viernes, 9 de septiembre de 2022

De vuelta al colegio (Diario de guerra XIV)

 COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK

(english below)


Ayer estuve, por primera vez después de 10 años, en la escuela donde estudié siete años de mi vida. Mi profesora, que ahora es una de mis amigas, me pidió que le ayudara editando el video del vals de la graduación de los alumnos de último curso. Nos encontramos en la escuela. No fue una visita nostálgica, pero tuve la oportunidad de atravesar los pasillos que aún me resultaban familiares. El edificio estaba igual. Muchos de los posters, fotografías y plantas de mi infancia aún estaban allí. Me gustó que los rusos no hubieran alcanzado mi escuela, y que mi pasado aún estuviera allí. Pero también me hizo sentir triste, porque la ausencia de cambios puede significar que no has progresado y que no consigues estar al día, si es que las escuelas necesitan progresar. Después de todo, todas esas fotos de árboles, peces, fórmulas químicas, el gran mosaico del rostro de Tara Shevchenko… aún significan algo para mí.


La ceremonia de graduación fue cancelada. Sólo se pudo hacer una ceremonia de despedida. Los niños en Ucrania van a clase con los mismos compañeros durante once años, así que la graduación es un evento memorable, en el que desfilan por la calle principal de la ciudad acompañados por una banda, llevan vestidos preciosos, y la gente se para a verles y darles la enhorabuena. Pero este año no. Tres parejas de baile habían ensayado un vals para ese día, pero cuando se canceló la graduación decidieron grabar un video del baile. Siempre me llama la atención que casi nadie sigue las clases de baile en la escuela, pero de repente días antes de la graduación a algunos alumnos les entran ganas de bailar el vals en la ceremonia. También estos alumnos habían aprendido a bailar expresamente para la graduación y estaban muy guapos en el video, incluso si el baile no era perfecto.


Mi profesora había hecho anteriormente algunos videos también de mi clase, y me dijo que había quedado impresionada cuando me vio bailar a los nueve años en un viejo video de nuestra graduación en la escuela elemental, que me había visto de otra manera. Fue un recuerdo inesperado, precisamente en un momento en el que pensaba que no había otras maneras de ver las cosas. Pensé que sólo me pasaba a mí hasta que hoy leí una entrevista con uno de los activistas de Kharkiv, donde decía que todos los ucranianos hemos perdido nuestra identidad, incluso la profesional. Ya no hay profesores, jefes de proyecto, activistas, soldados, médicos, etc. En lugar de eso, y aunque no todo el mundo esté de acuerdo, muchos periodistas y escritores se han convertido en soldados, mucha gente ha perdido su trabajo, mucha gente se ha alistado voluntaria… ante todo, somos Ucranianos.


Nunca me había sentido tan Ucraniana como después del 24 de febrero. Sentirse Ucraniana es sentir amor, sentirse fuerte y estar preparada para hacer cualquier cosa para que Ucrania gane esta guerra. Y aunque sea maravilloso, ahora puedo ver que ese sentimiento casi arruina el sentido de ser yo misma. Y el pensar que no estoy haciendo lo suficiente es como una espada de Damocles sobre mi cabeza, que me obliga a hacer todavía menos. Parece ser que muchos Ucranianos comparten esa experiencia, a la vista de lo que publican en redes sociales (no me gusta hacer referencia a las redes sociales, pero a veces reflejan el sentir de la gente, y muchos intelectuales Ucranianos comparten en redes sociales sus pensamientos y experiencias). Además, hay evidencia científica de que el peligro puede hacer que decaiga nuestra personalidad hacia una versión ya superada, o incluso hacernos retroceder a través de varias versiones de nosotros mismos, hasta la más básica. 


Este domingo, después de que por la mañana Rusia atacara un edificio residencial en Kiev, yo aún estaba allí y no había escuchado ni explosiones ni alarmas aéreas. Me había acostado tarde, así que dormía profundamente. Un amigo me envió un mensaje desde Berlín, preguntándome si estaba bien. Así que lo primero que hice al levantarme fue leer las noticias. Me enteré de lo que había pasado y decidí no abrir las redes sociales y no pensar más en ello. No me sentí bien en todo el día y lo bueno de no sentirse bien es que no hay casi nada que te pueda hacer sentir peor. Las noticias me afianzaron en mi decisión de acercarme a mi escuela de baile, a comprobar si todavía puedo bailar y si todavía me gusta. No tenía noticias de que la hubieran cerrado, así que me fui a la estación de metro. 


De camino pasé por mi antiguo apartamento en el primer piso, y vi desde la calle una maceta que antes no estaba en el alféizar. Así que alguien estaba viviendo allí. Por casualidad tenía una llave del piso en mi bolso, porque el propietario no me había devuelto la fianza y yo no le había devuelto la llave. Un amigo me envió una postal desde Omán a principios de enero a esa dirección y no había llegado. Me quedaban cinco minutos más antes de que empezara la clase, así que entré en el edificio para mirar el correo. Los buzones en ese edificio no tienen llaves y son muy pequeños, con frecuencia los carteros dejan la correspondencia en la parte de arriba de los buzones, sin distribuirla. Al contrario que en Alemania, donde recibes un montón de documentos importantes por correo, aquí sólo te llegan las facturas de la luz y el gas, así que nadie se preocupa mucho de los buzones. Busqué entre un montón de facturas de luz y no había ninguna postal. A otra amiga de Kiev le llegó su postal de Año Nuevo desde Omán en abril… quizá la mía no iba a llegar nunca. Pero esperaré dos meses más.


Es difícil describir lo que sentí al entrar en la clase de baile, y al bailar. Fue como regresar al pasado y recuperar algo a lo que ya había renunciado. Ver a la gente de mi clase me hizo imaginar que la guerra nunca empezó. Sentí otra vez el miedo a improvisar junto a bailarines más experimentados. Ese miedo me hizo sentir que existo y que es fantástico existir. No porque puedas morir en cualquier momento sino porque puede suceder algo maravilloso, y yo puedo influir en aquello que sucede. Mi cuerpo recordaba muchos de los pasos de baile, pero parecía bailar de una manera muy diferente. Me sentí rara bailando, pero también me sentí muy bien.


