jueves, 28 de julio de 2022

Ensamblando de nuevo el puzzle de la vida (Diario de guerra XII)

COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK

(english below)


Es casi seguro que toda la gente que tiene de alguna manera relación con Ucrania, ya se ha dado cuenta de que ni la vida ni el mundo volverán a ser como antes. Así que estamos intentando construir una especie de “normalidad”, ya que los cambios van para muy largo. O más bien habrá cambios habitualmente, así que tenemos que adaptarnos. Tenemos que aceptar la realidad de la guerra, y el hecho de que tiene que haber vida normal y pacífica fuera del campo de batalla. El ejército ucraniano está luchando para que tengamos la posibilidad de vivir en paz, así que está bien y es deseable que disfrutemos de la paz, al menos de cuando en cuando. Muchos soldados opinan igual, incluyendo un conocido mío, fotógrafo de mi grupo de baile, que lo escribió en un chat unas semanas antes de su muerte.

Dicen que es mucho más difícil adaptarse al regreso de la paz que a la guerra. Pasar de la guerra a la paz significa pasar de lo básico a la abundancia, lo que puede resultar abrumador sobre todo al principio. De hecho la guerra reduce la vida a lo básico: o bien el instinto primario de la simple supervivencia, consistente en realizar acciones físicas sin casi emoción ni intelecto; o bien el principio creativo de la propia vida respondiendo a las cuestiones básicas acerca de qué y quién es importante para ti mismo. De todas formas, no hay una linea de división clara entre estos dos puntos. Posiblemente prevalezca el instinto primario cuando estás cerca del campo de batalla. Y al mismo tiempo, estar cerca del campo de batalla puede ser la consecuencia de experimentar tu fuerza creativa: “mi país y mi gente son importantes para mí, así que no puedo evitar dejar todo atrás  e ir a defenderlos”. También funciona al revés, si no encuentras tu misión en la vida o no tienes el coraje de ponerte frente a frente contigo mismo, ir a la guerra puede dar un sentido a tu vida: estás defendiendo a tu país. Hace unos años leí en algún sitio algo acerca de hombres que iban a la guerra por despecho o por haber perdido la esperanza de algún amor, esperando morir lo más rápido posible o al menos no pensar en su dolor.
Es un hecho curioso que estar cerca del peligro proporcione alivio: lo ves todo con tus propios ojos y lo escuchas todo con tus propios oídos, así que estás recibiendo suficiente información para no imaginar un apocalipsis cuando realmente no lo hay. Es lo que experimenté al visitar Zaporiyia (a unos 30 km del frente en esos días, si no recuerdo mal) a principios de mayo, o la vacía Kiev en marzo. Cuanto más me acercaba al frente, más aliviada me sentía. No experimentaba la sensación de estar en la guerra o en peligro. Me sorprendieron las pacíficas y soleadas calles de Zaporiyia. Kiev en marzo estaba inquietamente vacía y en alerta máxima, pero tranquila, excepto por las sirenas y el sonido de dos explosiones lejanas cuando cogí el autobús. Quizá el sentimiento de alivio se explique por el paso de la paz a la guerra, es decir, de la abundancia a lo básico, cuando se vuelve necesario concentrarse y ver las cosas con claridad.

Ahora estoy en la “pacífica” Kiev intentando volver a ensamblar el puzzle de mi vida. Antes de la guerra estaba bien ensamblado, no era lo ideal pero iba progresando. Ahora todo parece fuera de su lugar, como si alguien hubiera venido el 24 de febrero y hubiera volcado la mesa con mi puzzle. Hay algunas piezas que aún no he podido encontrar, que se han perdido. Por ejemplo leer, bailar, algunos amigos, viajar o para ser justos, cosas que tampoco conseguía encontrar antes de la guerra. Puedo restablecer algunas de esas cosas, pero tengo que vencer una extraña resistencia dentro de mí para hacerlo. Además necesitaría apiñar otros elementos importantes de mi vida diaria, que se han ido haciendo pequeños y parece que ya no los necesito para nada. Volveré a tener una vida variada más pronto o más tarde, como ya han hecho algunos de mis amigos. Pero hasta ahora he estado observando grandes zonas vacías que se resisten a ser llenadas.

