miércoles, 27 de julio de 2011

Hambre de buey

Hoy toca temita desagradable, muy desagradable. Lo siento, pero alguna vez tenía que pasar, este es un blog extraño y agridulce, como la vida misma.

“Hambre de buey” es la traducción literal de la palabra “bulimia”. Terrible traducción y terrible enfermedad, sucia, desconocida, infame. Permitidme que hable en femenino... sé que también hay hombres que la padecen, pero la puta bulimia es tan autodestructiva, tan femenina... hambre de buey... las mujeres bulímicas en realidad pocas veces sienten hambre, entendida ésta como la necesidad física de alimento, pero sin embargo su necesidad psicológica de llenar el agujero negro localizado en su estómago es tan inmensa que sí, semejan un buey hambriento e insaciable. A escondidas, siempre a escondidas, es un añadido más a la sinrazón de su delirio. Al contrario que las anoréxicas, que exhiben su delgadez y no pocas se sienten orgullosas de ella, las bulímicas se avergüenzan cada segundo de padecer esta enfermedad que las hace comer sin mesura, y  no permiten nunca que nadie presencie un brote. NADIE. NUNCA. Por eso se esconden. Cuando una chica delgada, etérea y frágil se niega a comer en público recibe todas las atenciones, y siempre anda rodeada de admiradores que la cuidan, le insisten para que coma, le acercan la cuchara con amor; los hombres tienen con ella fantasías de princesita necesitada de protección con caballero andante; las mujeres, especialmente las bulímicas, anhelan ser como ella, tan delgada, tan divina, tan el centro del universo. Cuando una chica gorda y zafia se pone a comer sin parar durante horas... literalmente SIN PARAR DURANTE HORAS... (inténtenlo, no es fácil, no se puede hacer sin haber perdido totalmente el control de una misma. Inténtenlo y verán como una persona normal y sana, no puede hacerlo) ...es tan incómodo de ver... es tan molesto... tan desagradable... nadie se acerca a quitarle con amor la cuchara de la boca ¿para qué? ningún caballero desea inmolarse por el amor de una monstrua. Y las bulímicas lo saben, porque bajo capas de grasa también ellas albergan un corazón de princesa frágil y necesitada de cariño, sólo que está tan escondido que nadie es capaz de verlo. Los príncipes desvían la mirada y las ogras bulímicas van al baño a vomitar. A veces el baño es su único amigo, el único lugar donde una bulímica puede sentirse limpia, delgada y etérea durante unos minutos. Antes de volver a comer. Antes de volver a torturarse.

Hablando de vómitos... cómo odian las bulímicas a los ignorantes bienintencionados... malditos gilipollas... cuando una bulímica no puede vomitar y necesita vomitar, suele buscar algo que le ayude alguna técnica, algún truco. Entra en internet y teclea en google “cómo vomitar” y entonces aparecen diez, doce páginas creadas por apóstoles del bien (casi siempre hombres, manda güevos) que han hecho su buena obra del día, se han puesto la medalla y se han largado tan satisfechos, pero que nunca cogerían entre sus apuestos brazos a una mujer gorda y comilona, porque no serían capaces de mirarla a los ojos hundidos en su cara obesa. Pero por internet sí se atreven a dar consejos, no necesitan mirar a los ojos a nadie: “no vomites” “vomitar es malo, no lo hagas” “pide ayuda, estás enferma” “vomitar no es la solución” “así no arreglas nada” “confía tu problema a alguien que te quiera” y lo peor, lo peor, lo peor “eres hermosa tal y como eres”... NO, PANDA DE IDIOTAS, NO, eso vale para las anoréxicas pero no para las bulímicas. Las bulímicas no se ven gordas, ESTÁN gordas, la gente a su alrededor no para de repetirles nunca lo gordas que están. Y claro que serían hermosas si no tuvieran esta enfermedad, pero con la enfermedad no lo son. Porque no consiguen adelgazar por más que vomiten, porque los vómitos y el dolor de estómago les han deformado la cara que se les ha hinchado más aún, porque a veces se les caen los dientes y se les rompen las uñas, porque llorar no adelgaza, porque se han dañado ya las cuerdas vocales y el esófago, porque las rodillas, los tobillos y los codos les duelen como si fueran viejas, porque se les hincha el vientre, porque su hígado deja de funcionar bien, porque cuando se desmayan por una bajada súbita de potasio no hay nadie que las coja galantemente en brazos, y entonces caen y se golpean contra el suelo que está muy frío, muy duro y muy solo. Así que los apóstoles sin fronteras harían mejor dedicándose a salvar a las ballenas o apadrinar niños del tercer mundo, y dejando en paz a las bulímicas. Ellas vomitarán con o sin sus estúpidos consejos y más vale así, porque si no consiguen vomitar se abrirán en canal para sacar de su cuerpo todo lo que han sido capaces de meter en él, mientras el apuesto oenegista del “no vomites” finge no verlas y se larga a hacer voluntariado en favor de los mendigos cojos de Calcuta, que al menos son simpáticos, flacos y agradecidos. Para una bulímica, dejar de vomitar es haberse curado y ello requiere un tratamiento farmacológico y psicológico, requiere tiempo y requiere que sea el momento adecuado. En ocasiones el momento adecuado nunca llega o llega tarde.