En las ceremonias de graduación, siempre oyes a la gente desearse unos a otros que les vaya bien. Aunque es bastante tópico y como concepto debería ser cuestionado, ahora desear a alguien que le vaya bien sonaría como una burla. En este momento no puedo imaginar un futuro, ni bueno ni malo. Ahora tenemos la obligación de luchar pase lo que pase: más misiles, ataques con armas nucleares, armas químicas… lo que sea. Tal y como suele decirse, salvar la vida de un solo ucraniano ya es una victoria para todos, es decir, sobrevivir y mantenernos cuerdos. Me tranquiliza que el baile sea compatible con la guerra.





(texto original)

Yesterday, I was for the first time after at least 10 years at my school, where I had spent seven years of my life. My teacher who is one of my friends now, asked me to help her with cutting the graduation waltz video for school-leavers. Our meeting place happened to be our school. It wasn’t a nostalgic visit, but I had an opportunity to walk through corridors which seemed still so familiar. Not much changed in the building. Many posters, pictures and plants from my childhood were still there. It felt good, because the Russians did not get to my school and because my past was still there. But it also felt sad, because absence of changes could also mean no progress and failing to stay up to date, that is if schools need progress. After all, all those pictures of trees, fish, chemical formulas, the big mosaic of Taras Shevchenko’s face, etc. are still relevant.

Usual celebration of school-leavers was cancelled. Only a solemn goodbye ceremony was allowed. Ukrainian children mostly learn with the same pupils almost eleven years, so graduation is an epoch event with promenade on the main street of the town in beautiful dresses to the music of an orchestra with passers-by stopping to greet and watch the procession. But not this year. Three girls and boys prepared waltz for the day, but after the celebration was cancelled, they decided to do a video of their dance. It always amazed me that almost nobody has ever visited dancing classes at school, but then suddenly shortly before the graduation some school-leavers would get a mysterious desire to dance waltz at the graduation ceremony. These kids also learnt to dance just for the graduation, and they looked so beautiful on the video, even in clumsy moments.

My teacher had once put together a souvenir video also for my class and now she told me that she had been impressed, when she discovered 9-years old me dance in an old video from our graduation from elementary school. She said that she had seen me “from different side”. That was an unexpected flashback, even more that at the moment I felt like having no sides. I thought that it was only my “problem”, but today I read an interview with one Kharkiv activist, where she said that all the Ukrainians lost their identity, at least a professional one. There are no professors, project managers, activists, soldiers, doctors etc. Indeed, even if such interpretation might not be supported by everyone, many journalists and writers are soldiers now, many people lost their jobs, many people volunteer… First of all, we are Ukrainians.

I have never felt so Ukrainian as after February 24. Feeling Ukrainian is feeling love, strength and readiness to do anything what approaches Ukrainian victory. As wonderful as it is, now I see that this feeling pretty ruined the sense of being myself. And the thought of “doing not enough” is hanging every day like a sword over my head and makes me do less. Apparently, many Ukrainians experience that, as I can judge from many social media posts on this topic. (I don’t like to refer to social media, but sometimes they do represent people’s current mood and many Ukrainian intellectuals share their thoughts and experiences on social media) Also, there is scientific evidence that danger can “downgrade” our personality to the previous version or even roll us back through several previous versions to a very basic one.

This Sunday, after Russia attacked a residential building in Kyiv in the morning, I was still in Kyiv and heard neither explosions nor air alarm. I went to bed late, so my sleep was deep. My friend from Berlin sent me a message, if I was Ok. So after waking up, first thing I did, was reading the news. I got to know what happened and decided not to open social media anymore and not to think about it. I didn’t feel well on that day and the good thing about not feeling well is that almost nothing can make you feel worse. The news reinforced in defiance my unsure decision to go to my lindy hop school in order to check if I still liked pair dancing and if I could dance. There was no message that it was cancelled, so I went to the metro station.

On my way I passed my former flat in the first floor and saw from the street a foreign plant on the windowsill. I couldn't help but sighing sadly. So somebody lived there. Strangely, I had a key from the flat in my bag, because the owner has not paid back my bail yet and I did not give him my key back. My friend sent me a post card from Oman in early January to this address and it never arrived. I had 5 minutes more before the beginning of the class, so I entered the building to check the post. As post boxes in this house do not have keys and are too small, postmen often left post just on the top of all the postboxes without sorting them. Unlike in Germany, where you receive a lot of important documents per post, here you get only electricity and gas bills, so nobody cares much about post boxes. I looked through a bunch of electricity bills. There was no post card among them. The other friend from Kyiv got her New Year’s post card from Oman in April… Maybe mine will never arrive. But I will wait two months more.

It is difficult to describe my feelings when entering the dance studio and when dancing. It was like moving back into the past and getting something back you had already said good-bye to. Seeing some people from my classes gave an illusion that war had never started. I felt the already forgotten fear of improvisation with more experienced dance partners. This fear made me feel that I existed and that it was exciting to exist. Exciting not because you can die any moment, but exciting, because any moment something wonderful can happen and I could influence what would happen. My body remembered many dance moves, but seemed to dance much differently than before. Dancing felt weird, but nice.

