lengua al paladar si no me acuerdo de ti,
si no enaltezco a Jerusalén sobre mi supremo gozo”
del Libro de los Salmos, 137-5

El autor de este bello a canto a la ciudad de Jerusalén quizá no necesitaba atraer sobre sí mismo tantas desgracias en caso de olvido, porque quien ha pisado Jerusalén, quien ha puesto un pie sobre sus calles y ha respirado su aire, nunca la olvida. Jerusalén se mete dentro de ti y te la llevas contigo a partir de entonces allá donde vayas, en lo tocante a esta ciudad hay un antes y un después de vivirla. Es una ciudad con embrujo, con magia, que te enamora completamente.

Vista panorámica de Jerusalén


La vieja Jerusalén es un compendio de religiones, sectas, razas, vestimentas y opiniones para todos los gustos. Si algo se aprende o se debería aprender aquí, es el respeto a lo distinto. Un conocido la definió como “cosas viejas, mucha gente, 180 idiomas y todo productos chinos”, definición que da mucha risa pero es cierta. La ciudad amurallada está dividida en cuatro barrios: armenio, judío, musulmán y cristiano El barrio judío es el más pijo, el más limpio, donde las calles son más anchas y los comercios más selectos. Hay joyerías, tiendas de muebles carísimos, galerías de arte aún más caro y control policial para entrar. No es un barrio ultraortodoxo, está habitado por judíos normales y sus plazoletas son de una belleza exquisita. No circulan coches ni motos salvo vehículos de emergencia, y los habitantes tienen a su disposición un gran aparcamiento fuera de la muralla donde dejan sus coches. Por supuesto, los precios de las viviendas son prohibitivos.

El barrio más conocido es el árabe ya que allí se concentra prácticamente todo el turismo. ¿Por algún motivo en especial? Pues sí, porque discurre por él la Vía Dolorosa. Recordemos que la Vía Dolorosa es el camino que recorrió Jesucristo con la cruz a cuestas, que comienza en el Monasterio de la Flagelación y finaliza en la Basílica del Santo Sepulcro. O sea un sitio de lo más sagrado para el cristianismo en cuyo recorrido están indicadas las catorce estaciones del Via Crucis, muchas de ellas acompañadas además de una pequeña ermita dedicada al tema de la estación y normalmente visitable. Y eso en pleno zoco árabe, porque la estrechísima calle está llena a rebosar de comercios regentados por árabes que, cómo no, tienen gran parte de la mercancía en la calle donde también suelen estar ellos poniéndote delante pañuelos, bolsos, peluches, camisetas “recuerdo de Jerusalén”. Un vendedor cada cuatro pasos en una calle que no tiene más de dos metros de ancho, con la mitad de los tenderetes en el exterior y rebosante de turistas, vamos, que el nombre de “Via Crucis” está de lo más bien puesto. Mis disculpas Jesucristo, no he podido evitar el chiste malo. Para hacerlo más ameno los vendedores te hablan en catorce idiomas antes de acertar con el tuyo, para hacerlo más frívolo casi todo lo que venden es made in China, y para hacerlo más exótico es fácil ver soldados israelíes, en parejas o en grupos, patrullando por allí. La mezcla de todo es extraña e impactante.

En cuanto a la parte nueva de la ciudad, es la cosa más rara que he visto en mi vida y la peor urbanizada después de Benidorm. Tiene muchas zonas verdes, lo cual estaría muy bien si fueran transitables pero no lo son, son como una especie de barrancos y para cruzarlos hay que dar vueltas tremendas. No hay calles rectas como en Tel Aviv, aquí son todas circulares y enrevesadas, y muchas de ellas sin salida. Por supuesto la ciudad está llena de desniveles, así que poco aconsejable ir por ahí andando salvo que quieras hacer piernas y dar vueltas a base de bien. Alquilar un coche e ir por cuenta propia, sólo para aventureros audaces; el transporte público es pelín desastre y en cuanto a los taxistas, pues más vale negociar con ellos el precio antes de subir al taxi y con eso está todo dicho. Si a todo esto sumamos los atascos queda claro que lo mejor es apañártelas para que te lleven y te traigan a todas partes, ya sea algún alma caritativa o algún guía turístico, no importa.

