lunes, 28 de mayo de 2012

Maridos y mujeres

Hace unos días leí en internet la noticia de que había fallecido la mujer de Florentino Pérez, y como la pobre también tenía un nombre de lo más cursi me hizo recordar a Bibis Salisachs de Samaranch (nótese especialmente su segundo “apellido”) la mujer del antiguo presidente del Comite Olímpico Internacional. Evidentemente yo no conocía de nada a ninguna de las dos ilustres damas, pero de Bibis recuerdo una entrevista que le hicieron en la tele hace muchos años y la recuerdo como una mujer delgada, elegante y enjoyada, impecable, bien maquillada, educada con esa educación de la alta sociedad, pija, discreta, exquisita, guapa, todo ello en grado superlativo, y sobre todo muy orgullosa de estar siempre a la sombra de Él. Sí, de Él con mayúscula. De hecho se le iluminó la cara cuando el presentador le pregunto: “Bibis, en estos momentos ¿dónde se encuentra Él?”

Mª Teresa Salisachs, conocida como Bibis
Bueno, pues resulta que cuando se acercaban los Juegos Olímpicos de Sidney en el año 2000, Bibis padecía un cáncer terminal y estaba muy grave, pero aún así su esposo Juan Antonio, perdón, el Señor Presidente del COI, se fue a Sidney a inaugurar los Juegos con el procedente y adecuado discurso. Bibis, la pobre inoportuna, murió a los pocos días en plenos Juegos Olímpicos y sólo entonces Samaranch voló a España para asisitir al entierro de ella (con minúscula). Declaró a los periodistas que había sido “una gran pérdida, una pérdida irreparable” pero lo dijo en el mismo tono en que alguien diría “ahora hace sol, pero hay alguna nube y es posible que esta tarde llueva”, y además lo dijo minutos después del entierro y minutos antes de coger otro avión a Sidney. Y qué queréis que os diga, admito que ese tipo de mujeres me caen fatal, pero cuando vi las declaraciones de su marido, con el que llevaba casada cuarenta y cinco años, se me encogieron por dentro el alma y las entrañas. Por favor ¿se puede ser más cínico y más desagradecido? después de que otro ser humano te haya dedicado su vida, toda su vida que se dice pronto ¿ni siquiera eres capaz de renuciar a un compromiso profesional, A UNO, para estar ahí cogiéndola de la mano, mirándola a los ojos y diciéndole que la quieres mientras se está muriendo?

Inaugurando olimpiadas
Sí, era una ocasión muy importante, pero supongo que el COI tenía un vicepresidente y todo el mundo hubiera entendido que éste diera el discurso inaugural de los Juegos y excusara la ausencia de Samaranch debido al gravísimo estado de salud de su mujer; los seres humanos normales tenemos corazón y solemos entender esas cosas. Si Samaranch después del entierro hubiera cogido ese avión y aparecido en Sidney para cumplir sus compromisos profesionales, en la siguiente prueba deportiva se hubiera guardado un minuto de silencio por Bibis y él hubiera quedado como un señor. Así, a mi entender quedó como un capullo.

En aquel momento me prometí a mí misma, pero en plan Escarlata O´Hara poniendo a Tutatis por testigo, que si alguna vez aparece un hombre así en mi vida, por encantador que pueda ser en la primera cita le daré una patada en el culo que lo envie a Sidney a hacer compañía al fantasma de Samaranch. Y me parece que aún lo enviaré cerca.


5 comentarios:

  1. Cuanta verdad dices!!!
    muy bien Zenia, no dejes de escribir, me encanta tu estilo ; )

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  2. Gracias Ángeles. No te preocupes que no pienso dejar de escribir, además ahora internet nos lo pone fácil... prometo morir con la pluma en la mano, o con la mano en el teclado, que viene a ser lo mismo ;-) Un abrazo

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    1. ¿Tú? Querida, tú morirás con la mano en el muslamen de algún tío bueno. Predigo.
      Ja,ja,ja. Mil besos, guapa!

      P.D. Pero sí, estoy de acuerdo con Ángeles, escribes genial.

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    2. Jajajaja, bueno, lo cierto es que no sé cómo moriré, pero espero cuando llegue ese momento haberme hartado de teclados y de muslámenes de tíos buenos. ¡Y no es fácil que me harte, ni de una cosa ni de otra!

      Besitos y gracias a las dos por vuestros piropos

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    3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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