At graduation ceremonies you always hear wishes of bright future. Although it is quite a platitude and as a concept needs to be questioned, wishing bright future now would sound like mocking. At the moment, I cannot see neither bright nor dark future. We just have to fight no matter what happens: more missiles, nuclear weapons attacks, chemical weapons…whatever. As they say, the minimal victory for everybody would be to save at least one Ukrainian, i.e., to survive and stay sane. That reassures me that dancing is compatible with war.

martes, 16 de agosto de 2022

Tras las huellas del sufrimiento (Diario de guerra XIII)

COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK

(english below)


Un día de esta semana, por la mañana tuve un sueño corto muy extraño, después de que sonara mi alarma por primera vez y antes de que sonara la segunda. Estaba en la calle y veía a un soldado ruso que perseguía a un hombre con un arma. El hombre parecía un civil que se hubiera incorporado hace poco a la defensa de nuestro territorio, mayor de 45 años, quizá rondando los 50. Al momento siguiente el hombre cayó y el ruso le apuntó con el arma, todo sucedía muy rápido. De manera espontánea, yo corría hacia el hombre para intentar protegerle con mi cuerpo y gritaba al ruso “¡no le dispares!” sólo para encontrarme que la cabeza del hombre ya estaba separada del cuerpo. Me daba cuenta de que era demasiado tarde y de que había sido una tontería ponerme en peligro de esa manera. El ruso gritaba “¡estúpida!” y se ponía a disparar apuntando detrás de mí. Yo sentía las balas volando a mi alrededor. Entonces salía corriendo. Después de llegar al porche de mi casa de verano, me dolía mucho la cabeza. Ponía mi mano en la nuca y sentía como si algo estuviera dando vueltas bajo mi piel. Sacaba varias balas con mis dedos. No había sangre y las balas parecían bayas. Eran blandas, pero elásticas. No tenía heridas en la cabeza, pero aún así me dolía. Entonces me desperté.


La semana antes de tener ese sueño, había visitado Bucha, Borodyanka e Irpin. Puedes hacerlo en varias horas, una ciudad tras otra, ya que están cerca. Como no iba sola, no me pude concentrar del todo en lo que pensaba y sentía estando allí, aunque antes del viaje me había preguntado cómo se sentiría la gente en esas ciudades, y quería ir desde hacía tiempo. 


Cuando vi los edificios en ruinas donde antes estaban las casas de la gente corriente, sentí sólo un momento de dolor, no más de un segundo. Creo que de manera inconsciente evitaba las emociones. En las ciudades crecían ya las hojas verdes de los árboles y la hierba, lo que me hacía apartar los ojos de las ruinas. Parecía que la naturaleza estaba tratando de esconder todo el sufrimiento de lo que había pasado alrededor de esas paredes negras y de esos boquetes. Ver el verdor de las plantas produce una impresión tan fuerte que parecen estar gritando una declaración de principios: “la vida siempre prevalece”


También los habitantes de estas ciudades habían limpiado todo muy rápidamente y en Borodynka por ejemplo, habían puesto un nuevo kiosko en el mismo lugar donde estaba el que fue destruido, me lo dijo mi amigo que había estado allí una semana antes. Yo quería dirigirme a esas plantas y a esas personas y decirles: “¡esperad! no borréis tan deprisa las huellas de la maldad, tenemos que entender lo que ha pasado aquí. Necesitamos mostrar a los demás lo que ha pasado aquí” Lo rápidos que han sido los trabajos de reconstrucción en Borodyanka, Iprin y Bucha, me han hecho reflexionar acerca de Kharkiv. Mi padre suele entretenerse relatando una y otra vez lo que ha visto en reportajes de Kharkiv después de los ataques con misiles: “los servicios de emergencia llegan, recogen a las personas heridas, entonces la gente barre el suelo y planta flores en los maceteros cerca del edificio”


Parecía suceder lo mismo en Bucha, Irpin y Borodyanka: con la colaboración de la gente, el sufrimiento desaparecía rápidamente a la vista. Un extranjero que visitaba Irpin en mi grupo, como si leyera mis pensamientos, le preguntó al alcalde de la ciudad: “¿vais a dejar así parte de estas casas destruidas como memorial, o lo vais a reconstruir todo?” Yo pensé: “sí, por favor, dejadlo así ¡un memorial! ¡buena idea!… espera… entonces habría que convertir casi, digamos una quinta parte (no lo sé exactamente) del territorio de Ucrania en un museo al aire libre” Muchos ucranianos tendrían que vivir entre ruinas para conseguir que todo el mundo recordara esto. 


De todas formas las paredes no tienen alma, al menos no la tienen las paredes ajenas. Yo no tenía muchas emociones al ver las secuelas de la agresión. Debo haberme vuelto un poco insensible. Ver este desastre tiene que haber sido devastador para la gente que vivía entre estas paredes, los que las veían intactas todos los días al ir al trabajo, o a la compra, o a ver a sus amigos. Nosotros no vimos un solo cadáver, una sola persona herida en estas ciudades. Lo único que vimos fueron edificios y coches, vacíos y destrozados. Francamente, me dan igual los edificios y los coches. La Presidente de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, estuvo en Bucha mucho antes que nosotros y sí que vio cadáveres, los que nosotros vimos en fotografías en la exposición de la iglesia de la ciudad. Lo que no se veía en la foto era el olor de los cadáveres, tal y como nos dijo el sacerdote de Bucha. En esos días se estaban exhumando los cuerpos de las fosas comunes.  Para entender la tragedia que se ha producido aquí, ¿es suficiente el olor de los cuerpos muertos, la prueba biológica de que nos descomponemos después de morir? 


He tenido suerte y me alegra no haber experimentado lo que es vivir bajo la ocupación, pero me deja perpleja el hecho de que el sufrimiento y la injusticia se desvanezcan con tanta facilidad. Es maravilloso porque la vida y la primavera prevalecen. Pero también es horrible, porque podría ser la razón de que el mal no deje de actuar.




(texto original)


One day this week I had a strange short dream in the morning, during the time between the sounds of my two alarm clocks. I stood on the street and saw a man who was being chased by a Russian soldier with a gun. The man looked like a civilian who recently entered territorial defense, older that 45 years old, maybe over 50 years old. As they were passing by next moment, the civilian fell, and the Russian pointed a gun at him. Everything happened very quickly. I spontaneously ran to the man to somehow cover him with my body and shouted to the Russian “Don’t shoot!” only to find out that the head of the civilian was already separated from the body. I realized that it was too late and that it was a poor decision to put myself in danger. The Russian shouted “Stupid!” (Дура!) to me and shot further. I felt the bullets flying near me. Then I ran away. After I entered the porch of my summer house, I felt a strong headache. I put a hand on the back of my head and felt some little roundings on the skin. I could extract with my fingers several balls. There was no blood and the balls looked like berries. They were soft, but elastic. My head was not damaged, but I still had some headache. Then I woke up.