Si las piedras hablaran
Quizá haya quien no lo crea, pero las piedras hablan, y tanto que hablan. Exceptuando la Rosetta y alguna más no hablan con palabras, pero hablan con silencios que son mucho más profundos y llegan más hondo.
El Kotel, más conocido como Muro de los Lamentos es un sitio donde la energía te inunda en cuanto te acercas, donde tu alma sale de su escondite y se muestra desnuda y sin tapujos. Es un sitio de otro mundo, de un mundo que desapareció hace casi dos mil años pero que pese a ello, perdura. El Muro es en realidad la única pared que queda del Segundo Templo, que fue destruido por los romanos en el año 70 d.C.

El Muro de los Lamentos
Si físicamente el Kotel es una pared de piedras viejas, espiritualmente es un imán de almas, un lugar lleno de deseos y plegarias donde la gente escribe sus oraciones dejando el papel entre los huecos de las piedras, y allí se quedan durante un tiempo esos trocitos del pensamiento más profundo de los visitantes. Me acerco al Muro y apoyo mi frente en él, es una sensación realmente intensa. Pese a que da el sol vespertino, la piedra está fresca y lo que te transmite es alivio, sanación y sobre todo paz, mucha paz. Ni tan siquiera se me saltan las lágrimas de tan intensa que es la serenidad que me invade al tocar esta piedra ancestral y al sentir que me habla con la voz de su silencio. De supervivencia, de fortaleza, de lo que no es ni será nunca destruido; el silencio hablante de este muro es toda una lección de vida. Hoy es sábado y eso hace esta visita doblemente especial, al no estar permitido tomar fotos en el día sagrado todo el mundo permanece en el más absoluto silencio y todo se escucha mejor, incluso lo que no se escucha. Todo se enlentece, todo se serena, todo se siente conectado; las mujeres rezan, la hiedra crece, las piedras hablan en el Muro de los Lamentos. No es fácil separar la frente de estas piedras, no es posible jamás separar de ellas tu alma.

Entrada a la cripta del Santo Sepulcro
Para los creyentes sería otro Dios con la misma emoción; para los agnósticos y ateos una manera diferente de vivir la espiritualidad, pero lo cierto es que el Santo Sepulcro provoca sensaciones muy parecidas al Muro de los Lamentos. El Santo Sepulcro es una tumba de mármol, donde según la tradición permaneció enterrado Jesucristo hasta su resurrección, y se encuentra en un cripta pequeñísima, dentro de la Basílica a la que da nombre. Para acceder hay que bajar por unas escaleras bastante empinadas y se puede permanecer allí unos momentos de rodillas, tocando o besando la piedra. Digo de rodillas porque la gente suele arrodillarse para poder acercarse al Sepulcro, y porque sólo los bajitos podríamos en cualquier caso permanecer de pie, el sitio es diminuto. Aunque las colas para entrar son kilométricas, lo que se siente allí abajo vale la pena la espera. Estar dentro de la tierra, sintiéndola como una madre protectora que ofrece a la vez frescor y calor reconfortante; acariciar una piedra blanca, pura y simbólica; sentir, independientemente de las creencias de uno, la energía única de un sitio realmente indescriptible. Te da un vuelco el corazón, te emocionas, te sientes la sangre correr por las venas, sales de allí con ganas de abrazar a todo el mundo, sales y te pones a abrazar a tus compañeros de viaje porque lo necesitas, porque algo te ha cambiado allí dentro y te ha hecho mejor persona.

En la Basílica del Santo Sepulcro se encuentra también la Piedra de la Unción, donde se preparó el cuerpo de Jesús para darle sepultura; y en la iglesia de Getsemaní veremos después la piedra donde lloró Jesús antes de ser prendido por los soldados romanos. Con ellas completamos en el día de hoy el grupo de piedras que nos han hablado como hablan las buenas piedras, sin palabras pero directas al corazón.

Un camello en el Monte de los Olivos
A priori la visita al Monte de los Olivos estaba en el aire, porque Claudio nos comentó que a veces había enfrentamientos entre árabes tirando piedras y soldados israelíes. Como estaba programada para el final del día, se decidió que si no había habido ningún incidente durante el día, haríamos la visita. No hubo incidentes y menos mal, porque nos habríamos quedado sin ver un sitio de lo más emotivo. El Monte está un par de kilómetros fuera de la ciudad y en alto, así que las vistas de Jerusalén desde allí son espectaculares. 

