miércoles, 10 de agosto de 2011

Se llamaba Dolores (Historia, literatura y cine IV)


“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas... ...era Lo, sencillamente Lo por la mañana... ...era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos fue siempre Lolita”



Así comienza la genial novela del genial Vladimir Nabokov, que fue calificada en su día de pornográfica, fue prohibida y vilipendiada, su autor acusado de criminal... vamos que escandalizó y sigue escandalizando a muchos de los que la leen. A mí, para variar me fascina. La gran novela americana escrita por un ruso, jeje, sólo por eso ya me gusta. “Lolita” escandalizó porque es una obra tremendamente escandalosa. La pasión abusurda del cuarentón Humbert por la doceañera Lolita debió ser por sí sola un mazazo en la puritana sociedad de los EEUU, pero no es eso lo más escandaloso de la obra. Dolores Haze no es una pobre niña de la que abusa un pervertido, es en realidad un putoncete adolescente, consciente en todo momento de las (para ella) ridículas ansias de Humbert, y dispuesta a hacer valer sus armas de “minifemme fatale” y aprovecharse cuanto pueda de la situación. Es ella quien maneja los hilos, es ella la que lleva loco al pobre idiota de Humbert, quien come de su mano como un perrito y no vive más que para complacerla en todos sus infantiles caprichos.

Sólo Humbert es capaz de ver algún atractivo sexual en esa pequeña estúpida pagada de sí misma, que desde fuera resulta un personaje no sólo asexual, sino francamente irritante: come chicles con la boca abierta, suele ir sucia y desgreñada, lloriquea y se enfada como un bebé, dice tacos que no vienen nunca a cuento, no para de discutir con su madre, se coge rabietas de niña malcriada, amenaza con abandonar a Humbert o le chantajea vilmente con sus favores sexuales cada vez que se le mete algo en la cabeza y quiere conseguirlo a costa de él. La verdad es que dan ganas de darle dos bofetones, y otros dos de paso al tonto de Humbert, que con ojos bovinos no para de hablar de su piel de melocotón y de sus rizos dorados. Además no tiene el menor escrúpulo en acostarse con el marido de su madre cuando cree que ésta se halla gravemente enferma en un hospital, y tampoco cuando Humbert le comunica que en realidad lleva muerta ya varios días. Para celebrarlo se van los dos de luna de miel a visitar un motel tras otro y a dilapidar la pequeña fortuna de Humbert. De la infortunada  Charlotte se olvidan ambos enseguida, su marido y su hija, hasta doscientas páginas más tarde cuando se ven  obligados a vender y repartirse su herencia.




Charlotte Haze, la madre de Lolita es un personaje entrañable. Se enamora de Humbert a primera vista, cuando éste aparece en su casa para alquilar una habitación y mientras él la mira asqueado, buscando la oportunidad para largarse de allí cuanto antes. Le presenta inocentemente a su hija Dolores, que está mascando chicle y holgazaneando en el jardín y la pobre no se entera del impacto que la niña provoca en Humbert. La verdad es que no se entera de nada hasta que, ya casada con Humbert, descubre ese maldito cuaderno que él guardaba bajo llave. Es fácil meterse en su piel e imaginar como debió sentirse. Una mujer enamorada, que planea su futuro con el hombre que ama y lejos del pequeño demonio de su hija, a la que odia; de repente descubre un diario oculto y lee como su amado, de su puño y letra, dice de ella lindezas como: “la gorda Haze, la mala puta, la vieja foca, la cargante madre, la vieja y estúpida Haze”. Por más que a renglón seguido Humbert trate de convencerla de que lo que ha leído es un fragmento de la novela que escribe, y que no se está refiriendo a ella con esos insultos ni a su hija con las muy abundantes y explícitas alusiones sexuales, Charlotte no le cree. Le grita que es un monstruo, le dice que se va de la casa esa misma noche y que nunca volverá a ver a Lolita. Inmediatamente se pone a escribir cartas, sospecha Humbert que a algunos familiares, a la directora del internado donde se encuentra Lolita, o quizá a la propia Lolita, y cuando un rato más tarde y en pleno frenesí, sale a echarlas al correo cegada por el llanto, es atropellada por un coche y muere en el acto. Las cartas, que no llegó a depositar en el buzón, se las devuelve la policía al presuntamente conmocionado viudo, que no tiene más que fingirse unos días destrozado por el dolor y a continuación correr en pos de Lolita. Charlotte es el único personaje que muestra algo de humanidad en esta novela, y desde luego el único capaz de amar sinceramente y con el corazón. Así le va.
 