A week before I had that dream, I visited Bucha, Borodyanka and Irpin. You can do it in several hours, one after another, as they are closely situated. As I was not alone, I could not concentrate on my thoughts or feelings when being there, although before my trip I always wondered what people felt in those places and had been looking forward to going there for quite a long time. As I saw the ruined buildings, where ordinary people had once their apartments, I felt only a few moments of pain, not longer than a second. Possibly, I unconsciously avoided emotions.

All the towns were drowning in green leaves of trees and grass distracting me from the ruins. It seemed that the nature was trying to hide all the suffering which you might suppose happening behind and near these black walls and holes. The sight of green plants made such a powerful impression that they seemed to make a loud statement “Life will always prevail.”

Also, inhabitants of the towns have cleaned everything very quickly and in Borodynka, for example, they put a new kiosk on the place of the destroyed one, as my friend, who was there a week before, told me. I almost wanted to address those plants and people and tell them “Wait! Please don’t hurry up so to erase the footprints of evil! We need to understand what happened here. We need to show others what happened here.” The speed of repair works in Borodyanka, Iprin and Bucha made me think about Kharkiv. My father always amuses himself when retelling again and again what he saw in reportages from Kharkiv after missile attacks: “Emergency services come, gather the injured persons, then people sweep the floor and plant flowers in flower beds near the building.”

It looked similar in Bucha, Irpin and Borodyanka: assisted by people, suffering seemed to be quickly fading from the surface. A foreigner visiting Irpin together with me asked the town mayor as if reading my thoughts: “Are you going to preserve any parts of these destroyed residential areas as a remembrance place or you are going to rebuild everything?” I thought: “Yes, please preserve! Remembrance place! Good idea!.. Wait…Then you have to make almost, say out of a fifth (I do not know exactly how much) of Ukrainian territory an open sky museum.” Many Ukrainians will have to live among ruins to make everybody remember.

Anyway, walls do not have a soul, at least someone else’s walls do not have a soul. I did not feel much looking at the aftermath of aggression. I might have become insensitive though. The sight of damages must be devastating for people who lived inside those walls, who saw those walls intact every day when walking to work or to do the groceries or meet friends. Our visiting group did not see a single corpse, or a single person injured in those towns. What we saw, were destroyed empty buildings and cars. Frankly, I don’t care about buildings and cars. The President of the European Commission, Ursula von der Leyen, arrived in Bucha much time before us and she did see corpses, as we saw on the photo of an exhibition in the local church. What we did not see on the photo, was that she could smell dead bodies, as Bucha’s priest told us. At that time, forensic exhumation from mass graves was taking place. Is the smell of corpses, a biological proof of the fact that our bodies decompose after death, enough to grasp the tragedy of what had happened there?

I am lucky and glad that I did not experience living under occupation, but I am quite perplexed by the fact that suffering and injustice fade so easily. It is wonderful, because life and spring prevail. Yet it is horrible, because it might be the reason why evil happens again.

jueves, 28 de julio de 2022

Ensamblando de nuevo el puzzle de la vida (Diario de guerra XII)

COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK

(english below)


Es casi seguro que toda la gente que tiene de alguna manera relación con Ucrania, ya se ha dado cuenta de que ni la vida ni el mundo volverán a ser como antes. Así que estamos intentando construir una especie de “normalidad”, ya que los cambios van para muy largo. O más bien habrá cambios habitualmente, así que tenemos que adaptarnos. Tenemos que aceptar la realidad de la guerra, y el hecho de que tiene que haber vida normal y pacífica fuera del campo de batalla. El ejército ucraniano está luchando para que tengamos la posibilidad de vivir en paz, así que está bien y es deseable que disfrutemos de la paz, al menos de cuando en cuando. Muchos soldados opinan igual, incluyendo un conocido mío, fotógrafo de mi grupo de baile, que lo escribió en un chat unas semanas antes de su muerte.

Dicen que es mucho más difícil adaptarse al regreso de la paz que a la guerra. Pasar de la guerra a la paz significa pasar de lo básico a la abundancia, lo que puede resultar abrumador sobre todo al principio. De hecho la guerra reduce la vida a lo básico: o bien el instinto primario de la simple supervivencia, consistente en realizar acciones físicas sin casi emoción ni intelecto; o bien el principio creativo de la propia vida respondiendo a las cuestiones básicas acerca de qué y quién es importante para ti mismo. De todas formas, no hay una linea de división clara entre estos dos puntos. Posiblemente prevalezca el instinto primario cuando estás cerca del campo de batalla. Y al mismo tiempo, estar cerca del campo de batalla puede ser la consecuencia de experimentar tu fuerza creativa: “mi país y mi gente son importantes para mí, así que no puedo evitar dejar todo atrás  e ir a defenderlos”. También funciona al revés, si no encuentras tu misión en la vida o no tienes el coraje de ponerte frente a frente contigo mismo, ir a la guerra puede dar un sentido a tu vida: estás defendiendo a tu país. Hace unos años leí en algún sitio algo acerca de hombres que iban a la guerra por despecho o por haber perdido la esperanza de algún amor, esperando morir lo más rápido posible o al menos no pensar en su dolor.
Es un hecho curioso que estar cerca del peligro proporcione alivio: lo ves todo con tus propios ojos y lo escuchas todo con tus propios oídos, así que estás recibiendo suficiente información para no imaginar un apocalipsis cuando realmente no lo hay. Es lo que experimenté al visitar Zaporiyia (a unos 30 km del frente en esos días, si no recuerdo mal) a principios de mayo, o la vacía Kiev en marzo. Cuanto más me acercaba al frente, más aliviada me sentía. No experimentaba la sensación de estar en la guerra o en peligro. Me sorprendieron las pacíficas y soleadas calles de Zaporiyia. Kiev en marzo estaba inquietamente vacía y en alerta máxima, pero tranquila, excepto por las sirenas y el sonido de dos explosiones lejanas cuando cogí el autobús. Quizá el sentimiento de alivio se explique por el paso de la paz a la guerra, es decir, de la abundancia a lo básico, cuando se vuelve necesario concentrarse y ver las cosas con claridad.