Los olivos
Y luego están los olivos, los olivos milenarios de la época de Jesucristo. En terapias florales el olivo se utiliza para tratar la debilidad física, y viéndolos se entiende perfectamente. Son árboles fuertes, inmensamente fuertes, duros e invencibles. No son nada rígidos, su tronco se extiende en recovecos de diversas formas, con sus nudos y con sus arrugas ancestrales, viejos y sabios. Las ramas del olivo transmiten la Paz y sus frutos son uno de los mejores alimentos que se conocen, absolutamente inseparable de la historia de la civilización mediterránea. Fortaleza, sabiduría, alimento, mediterráneo… me viene a la cabeza cuánto tiene en común el olivo con el pueblo de Israel.

Y estando yo así toda mística, en plena meditación sobre el simbolismo histórico de los olivos en la cultura de oriente medio, de repente me giro y veo un camello. O sea ¿un camello? foto pal feisbuc inmediatamente, qué hace aquí un camello, pordios. Pues resulta que el animalito es una atracción turística y por un módico precio puedes subirte y dar una vueltecilla, va ya equipado con manta, asiento y todo eso. Cuando el propietario me ha visto fotografiar al camello me ha dicho enseguida “señora, tú sube, tú sube, barato, barato”. He rehusado amablemente, yo no me subo ni loca en un bicho que medirá más de dos metros de alto, pero al poco rato he visto a una señora paseándose por allí encima del camello. Hay gente pa´ tó. Al menos el camellero no ha salido de casa en vano y algo de caja habrá hecho, mira, me alegro por él.

Y el camello

Era guapo el animalito y todo.

lunes, 16 de mayo de 2016

Pinceladas eurovisivas

Vamos a hacer un descansito en el relato del viaje a Israel y a hablar un poco del Festival de Eurovisión, que hace mucho que no hablamos. Un año o así.

El cañonazo 2016 sin ninguna duda es el húngaro Freddie. Lavirgen cómo está. Eso sí, encima del escenario va y resulta que es el tío más soso del planeta, no es ninguna maravilla cantando y se mueve como un elefante en una cristalería. Nos habíamos acostumbrado a los macizos tipo Sakis Rouvas y este chico… lo intenta, pero no. Vamos que no, ni de coña.

Freddie el húngaro, que se vea bien
Por cierto, hablando de macizos, hay un curioso fenómeno eurovisivo que me gustaría estudiar con más detalle desde el punto de vista psicológico, me planteo seriamente que sea el tema de mi futura tesis doctoral. No, los macizos no, el hecho de que en cada Festival hay siempre varios clones del ganador anterior. El año pasado se alzó con el triunfo Mans Zemerlow, así que este año hemos visto a porrillo solistas masculinos con look buenorro y canción pegadiza acompañada de proyecciones incluidas en la coreografía, aunque estadísticamente es más probable que gane algo totalmente diferente a lo del año anterior, como así ha sido. Voy a darle vueltas un poco, que al final me sale sola la tesis.

El premio al vestido más original y psicodélico va sin duda para la intérprete búlgara. Enhorabuena, chata.

La cantante búlgara
TVE para variar se ha lucido bien, muy en su estilo. Vayamos por partes:
  1. Esto no es nuevo ni es exclusivo de Eurovisión, pero los comentaristas españoles pronuncian de pena cualquier nombre que no sea español, y claro, en Eurovisión hay alguno que otro como era de esperar. Entre éstos y la comentarista de gimnasia-patinaje, hartita me tienen.
  2. Han hecho lo imposible. ¿Se acuerdan ustedes del anuncio de aquella bebida de cacao que “no se disuelve instantáneamente sino ¡mucho antes!” Pues los dos comentaristas del Festival han inventado la traducción no simultánea, sino ¡mucho antes! Daba gusto, oye, oírles traducir lo que decían los presentadores antes de que lo dijeran, y no fue una vez ni dos ni tres. La mare que va. Por otra parte los pobres suecos se curraron un montón de chistes, anécdotas y dobles sentidos que fueron totalmente aniquilados por los comentaristas españoles a base de ignorarlos o de traducirlos mal. Recomiendo fervientemente volver a ver el Festival sin comentarios, está en Youtube y vale la pena. https://www.youtube.com/watch?v=no1v1-2HZ6g
  3. Y el colmo de los colmos, meter con calzador el telecupón y privarnos del magnífico espectáculo del intermedio qué sólo pudo verse, o más bien intuirse, en un encuadre diminuto y sin sonido. Era más importante hacer publicidad de series y películas que próximamente emitirá nuestra televisión pública, a ver si nos las vamos a perder.