Como si no tuvieran bastante con su enfermedad, las bulímicas necesitan hacerse daño, aún más. Suelen cortarse, quemarse o golpearse con furia. Sí, a veces cuando se encierran en el baño no sólo vomitan, sino que se cortan con una cuchilla en los brazos, las piernas o el vientre. El dolor físico y la sangre alivian el otro dolor, el que no alivian los medicamentos ni las palabras bienintencionadas de alguien que no tiene la más mínima idea de lo que siente una bulímica. Sólo la sangre y el dolor. También se queman con cerillas, normalmente en las manos y antebrazos, o se golpean con los puños o con cualquier tipo de objeto. Todo vale cuando todo se ha perdido ¿qué más da? El dolor es su pequeño secreto, sólo ellas pueden entender cúanto alivia ese dolor. Y no, no son comportamientos masoquistas, son comportamientos inevitables cuando se ha perdido el control, son gritos de ayuda desesperados que nadie oye, son cicatrices  que le recordarán siempre a la bulímica lo que es y lo que ha sido. Aunque algún día se cure, su cuerpo y su alma estarán siempre llenos de cicatrices para que nunca olvide. Cuando sea capaz de volver a mirarse en un espejo, lo primero que verá serán sus cicatrices. La bulimia a veces desaparece, pero siempre permanece cercana como la espada de Damocles, al acecho para volver a cazar a su presa. Sabe que su presa, aun cuando se haya curado, es tremendamente frágil.

Y sí, la bulimia es una enfermedad mortal, muy mortal. A veces se producen hemorragias internas por los vómitos, y la bulímica se desangra por dentro sin que nadie se dé cuenta, hasta que se desmaya y muere. Otras veces el hígado deja de funcionar totalmente. Otras se pierden tantas sales minerales con el vómito que quien se para es el corazón, y adiós.  Pero no suele ser tan fácil ni tan rápido. Las bulímicas mueren por suicidio, normalmente después de varios años de tortura física y mental, después de varios intentos de curación, de varias recaídas, cuando todo lo que se ha ido gestando durante esos años sale a flote en un momento de desesperación. Sí, casi todas las que no consiguen curarse se suicidan, es una enfermedad con la que no se puede vivir, pero no se refleja en las estadísticas porque la verdadera causa del suicidio ha pasado inadvertida durante años a familiares, amigos, profesores... los que van quedando. Dicen que la chica tenía depresión, o que no saben cómo ha podido pasar, que no se lo explican. No saben que la bulimia te conduce de la mano a la muerte desde el primer instante, desde el primer atracón, pero eso ni siquiera la propia enferma lo sabe hasta el final, hasta que se encuentra una vez más a solas cara a cara con su enfermedad y dice BASTA, esa vez dice BASTA YA. Bulimia y vida son incompatibles, se arañan, se arrancan jirones de la enferma la una a la otra hasta que la desgarran, la agotan y la hacen decidirse definitivamente por una de las dos. La bulimia o la vida, porque la bulimia siempre significa la muerte.



2 comentarios:

  1. Buen tema zenia, aunque para mi gusto escrito un poco fuerte, aunque claro sabes que soy sensible y estas cosas me afectan.

    Un besito

    ResponderEliminar
  2. Uisss, lamento haber herido tu sensibilidad en nuestro primer contacto blogero. I´m sorry, pero lamentablemente estas cosas son así y creo que es así como deben ser contadas. Real como la vida misma.

    Gracias por tu comentario, Carlos, espero verte por aquí a menudo. Otro beso para ti.

    ResponderEliminar