Ahora estoy en la “pacífica” Kiev intentando volver a ensamblar el puzzle de mi vida. Antes de la guerra estaba bien ensamblado, no era lo ideal pero iba progresando. Ahora todo parece fuera de su lugar, como si alguien hubiera venido el 24 de febrero y hubiera volcado la mesa con mi puzzle. Hay algunas piezas que aún no he podido encontrar, que se han perdido. Por ejemplo leer, bailar, algunos amigos, viajar o para ser justos, cosas que tampoco conseguía encontrar antes de la guerra. Puedo restablecer algunas de esas cosas, pero tengo que vencer una extraña resistencia dentro de mí para hacerlo. Además necesitaría apiñar otros elementos importantes de mi vida diaria, que se han ido haciendo pequeños y parece que ya no los necesito para nada. Volveré a tener una vida variada más pronto o más tarde, como ya han hecho algunos de mis amigos. Pero hasta ahora he estado observando grandes zonas vacías que se resisten a ser llenadas.

Al mismo tiempo, muchas piezas de otros extraños puzzles se están amontonando en las esquinas del mío. La adrenalina ya no funciona más, así que es tiempo para que salgan a flote las emociones y los pensamientos (no, todavía no). Pequeñas y grandes bestias de moldes de pensamiento regresan como en la vida rutinaria y pacífica (sólo si eres capaz de verlos, en la vida en paz son más invisibles). También se les unen los pensamientos “globales” acerca del futuro de tu propio país, Europa, el mundo, la naturaleza humana, la vida y la muerte de mucha gente, pensamientos, decisiones y emociones de personas conocidas y desconocidas. Esas bestias parecen haber engordado gracias al alimento de la guerra. Es todo un reto sentirse vivo y desenvolverse cuando sabes que algunos quieren acabar con tu cultura, tu gente y tu país. Y al mismo tiempo está el poder del “a pesar de”. Creo que los ucranianos que están viviendo la guerra, están más “vivos” que algunos extranjeros que viven en países pacíficos, atrapados por la vida cotidiana que no les obliga ni motiva a responderse una pregunta tras otra. Otra cosa es que preferiría responder a esas preguntas leyendo libros de Historia, y no mirando a través de mi ventana o escuchando a mis amigos.



(Texto original)
Probably most of the people in any way connected to Ukraine realised that life and the world will never be the same any more. So we try to build up some “normality”, as these changes are there for a long time. Or rather, there will regularly be changes, so we have to adapt to them. We have to accept the war reality and the fact that there has to be peaceful life outside the regions of war actions. Ukrainian army is fighting for our possibility to live in peace, so it is Ok and even desired that we enjoy peace, at least from time to time. Many soldiers write and say that, including my acquaintance, a photographer from my dance community, who wrote it in a group chat several weeks before his death.
They say that it is much more difficult to adapt (back) to peace than to war. Moving from war to peace means moving from the core to exuberance which might feel overwhelming, at least at the beginning. Indeed, war reduces the life to its core: either instinct core of simple survival consisting of physical actions with minimal (almost tabooed) emotions and minimal intellectual ponderings or the creative core of one’s individual life answering the principal questions about what and who is important to unique yourself. However, there is no clear watershed between these two cores. Probably the instinct core prevails when being in the region of war actions. At the same time, being situated in the region of war actions might be the consequence of experiencing your creative core: “my country and my people are important to me, so I cannot help leaving everything behind and defending them.” It also works vice versa: If you cannot find your mission in life or if you don’t have the courage to face yourself, going to the region of war might give your life a meaning: you are defending your country. Some years ago I also read somewhere about men who went to war because of despair or unrequited love hoping to die more quickly or to get distracted from pain.
Interestingly, being closer to danger gives some kind of relief: you see everything with your eyes and hear with your ears, so your imagination receives enough information not to draw pictures of apocalypse if there is no apocalypse. I had such experience when I visited Zaporizzhya (some 30 km from the frontline back then, if I remember correctly) in the beginning of May or empty Kyiv in March. The closer to the frontline I came, the more relieved I felt. However, I did not experience any war actions or danger there. Zaporizzhya surprised me with its peaceful sunny streets. Kyiv in March was eerily empty and in full alert, but quiet, except for sirens and the sound of two faraway explosions when I took off the bus. Maybe the feeling of relief is also explained by the transfer from peace to war, i.e. from exuberance to core, where focus and clarity are needed.
Now I am in “peaceful” Kyiv trying to reassemble the puzzle of my life. Before this war, it was pretty assembled, not ideal, but I had a feeling of progress. Now everything seems to be out of balance, as if somebody came on February, 24 and turned over the table with my puzzle. I still cannot find some elements, they are missing. For example, reading, dancing or some friends or travelling or to be fair, something I did not manage to find before the war. I can restore some of these elements, but I have to overcome a mysterious reluctance inside me to do that. Also, I would need to squeeze those earlier important elements into my daily life which shrunk and does not seem to have place even for some basic things any more. I will restore life diversity sooner or later, like some of my friends already did. But so far I have been looking at several big empty fields resisting to be filled.
At the same time, a lot of elements of other, alien puzzles are crowding in several corners of my puzzle. Adrenaline is not working any more, so now there is time for all the emotions and thoughts (No, it is not). Small and big beasts of thought patterns come back like in routine peaceful life (only if you see them, in peaceful life they are more invisible). Also, they are joined by the “global” thoughts about the future of your country, Europe, the world, the human nature, life and death of many unknown and known people, thoughts, decisions and emotions of many unknown and known people. Those beasts seem to have got fatter thanks to the food of war. It is quite a challenge to feel alive and unfold if you know that your culture, people and country are wanted dead. At the same time, there is the powerful “in spite of”. I think, Ukrainians who experienced war, are more “alive” than some foreigners living in a peaceful country captivated by everyday life, which does not force or motivate them to ask questions and question. The other thing is that I would prefer to ask those questions while reading history textbooks and not while looking outside my window or listening to friends.

domingo, 24 de julio de 2022

Conversación espontánea sobre el amor y los envíos de rusos (Diario de guerra XI)

COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK

(german below) (deutch unten)


Al igual que en todas las conversaciones en las que interviene Pandino, ésta es en alemán, porque él apenas sabe hablar o pensar en inglés. Después de estar en Kiev toda una semana, me di cuenta de que Pandino estaría a salvo aquí. Yo necesitaba un viejo amigo en mi nueva-vieja vida, incluso un silencioso viejo amigo. Él ha estado callado durante estas dos semanas en Kiev y hoy ha roto su silencio de manera espontánea, así que hemos pasado toda la tarde hablando.