Mis canciones favoritas eran Australia, Austria, República Checa, Israel, Croacia e Italia, por ese orden. Por la que ganó no daba ni un duro y por la española tampoco, aunque he de reconocer que ambas intérpretes lo hicieron genial cada una en su estilo, lo que no me gustaba eran las canciones, ni la una ni la otra.

Y llegamos al polaco, que no se comió un torrao pero está dando que hablar a base de bien y por varias razones. La primera es “¿a quién me recuerda este chico? ¿a quién me recuerda?” Claro, al final caí, y hoy me encuentro esto en internet. No fui la única por lo visto ;-)


En su presentación lo más bonito que dijeron de él es que nunca había estudiado música. Ya estamos. Me fastidia que tenga la oportunidad de hacer música ante 150 millones de personas alguien que no ha estudiado música, con lo que nos ha costado y nos cuesta a quienes sí lo hacemos, pero lo que ya me revienta es que encima presuma de ello. Esa historia de que ser “músico de oído” siempre parezca ser más meritorio que 15 años de carrera me repatea, de verdad. Pese a ello he de reconocer que hay gente que tiene un don, que sin saber lo que es una clave de sol se ponen a hacer música y te dejan con la boca abierta. Me rindo ante esos talentos, me quito el sombrero y me pongo de rodillas frente a esa gente, que existe pese a ser el 0,01% de quienes dicen serlo. Y nuestro amigo polaco pertenece sin duda al 99,99% restante. Joer cómo desafinaba el tío, mi oído vulcaniano estuvo en tensión y diciendo “ay ay ay ay” desde que abrió la boca el chaval. Igual para otros eurofans no fue tan evidente pero mira, es lo que tiene haber estudiado música. Derrochaba personalidad, me gustó la puesta en escena, la canción era bonita y no tiene mala voz, pero tiene una voz que sonaba directamente desafinada, inestable, agreste, ruda, sin pulir, difícil de escuchar. Y todo eso se cura yendo a clases de canto, así que ya sabes Michal Szpak lo que tienes que hacer en tu próxima vida. O en ésta, que aún eres joven.

La australiana Dami Im
Australia ya participó el año pasado en el Festival, pero este año han enviado a la artillería pesada y no han ganado por los pelos, ahorrando a la organización un marrón de los buenos, porque aunque la televisión australiana puede participar a condición de renunciar a la organización del próximo Festival en caso de que ganara, a ver qué hacíamos. ¿Quién lo organiza? ¿por qué? ¿quién lo decide? Quita, quita, si eso que gane Ucrania y ya está porque vamos, el golazo de Ucrania en el último segundo gracias al nuevo sistema de votaciones a mí me sonó a que ya venía preparado de casa. Malpensada que es una. Por cierto, al polaco le habían dado 7 puntos en toda la noche los jurados profesionales, y gracias al voto del público subió de golpe 222 (que parece algo así como la tercera parte del anticristo), encumbrándose a la octava posición. Sin comentarios pero me hizo gracia eso de ser elevado a los altares eurovisivos únicamente por medio del apoyo popular, no me diréis que siendo un clon de quien es, no tuvo su chispa la cosa.

Y con esto y un bizcocho, mis queridos euronerds, hasta el año que viene en Kiev.




lunes, 9 de mayo de 2016

Sábado sabadete (Por fin Israel, V)

Sábado, sabadete
En el hotel de Tel Aviv, hay dos ascensores para subir a las habitaciones y me fijo en que en uno de ellos hay un cartelito que pone “ascensor shabat”. Shabat es el sábado, el día sagrado y dedicado al descanso por los judíos, pero francamente no sé qué tiene que ver con un ascensor. Hasta que lo averiguo. Resulta que antes de que Dios descansara el domingo, los judíos ya habían establecido un día semanal de descanso obligatorio  porque se ve que con lo trabajadores que son, si no les obligan no paran ni a dormir. La Torá lo dice bien clarito: “No ejecutaréis ninguna acción de trabajo en Shabat" (Éxodo 20;10).