 
En cuanto a Humbert y su obsesión por las nínfulas, haría las delicias de cualquier psiquiatra: traumas infantiles, obsesión, delirios paranoides, falta total de empatía, comportamientos sádicos y masoquistas, regresiones... y todo eso sumado a un irresistible atractivo sexual que le facilita mucho la vida en todos los aspectos, para qué negarlo. A veces sueña con vivir toda la vida junto a Dolores como marido y mujer, otras se deja insultar y amenazar por ella, devolviéndole a cambio besos y caprichos. En otras ocasiones es él quien la amenaza, y también de vez en cuando planea cómo librarse de ella dentro de un par de años o así, cuando deje de ser una nínfula y ya no le interese. Finge ser su padre y estar educándola, y permite que la pequeña calientabraguetas le llamé “papá” en público, cuando ambos saben que eso le pone a cien. Aunque enfurece por dentro, hace como que no da importancia al hecho de que Lolita le cuente tan fresca que no se ha iniciado sexualmente con él a la tierna edad de doce años, sino antes en el campamento de verano con su amiguita Elizabeth primero y después con Bárbara y Charlie de catorce y trece años respectivamente. Humbert piensa que es posible que Lolita se lo esté inventando, pero su destreza y desparpajo en la cama le hacen dudar y convertirse en un padre celoso, de una manera tan enfermiza que llama la atención a los profesores de Lolita. Celoso y enfermizo como el amante que en realidad era.
 

Evidentemente, en las dos versiones cinematográficas de “Lolita”, la de Stanley Kubrick (1962) y la de Adrian Lyne (1997), las relaciones sexuales entre Humbert y Dolores pasan casi desapercibidas. Hay alguna alusión verbal, alguna mirada provocativa y en una escena que no se incluyó en el montaje final de la película de Lyne, ambos están en el sofá tonteando y se rozan un poco las piernas mientras Lolita sonrie picarona. Punto final, el resto a la imaginación del espectador. En la novela de Nabokov, el sexo es el motor que lo hace girar todo. Sin dar detalles escabrosos, con una finura exquisita, Nabokov hace decir a Humbert que cuando Lolita se paseaba delante de él no podía contener sus erecciones ni el dolor que éstas le causaban; que no era capaz de negarle nada a su amadísima de doce años después de que ella le hiciera probar las delicias de su boca; que una determinada noche se convirtieron técnicamente en amantes y que lamentaba no poder copular con ella un día en que Lolita se encontraba enferma de fiebres. No deja lugar a la duda de cual era la naturaleza de su relación, naturaleza que los dos cineastas tratan de que no se note demasiado durante todo el tiempo que duran sus respectivas películas, invirtiendo así radicalmente su sentido original. En mi opinión la maestría de la novela consiste en haber creado algo hermoso partiendo de una historia que de ser real pondría los pelos de punta al más pintado. Afortunadamente, se trata de una novela de ficción, y ninguno de sus personajes existen o han existido, así que el autor hizo bien en moldearlos a su manera y tomarse esas libertades con ellos, creando de paso una de las novelas  magistrales de la literatura universal. Los susceptibles y puritanos que nunca llamarían “asesina” a Agatha Christie, tampoco deberían llamar “pornógrafo” a Nabokov.



4 comentarios:

  1. Un comentario muy crudo opuesto a quienes opinan que Humbert es un violador. Lolita es una púber en total desventaja. El perfil de la madre es lamentable imbécil, apática y enamorada. Es ficción el relato pero tiene un sustento en la realidad que enfrentan algunas adolescentes

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    1. Bueno, yo creo que estaría en total desventaja si fuera una adolescente real, pero pienso que en la novela el autor hace que sea ella la que lleva los hilos. Por eso fue tan escandaloso.

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    2. La persona que ha escrito esto no ha comprendido nada. Lolita es una niña a la que un pervertidos pederasta ha corrompido. Es un ser repelente y de terroso, creo que de los más viles que nunca pude imaginar. Siento mucha trsyeza por el desamparo absoluto de Lolita, a quien su inocencia fue arrebatada por un xerdo

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    3. Querido Anónimo: ni Lolita es una niña, ni está desamparada, ni le han arrebatado su inocencia simplemente porque Lolita no existe. Es un personaje de ficción. Si fuera una niña real habría que hablar en otros términos.

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