"Pandino, ¿por qué estás tan pensativo todo el tiempo? ¿en qué piensas?”

"Estaba enamorado de una mujer"

"¿De verdad?"

"Sí"

"¡Eres demasiado pequeño para eso!"

"No"

"Si tú lo dices... ¿por qué hablas en pasado?"

“Creo que ella no me ama. Ella tiene su propia vida"

"¿Y? ¿No hay lugar para ti en su vida?

“No lo sé, no creo. Pero ése no es el problema”

“¿Cual es, entonces?”

"Quisiera tener algo bonito. Sería como un soplo de aire fresco. Amor en tiempos de guerra”

"¿Y?"

“Yo apenas tengo nada. Sin embargo, no lo digo por eso. El amor no necesita tener un propósito o realizarte. Sólo tiene que ser amor sin un porqué ni un para qué. Aparentemente, mi amor surgió más como una cadena, aunque de manera inconsciente..."

"También puede ser ambas cosas. Incluso el amor frívolo se convierte a veces en una cadena"

"Entonces eso no es amor. El amor es libre. Y encadenarse significa no ser libre.”

"Eres demasiado estricto"

"No. De todos modos, ella se irá en algún momento y no volverá"

"¿Esta mujer?"

"Sí"

“Eso no lo sabes. Quizás en el futuro…"

"He tenido otras ilusiones. Acabaron destruidas”

"¿Por la realidad?"

"Sí. No quiero volver a tener ilusiones rotas"

"Lo sé. ¿Quizás deberías pisar más la tierra con los pies y tener menos nubes en la cabeza?”

"Las nubes me gustan mucho"

"Sé que te gustan las nubes, pero la vida es más de tierra. Incluso las flores crecen en el suelo”

“Correcto, lamentablemente. La tierra no me interesa mucho”

"¿Estás seguro de que fue amor? ¿No sería sólo una nube pasajera?”

"Quizás. De hecho, hace tiempo que está lloviznando en mi alma”

"¡Bueno! Lo vas entendiendo. No estás tan ciego, me alegro"

"¡Qué arrogancia! Me da pena. Incluso aunque estuviera ciego, sería por mi propia voluntad”

“Mientras que no te haga daño. Está lloviznando ahora en tu alma, ¿verdad? ¿No ves que afuera hace un sol deslumbrante?"

"¡Exacto! ¡Deslumbrante! Te distrae y es agotador. Espero que empiece pronto a llover"

"¿Solo entonces estarás a gusto recordando a tu amor?"

"Exactamente, con este calor mi añoranza parece fuera de lugar. Se supone que debería alegrarnos que llegue el verano, ¿verdad? pues a mí no me alegra. Es agotador"

"Lo sé. Lástima que Storch no esté aquí. Él te haría razonar”

“Estoy bien sin él. Puedo concentrarme mejor en mi dolor. Me molestan sus constantes comentarios hirientes acerca de mi sufrimiento. Hablando de calor, ¿qué tal va todo por ahí, abajo a la derecha en el mapa, bajo el bombardeo estival?”



“Zona caliente. Anoche llamaron a mi madre para avisar de que el primo de mi padre había muerto. Su cuerpo, junto a los cuerpos de sus camaradas están siendo recogidos del campo de batalla. Tenía unos 35 años. Lamentablemente no sé nada más. Hoy informaron a mi madre de que habían encontrado la cabeza del primo, pero todavía están recogiendo restos. En su pueblo ya lo esperan para el funeral”.


“¿Cuánto hay que esperar?"

"No se sabe. No es fácil recoger y transportar los cuerpos mientras siguen los bombardeos"

"Claro. Es bueno que ya se haya encontrado la cabeza. La cabeza me parece la parte más importante del cuerpo. Pero quizás hubiera sido mejor recibir más tarde la noticia de su muerte. Si al menos hubiera muerto cerca de su pueblo... cuando no es así hay que esperar, y es inevitable pensar en qué será lo que ha quedado de él”

“Afortunadamente era huérfano y no tenía familia. Probablemente somos los únicos parientes. Y no nos tratábamos mucho”.


“Entonces, ¿hay una relación entre el sufrimiento y el grado de relación/parentesco/familiaridad? No pareces muy preocupada..."

“Parece que sí la hay. Pero no es una relación matemática. Muchas personas confían en “desconocidos simpáticos", que se describen a sí mismos de esa manera. Al mismo tiempo, las personas nos estamos convirtiendo en un número. Y no hay nada que se pueda hacer al respecto"

“¡Desde luego! Deberían escribirse muchas historias. Acerca de cada ser humano”


“¿Quién iba a leer esas historias?"

“Eso es lo de menos. Los muertos merecen que se escriba sobre ellos. Al menos así se convierten en palabras que hablan de sus vidas. Y no en una pequeña parte de un número que engloba a todos los muertos. Por ejemplo 14.000 muertos. ¿Qué queda de 14.000 muertos después de su muerte? El número “14.000" en el que están incluidos todos ellos”


"¿Y quién escribe sobre los huérfanos y la gente sin familia?"

"¿Nadie? ¿Quizá las autoridades locales? No sé"

"¿Qué podrías escribir sobre tu pariente?"