Pero las prohibiciones del shabat no se limitan al trabajo y ya está, la ley judía las fue ampliando y especificando con el tiempo, de tal manera que hoy día si se sigue estrictamente la norma, un judío en sábado no puede hacer prácticamente nada. Una de las cosas más llamativas es que no se puede encender fuego (“No encenderéis fuego en Shabat” Éxodo 35;3) y diréis “¿quién va a encender una fogata hoy en día?” pues fogatas no, pero todos encendemos fuego para cocinar incluso con vitrocerámica, así que los sábados no hay cocina. Los alimentos se mantienen calientes si es posible desde el viernes (puede haber fuego encendido, lo que está prohibido es encenderlo el sábado) y lo que no se puede mantener caliente, se come frío.

Ascensor Sabbath
Además del encendido de fuego más o menos literal, con el avance de los tiempos la ley judía considera que tampoco se puede poner en marcha ningún aparato que funcione con electricidad y aquí es donde ya la hemos liado. Ni teléfonos, ni televisor, ni radio, ni coche, ni ordenadores, ni nada. En el desayuno del hotel las máquinas de café estaban apagadas el sábado y había termos con café hecho del día anterior, leche y agua caliente para las infusiones. La tostadora de pan también apagada y el resto del bufé todo frío. Y en cuanto al ascensor, pulsar alguno de sus botones se considera que es poner en marcha algo eléctrico, así que en shabat nada de nada. Pero claro lo de andar subiendo ocho y diez pisos por la escalera tampoco mola… aquí entra en acción el ingenio judío y a alguien se le ocurre lo del ascensor shabat, que es un ascensor funcionando con total normalidad de domingo a viernes, pero que se pone en modo automático el sábado. O sea tú no lo llamas, ya llegará, y cuando llega subes y no le tienes que marcar a qué piso vas, el ascensor va parando y abriendo las puertas en todos los pisos y tú te bajas en el que quieras. Igual tardas un rato en llegar pero ni subes escaleras ni le das al botón, así que estás respetando el shabat al dedillo ¡ABSOLUTAMENTE BRILLANTE!

Además el shabat se inaugura con un auténtico fiestón, algo que a los judíos les gusta tanto como a los españoles porque al igual que nosotros tienen fiestas para dar y regalar. La celebración del shabat comienza el viernes cuando se pone el sol, así que la cena del viernes es opípara, con toda la familia reunida (y hay que tener en cuenta que una familia judía puede estar compuesta por muuuuuucha gente) vestidos con sus mejores galas, cantando, bailando y celebrando hasta las tantas. No sé si en todas partes será igual, pero desde luego en mi hotel había un ambientazo impresionante el viernes por la noche, vaya tela la que liaron. Yo que viajo en estas fechas para huir de las fallas y va y me encuentro con una super fiesta en Jerusalén ¿será el karma valenciano que me castiga?

Humor judío
“Soy judío, ¿quieres comprobarlo?” Así sin más, es una frase muy inocente, pero cuando una la ve impresa en una prenda de ropa interior masculina… pues me partía de risa. En un tenderete de souvenirs en la calle, y aunque en la foto sea una camiseta yo la vi impresa en unos bóxer, que hicieron las delicias de las féminas de mi grupo. Lástima que ninguna teníamos un novio judío a quién regalárselos.

Soy judío ¿quieres comprobarlo?
El más que peculiar sentido del humor de los judíos y su gran capacidad para reírse de sí mismos son muy llamativos, y eso que en determinadas épocas de la historia no han tenido motivos para estar precisamente de buen humor. Siempre creí que el mayor exponente de esa ironía era Woody Allen, pero la verdad es que Claudio con sus chistes le ha hecho una buenísima competencia. Si un chiste de judíos puede ser de pésimo gusto en boca de alguien malintencionado (un neoconcejal del Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo) en boca de un judío siempre es agradable, chispeante y muy divertido.

En muchas comedias televisivas sobre todo americanas, podemos observar esas pinceladas de humor tan peculiares, supongo que debido a que la industria del cine y la televisión están llenas de judíos con ganas de hacer reír a los espectadores. Los fans de la "Teoría del Big Bang" y me refiero a la comedia televisiva, no a los sesudos estudios de Stephen Hawking, reconocerán de inmediato a la madre judía en el personaje de la madre de Wolowitz. Esa madre que pregunta “¿es que hoy no vas al cole?” a su hijo ingeniero y que sufre un soponcio cuando el niño le anuncia que está pensando en casarse con su novia, abandonando a su mamá, a la tierna edad de 27 años. El estereotipo de la sufrida y abnegada madre judía, en versión cómica da mucho juego.