"Poco. Era huérfano. Estuvo antes en la guerra de Donetsk y Lugansk, no sé exactamente dónde. Y tampoco sé cuándo. Una vez vino a casa y nos contó que esperaba que cuando fuera al frente, entendería mejor la guerra y sabría lo que realmente pasaba. Pero ahí en el frente nunca está claro qué es lo que pasa, ni quién es el que dispara: 

“El mando militar de nuestro Estado Mayor nos preguntó: ‘¿Qué ha pasado? vosotros estáis ahí” 

Los soldados le respondimos: “eso queríamos preguntarle, según las autoridades de Kyiv, ¿qué está pasando?” 


“Estuvo sentado en la mesa conmigo y con mis padres en 2014 ó 2015 ó 2016 ó 2017 ó 2018… no lo recuerdo. También era un poco embustero, mi padre lo descubrió por casualidad. Nunca entendimos esa actitud. Por ejemplo, dijo que podía arreglar un televisor y luego resultó que no sabía nada sobre televisores. Era un poco raro”.


"Bueno, no mucho. No parece que le conocieras demasiado. Pero es mejor  eso que que "uno entre 14 mil muertos"

"Déjame que les pregunte a mis padres. Ellos hablaron con él más que yo”

"¿Y qué hay de los rusos? ¿Deberíamos escribir historias sobre ellos? También recogemos sus cuerpos en pedazos. Antes había un montón de chistes acerca de rusos envasados en paquetes y el mapa de Ucrania “visto por” los ojos de los rusos”.

"No. Éso sólo son paquetes de rusos y muchos ojos cubriendo Ucrania, ni una palabra más acerca de ello. Las máquinas de asesinato, tortura y violencia deben ser destruidas... ¡Oh! ¡Olvidé que eres pequeño! Lo siento Pandino ¿Dónde has leído esos chistes? Es demasiado pronto para que leas esas cosas”


“Estaba (o quizá estoy todavía) enamorado. Ya soy mayor"

“De eso nada"

“¡Claro que sí! Los rusos empaquetados son justamente la realidad, al contrario que mi amor..."

"Sí, claro, eres un adulto. Pero ahora mejor vuelve a tus nubes. ¿Cuándo volverás a ver a tu enamorada?”

“Dentro de poco, antes del entierro de tu pariente. La verdad es que da igual, me parece que puedo ir despidiéndome de mi sueño”

"Tal vez tus sueños se hagan realidad..."

“No sé... ah, ¿sabes qué? He visto una hermosa hortensia en una maceta del un parque. Y al día siguiente ya estaba en el suelo del parterre. ¡De la maceta al suelo! Creo que estará mejor así. Tienes razón, procuraré tener los pies sobre la tierra".







(TEXTO ORIGINAL)

Like all my conversations with participation of Pandino this one is in German, as he can hardly speak or think in English. After I had lived in Kyiv for a week, I realised that it was safe here for him. I needed to have an old friend in my new old life, even if it was a silent friend. He hadn’t said a word during his two weeks in Kyiv. Today I sponaneously broke his silence and as a result, we spent the whole evening talking.

„Pandino, warum bist du die ganze Zeit so nachdenklich, che pensi?“

„Ich war in eine Frau verliebt.“

„Wirklich?“

„Ja.“

„Du bist doch dafür zu klein!“

„Nein.“

„Wenn du so sagst… warum sagst du es in der Vergangenheit?“

„Anscheinend liebt sie mich nicht. Sie hat doch ihr eigenes Leben.“

„Und? Gibt es für dich darin keinen Platz?“

„Ich weiß es nicht, anscheinend keinen. Aber es geht mir nicht darum.“

„Sondern?“

„Ich wollte etwas Schönes. Es wäre wie ein Zug frischer Luft. Liebe in Zeiten des Krieges.“

„Und?“

„Habe kaum was gekriegt. Jedoch ist es so sowieso nicht richtig. Liebe braucht keinen Zweck zu haben oder zu erfüllen. Es muss nur Liebe sein ohne wofür und weshalb. Anscheinend war meine Liebe eher als Anker gedacht, wenn auch unbewusst…”

„Es kann doch auch beides sein. Auch zwecklose Liebe wird zum Anker“

„Dann ist dies nicht Liebe. Liebe ist frei. Anker bedeutet zudem keine Freiheit.“

„Du bist zu streng.“

„Nein. Sowieso geht sie irgendwann weg und kommt nicht mehr.“

„Diese Frau?“

„Ja.“

„Du weißt es nicht. Vielleicht in der Zukunft…“

„Ich hatte ja schon Fantasien. Sie wurden eben gebrochen.“

„Von der Realität?“

„Ja. Ich möchte nicht wieder gebrochene Fantasien haben.“

„Ich weiß. Vielleicht solltest du auf eine größere Fläche Erde mit den Füßen treten und weniger Wolken im Kopf haben?“

„Die Wolken mi piacciano tanto.“

„Ich weiß, dass dir die Wolken gefallen, aber das Leben besteht mehr aus Erde. Selbst die Blumen wachsen in der Erde.“

„Stimmt. Schade. Die Erde interessiert mich wenig.“

„Bist du sicher, dass es Liebe war? Vielleicht war es nur eine Wolke?“

„Vielleicht. Tatsächlich nieselt es seit einer Weile in meiner Seele.“

„Gut! Capisci qualcosa. Du bist nicht blind, das freut mich.“

„Was für Überheblichkeit! Ich ahne hier Mitleid. Selbst wenn ich blind wäre, könnte ich es doch freiwillig sein.“

„Solange es dir nicht schadet. Es nieselt jetzt, ne? Siehst du nicht, dass draußen blendend sonnig ist?“

„Genau! Blendend! Es lenkt ab und macht müde. Ich warte auf den Regen draußen.“

„Erst dann kannst du nach deiner Liebe gemütlich sehnen?“

„Genau, so in der Hitze scheint meine Sehnsucht unangebracht. Man sollte sich über den Sommer freuen, oder? Ich freue mich nicht. Es ist anstrengend.“

„Ich weiß. Schade, dass der Storch nicht da ist. Er würde dich zur Vernunft bringen.“

„Es ist ohne ihn Ok. Ich kann mich so besser auf mein Leiden konzentrieren. Seine ständigen kritischen Anmerkungen zu meinem Leid wecken bei mir Unbehagen. Apropos Hitze, wie geht es dort unten und rechts auf der Karte, unter sommerlichem Beschuss?“

„Heiße Phase. Gestern in der Nacht hat meine Mutter einen Anruf bekommen, dass der junge Cousin meines Vaters tot ist. Sein Körper und der Körper seines Kameraden werden irgendwo dort gerade zusammengesammelt. Er war etwa 35 Jahre alt. Ich weiß leider nicht mehr genau. Heute wurde meine Mutter informiert, dass die Soldaten den Kopf des Cousins gefunden haben, aber sammeln noch weiter. Sein Dorf wartet schon auf ihn und die Beerdigung.“

„Wie lange muss man warten?“

„Sie sagen nicht. Unter Beschuss kann man wahrscheinlich nicht so leicht sammeln und transportieren.“

„Stimmt. Es ist gut, dass der Kopf schon gefunden wurde. Der Kopf scheint mir von allen Körperteilen am wichtigsten. Aber es wäre vielleicht besser später zu erfahren, dass er tot ist. Wenn seine Reste schon in der Nähe seines Dorfes gewesen wären… Sonst muss man ja noch warten und sich überlegen, was von ihm übrig geblieben ist und was ankommt.“

„Zum Glück ist er Waise und hat keine Familie. Wir sind wahrscheinlich die einzigen Verwandten. Und wir kennen ihn nicht so gut.“

„Besteht also ein direktes Verhältnis zwischen dem Leiden und dem Grad der Bekanntschaft/Verwandtschaft/Vertrautheit? Du scheinst nicht besonders betroffen zu sein...“

„Anscheinend teilweise ja. Aber man kann es so mathematisch nicht erfassen. Viele Menschen trauen gerade um „nette Unbekannte“, wie sie selbst beschreiben. Gleichzeitig werden Menschen immer mehr zu Zahlen. Und man kann dagegen nichts tun.“

„Doch! Man sollte viele Geschichten schreiben. Über jeden Menschen.“

„Wer wird sie schon lesen?“

„Es ist eine zweitrangige Frage. Die Toten haben eine Verschriftlichung verdient. Zumindest so werden sie zu mehreren Buchstaben, welche ihr Leben beschreiben. Und nicht ein Teil einer Zahl, der allen Toten gehört. Zum Beispiel 14 Tausend Toten. Was bleibt von 14 Tausend Toten nach ihrem Tod übrig? Die Zahl „14 Tausend Toten“, welche alle diese 14 Tausend Toten teilen müssen.“

„Und wer schreibt über Waisen und einsame Menschen?“

„Niemand? Die lokalen Behörden? Ich weiß es nicht.“

„Was kannst du über deinen Verwandten schreiben?“

„Nicht viel. Er war Waise. Er war noch früher im Krieg im Gebiet Donezk und Luhansk, wo genau weiß ich nicht. Wann genau, weiß ich auch nicht mehr. Einmal kam er zu uns und erzählte, dass man hoffte, dass wen man an die Front geht, versteht man den Krieg besser und weiß, was wirklich passierte. Aber dort an der Front ist gar nicht klar, was passiert und wer schießt: „Die Militärleitung aus unserem Stab hat uns gefragt: „Was passiert? Ihr seid ja da vor Ort.“ Wir haben geantwortet: „Das wollten wir Euch fragen. Was passiert laut Kyjiw?“ Er saß an einem Tisch mit mir und meinen Eltern, 2014 oder 2015 oder 2016 oder 2017 oder 2018...ich weiß nicht mehr. Er hatte auch ganz viel gelogen, wie mein Vater zufällig festgestellt hat. Wir haben nie verstanden warum. Zum Beispiel hat er gesagt, er könnte einen Fernseher reparieren und dann hat es sich herausgestellt, dass er keine Ahnung von Fernsehern hat. Er war ziemlich komisch.“

„Tja, nicht viel. Du hast ihn anscheinend gar nicht gekannt. Aber es ist doch besser als „einer von 14 Tausend Toten“.

„Lass mich noch meine Eltern fragen. Sie hatten sich mit ihm mehr unterhalten als ich.“

„Und was mit Russen? Soll man über sie vielleicht auch Geschichten schreiben? Man sammelt ihre Körper doch auch aus Stücken. Es gab schon früher so viele Witze über paketierte Russen und die Karte der Ukraine „in den Augen“ der Russen.“

„Nein. Das sind eben paketierte Russen und viele Augen, kein Wort mehr. Mord-, Folter- und Gewaltmaschinen sollten ja vernichtet werden… Ach! Ich habe vergessen, dass du klein bist! Entschuldige, Pandino! Wo hast du solche Witze gelesen? Solche Lektüre ist doch für dich zu früh.“

„Ich war oder bin (?) noch verliebt. Ich bin erwachsen.“

„Nein.“

„Doch! Paketierte Russen sind eben die Realität im Gegensatz zu meiner Liebe…“

„Stimmt, du bist erwachsen. Aber jetzt geh bitte lieber zurück in die Wolken. Wann siehst du die Frau nächstes Mal?“

„Früher als dein Verwandter beErdigt wird, aber es wird nicht lange dauern. Es ist eigentlich egal, da meine Träume jetzt ziemlich beErdigt scheinen.“

„Daraus wächst vielleicht etwas…“

„Ich weiß es nicht….Ah, weißt du was? Ich habe eine prachtvolle Hortensie in einem Töpfchen in einem Park gesehen. Am nächsten Tag war sie schon in der Erde des Blumenbetts. Aus dem Töpfchen in die Erde! Ich glaube, es geht ihr dann so besser. Du hast recht, ich versuche lieber noch mehr Erde unter den Pfoten zu bekommen.“