Delicatessen
Lo malo de vivir en España es que aquí la comida es increíblemente buena, y los vinos en general también. Por una parte hay que cuidarse para que los michelines no aumenten de tamaño exponencialmente, y por otra cuando sales fuera pocas veces te satisface la comida de otros países.

Vino de Caná
En Israel no se come mal en absoluto, pero hay algunas cosas que me han resultado bastante curiosas. En realidad aquí se come una especie de dieta mediterránea aunque con algunas diferencias con respecto a la nuestra: por ejemplo la cantidad, calidad y variedad de verduras es espectacular, en el bufé de los hoteles hay siempre preparadas abundantes combinaciones de ellas tanto crudas como cocidas, con distintos condimentos y siempre deliciosas. Sin embargo cuesta encontrar una fruta medianamente apetecible. Hay manzanas pequeñas, verdes y muy ácidas; unas naranjas bastante sosas y escasas de jugo, nada que ver con las naranjas valencianas y poco más, alguna macedonia muy de vez en cuando y algún trocito de fruta en un pastel. Eso sí, de pasteles y dulces te puedes poner hasta arriba (el michelín, Zenia, el michelín) estilo árabe, estilo judío, estilo etíope, estilo anónimo, montones de dulces por todas partes.

Abundan en el desayuno los lácteos, sobre todo quesos frescos en gran variedad y al igual que las verduras con distintas condimentaciones tanto dulces como saladas. Eso sí, sólo en el desayuno, ya que en los almuerzos y cenas hay carne y los lácteos no se sirven en la misma comida que la carne según la alimentación kosher. También hay yogures caseros de distintos sabores y hay nata, mucha nata. Lo que parece una copa de yogur con frutas, es en realidad una copa de nata con frutas, así que cuidadín.

Cenita casera israelí. Nada kosher, ahora que lo veo
Me sorprende que con tanta costa mediterránea se coma poco pescado y el que se come no es ninguna maravilla, la verdad. Los israelíes parecen estar más concentrados en los hidratos de carbono: son capaces de poner en el mismo plato patatas, macarrones, arroz y humus, acompañado todo con un poco de carne en salsa. Y además servirlo con pan de pita, cuidadín de nuevo con esas calorías.

El delicioso humus se sirve en casi todas partes al igual que varias salsas, algunas de ellas picantes hasta decir basta que hicieron las delicias de nuestros compañeros del grupo mexicanos. Cuando comemos en Belén estoy sentada frente a Yolanda, Guadalupe y Juan Pablo, y soy la primera en probar una de las salsas que parece así como de tomatito. Madre mía, me arde la boca inmediatamente, me tengo que beber detrás un vaso entero de agua y advierto a todo el mundo “cuidado, que ésta pica muchísimo”. Claro, enseguida la prueban y Juan Pablo dice “esto en México no es picante” y yo mirándoles con cara de pez a los tres mientras se sirven salsa en abundancia sobre sus respectivas comidas.
-“me extraña que no tengáis una úlcera” -digo yo, flipando sin parar
-“bueno, estamos acostumbrados” -responde Guadalupe, mientras come tranquila su pescado, adobado con esa salsa infernal

Unos días después volverá a salir el tema cuando estemos en el autobús entrando en Tel Aviv desde el norte, y Claudio nos diga que tardaremos algo en llegar a los hoteles debido a que a esas horas hay atasco.
-“esto en México no es atasco” -oigo la voz de Juan Pablo unos asientos detrás de mí
-“ya, y la salsa tampoco es picante” -le respondo con buen humor y todos nos reímos

Qué país más peculiar, México, y que adorables sus habitantes. Espero poder ir a visitarlo algún día aunque tenga que llevar mi propia comida. O arriesgarme a una úlcera.

Con el vino me pasa igual que con la comida, son buenos los vinos israelíes pero acostumbrada a los riojas de aquí, pues me gustan pero no me maravillan. Aún así me gustaría llevarme algunas botellas pero no lo hago por lo que pesan y lo engorroso que es llevarlas en el avión. Únicamente cedo a la tentación en Caná de Galilea, donde se celebraron las bodas aquellas en las que según cuenta la Biblia Jesucristo convirtió el agua en vino, y además en un vino estupendo. Es imperdonable no comprar vino aquí y mientras me lo estoy pensando se acerca Jacobo, el chileno del grupo con el que ya he hablado de vino en alguna ocasión y me advierte de que en la tienda donde estamos hay botellas pequeñas de 375 ml, así que compro una y ya me quedo tranquila. Siguiendo otra de mis tradiciones viajeras, unos días después de regresar a España prepararé una deliciosa cena israelí con humus, pitas, ensaladas, kebab, etc. y compartiré esa botella con mi amigo Rober, el afortunado invitado a cenar en esta ocasión. Nos lo pasamos pipa hablando de las batallitas del viaje y estaba todo de lo más rico, el vino y la comida.

(Pequeño paréntesis en forma de chiste judío: “a estos judíos ya les vale, encuentran un tipo que sabe convertir el agua en vino y van los tíos y lo crucifican. Si es que…” ;-)

Por cierto, tampoco quería comprarme libros por la misma razón que el vino, pesan mucho en la maleta, pero no me pude resistir y acabé comprándome dos:
  1. De Iddo Netanyahu “Yoni´s last battle” (“La última batalla de Yoni”) sobre la vida de su hermano y el rescate de Entebbe. Me ha impresionado tanto y hay tantísimo que contar sobre ello que no digo nada ahora, habrá post al respecto.
  2. De Michael B. Oren “Six days of war” (“Seis días de guerra”) que como su propio nombre indica va de la guerra de los seis días. Aún no lo he leído, así que no sé si habrá post.
Para darles de comer aparte
No me refiero al kosher aunque también, sino a los judíos ultraortodoxos, esos extraños seres a los que todo el mundo ha visto alguna vez aunque sea en fotos o en Youtube, con sus trajes y sombreros negros, su barba y sus tirabuzones. 

Judíos ultraortodoxos
Vaya por delante que es muy respetable el hecho de que cada uno se vista como le dé la gana, pero yo personalmente no soy nada partidaria de que las creencias de una persona marquen hasta tal punto su forma de vestir. Me parece incómodo, engorroso y nada práctico para la vida cotidiana, por eso me sorprende la manera tan estricta en que acatan esa norma los ultraortodoxos. Para las mujeres no hay una vestimenta específica, pero sí indicaciones generales. Han de vestir con modestia, usando prendas largas que lleguen siempre por debajo del codo y la rodilla, y además las que son casadas han de cubrir su cabello en presencia de cualquier hombre que no sea su marido. Al igual que los musulmanes, los ultraortodoxos consideran el cabello femenino como un atributo sexual y mostrarlo es exhibir en demasía los encantos propios, sólo debe hacerse frente al marido pero se consiente por esa misma razón en mujeres solteras que aún están “en el mercado”. Ahora bien, me parece a mí que las ultraortodoxas son más listas que sus hombres y se la dan con queso: en vez de un velo como las musulmanas ellas utilizan o bien pelucas, que pueden ser de cualquier color y todo lo exhuberantes que una quiera, o bien una especie de turbante que recoge el cabello en la parte alta de la cabeza, y huelga decir que con lo guapísimas que son las mujeres judías, semejante complemento les resalta aún más la cara y están preciosas. No sé yo si en realidad los hombres son tontos y no se dan cuenta, o es que se hacen los tontos que también puede ser.

Belleza judía
Pero las rarezas que podemos observar en estos muchachos no se limitan a la vestimenta, qué va. Como es fácil suponer, su cumplimiento de la religión es estricto hasta no poder más y esa rigidez se extiende a sus ideas acerca del pueblo judío. La Biblia habla de los judíos como un pueblo errante, supongo que porque lo eran en gran parte en la época en que la Biblia fue escrita, y muchos ultraortodoxos se lo toman al pie de la letra y están en contra de que los judíos se instalen en un país propio, están en contra de que exista el estado de Israel tal y como existe aunque eso sí, viven sin ningún pudor a costa del estado y de sus compatriotas. No, si cuando yo digo que se parecen a los musulmanes es por algo. Ellos no trabajan, el gobierno israelí les paga subvenciones y se dedican a estudiar la Torá y a tener hijos, ni siquiera están obligados a realizar el servicio militar tan necesario para la defensa del país. Hace unos años, el gobierno propuso que ingresar en el ejército fuera obligatorio también para ellos igual que para el resto de judíos y empezaron a protestar provocando disturbios bastante violentos, no mataron a nadie pero desde luego la liaron parda. El gobierno se echó atrás y propuso entonces que, ya que no hacían el servicio militar, al menos hicieran servicios sociales durante unos meses para compensar los tres años que dedican sus compatriotas al ejército. Siguieron los disturbios y tampoco hubo manera, al final el gobierno les dejó por imposibles. Como es fácil suponer, los judíos normales y los ultras no se llevan demasiado bien, se reprochan no contribuir al desarrollo y defensa del país y vivir la religión de una manera  demasiado laxa, respectivamente.

Otra belleza
Entre los ultraortodoxos sigue siendo habitual el matrimonio concertado, algo que me deja con los ojos como platos. Hoy en día, en pleno siglo XXI siguen existiendo para ellos las casamenteras, como aquella que todos recordamos de la película “El violinista en el tejado”. Y dentro de lo absurdo que es, parece lógico si pensamos que les está totalmente prohibido entablar relaciones con el sexo contrario en su tiempo libre, no van a bares, discotecas ni recreativos y están separados por sexos en el colegio. La única ocasión en la que hombres y mujeres ultraortodoxos alternan, es a la salida de la sinagoga y tampoco parece la mejor ocasión para ligar, así que las casamenteras proponen matrimonios entre familias de similar nivel económico y social, y si a los padres les parece bien, entonces los novios se conocen en un encuentro familiar en presencia de sus padres, en ningún momento estarán a solas hasta después de casados. Esto me lo contó Claudio durante una ruta en el autobús y no me lo podía creer, no me entra en la cabeza como los jóvenes de hoy en día aceptan algo así. Por aislado que sea su entorno social en algún momento verán por la calle a jóvenes vestidos de otra manera, hablando los chicos con las chicas, pondrán la tele o entrarán en internet, está claro que conocen otras formas de vivir y me parece increíble que acepten todas esas imposiciones. Pero claro, las familias pesan mucho y los padres ultraortodoxos tienen la costumbre de repudiar a sus hijos, incluso con un ritual, si éstos se alejan o pretenden alejarse de las estrictas prácticas religiosas que les son propias, aunque conserven su fe y simplemente quieran ser judíos normales y casarse con quien les apetezca. En fin, me quedo sin palabras.

Certificado kosher
La comida kosher es habitual en todas las casas judías, aunque al igual que todo lo demás, con distinto nivel de rigidez. Los ultraortodoxos siguen a rajatabla el ritual y no comen nada que no haya sido certificado por un rabino como kosher, y eso implica que tanto los alimentos que se consumen como el proceso de cocinado han sido estrictamente controlados por personal especialista, para garantizar que son kosher, o aptos para el consumo según la ley judía.

No me quiero extender mucho en las normas de la cocina kosher porque habría para una enciclopedia, pero resumiendo diré que se trata de comida rica, variada y nutritiva; y aunque algunas carnes y pescados están excluidos se consumen alimentos de todos los grupos. La comida ha de ser preparada por judíos, con utensilios separados para cada alimento, y está especialmente prohibido mezclar carne con lácteos. No ya en el mismo plato sino en la misma comida, incluso consumirlos sin haber dejado pasar unas horas entre uno y otro. Adiós a las hamburguesas con queso. Snif.
El ritual kosher empieza con el sacrificio del animal que se va a consumir, en el que es imprescindible no causarle ningún dolor por lo que el animal debe estar inconsciente en el momento del sacrificio. Y eso vale tanto para mamíferos como para aves, con los peces  ya no sé cómo lo hacen.

En todas partes cuecen habas
A estas alturas mi amor por Israel ya lo conoce todo el mundo, pero para quienes piensan que no le veo defectos, ahí van dos y bien gordos:
  1. La gente conduce de pena, a toda velocidad, con el móvil en la mano, tocando el claxon a la mínima y a base de bien. Y yo que pensaba que nadie podía superar a los españoles en esto. El mal estado de las carreteras e infraestructuras tampoco es de mucha ayuda, Israel tiene un porcentaje de accidentes de tráfico vergonzoso para un país desarrollado.
  2. Hay bastante gente que fuma, mucha más que en España me da la sensación. Y  aunque lo normal es que lo hagan en el exterior, ayer en el restaurante donde cené tuve que cambiar de mesa porque en la de al lado había dos personas fumando. Con lo bien que me había acostumbrado yo a comer sin humo en España. Por cierto, la gente también come a toda velocidad, no sé por qué.