Al mismo tiempo, muchas piezas de otros extraños puzzles se están amontonando en las esquinas del mío. La adrenalina ya no funciona más, así que es tiempo para que salgan a flote las emociones y los pensamientos (no, todavía no). Pequeñas y grandes bestias de moldes de pensamiento regresan como en la vida rutinaria y pacífica (sólo si eres capaz de verlos, en la vida en paz son más invisibles). También se les unen los pensamientos “globales” acerca del futuro de tu propio país, Europa, el mundo, la naturaleza humana, la vida y la muerte de mucha gente, pensamientos, decisiones y emociones de personas conocidas y desconocidas. Esas bestias parecen haber engordado gracias al alimento de la guerra. Es todo un reto sentirse vivo y desenvolverse cuando sabes que algunos quieren acabar con tu cultura, tu gente y tu país. Y al mismo tiempo está el poder del “a pesar de”. Creo que los ucranianos que están viviendo la guerra, están más “vivos” que algunos extranjeros que viven en países pacíficos, atrapados por la vida cotidiana que no les obliga ni motiva a responderse una pregunta tras otra. Otra cosa es que preferiría responder a esas preguntas leyendo libros de Historia, y no mirando a través de mi ventana o escuchando a mis amigos.



(Texto original)
Probably most of the people in any way connected to Ukraine realised that life and the world will never be the same any more. So we try to build up some “normality”, as these changes are there for a long time. Or rather, there will regularly be changes, so we have to adapt to them. We have to accept the war reality and the fact that there has to be peaceful life outside the regions of war actions. Ukrainian army is fighting for our possibility to live in peace, so it is Ok and even desired that we enjoy peace, at least from time to time. Many soldiers write and say that, including my acquaintance, a photographer from my dance community, who wrote it in a group chat several weeks before his death.
They say that it is much more difficult to adapt (back) to peace than to war. Moving from war to peace means moving from the core to exuberance which might feel overwhelming, at least at the beginning. Indeed, war reduces the life to its core: either instinct core of simple survival consisting of physical actions with minimal (almost tabooed) emotions and minimal intellectual ponderings or the creative core of one’s individual life answering the principal questions about what and who is important to unique yourself. However, there is no clear watershed between these two cores. Probably the instinct core prevails when being in the region of war actions. At the same time, being situated in the region of war actions might be the consequence of experiencing your creative core: “my country and my people are important to me, so I cannot help leaving everything behind and defending them.” It also works vice versa: If you cannot find your mission in life or if you don’t have the courage to face yourself, going to the region of war might give your life a meaning: you are defending your country. Some years ago I also read somewhere about men who went to war because of despair or unrequited love hoping to die more quickly or to get distracted from pain.
Interestingly, being closer to danger gives some kind of relief: you see everything with your eyes and hear with your ears, so your imagination receives enough information not to draw pictures of apocalypse if there is no apocalypse. I had such experience when I visited Zaporizzhya (some 30 km from the frontline back then, if I remember correctly) in the beginning of May or empty Kyiv in March. The closer to the frontline I came, the more relieved I felt. However, I did not experience any war actions or danger there. Zaporizzhya surprised me with its peaceful sunny streets. Kyiv in March was eerily empty and in full alert, but quiet, except for sirens and the sound of two faraway explosions when I took off the bus. Maybe the feeling of relief is also explained by the transfer from peace to war, i.e. from exuberance to core, where focus and clarity are needed.
Now I am in “peaceful” Kyiv trying to reassemble the puzzle of my life. Before this war, it was pretty assembled, not ideal, but I had a feeling of progress. Now everything seems to be out of balance, as if somebody came on February, 24 and turned over the table with my puzzle. I still cannot find some elements, they are missing. For example, reading, dancing or some friends or travelling or to be fair, something I did not manage to find before the war. I can restore some of these elements, but I have to overcome a mysterious reluctance inside me to do that. Also, I would need to squeeze those earlier important elements into my daily life which shrunk and does not seem to have place even for some basic things any more. I will restore life diversity sooner or later, like some of my friends already did. But so far I have been looking at several big empty fields resisting to be filled.
At the same time, a lot of elements of other, alien puzzles are crowding in several corners of my puzzle. Adrenaline is not working any more, so now there is time for all the emotions and thoughts (No, it is not). Small and big beasts of thought patterns come back like in routine peaceful life (only if you see them, in peaceful life they are more invisible). Also, they are joined by the “global” thoughts about the future of your country, Europe, the world, the human nature, life and death of many unknown and known people, thoughts, decisions and emotions of many unknown and known people. Those beasts seem to have got fatter thanks to the food of war. It is quite a challenge to feel alive and unfold if you know that your culture, people and country are wanted dead. At the same time, there is the powerful “in spite of”. I think, Ukrainians who experienced war, are more “alive” than some foreigners living in a peaceful country captivated by everyday life, which does not force or motivate them to ask questions and question. The other thing is that I would prefer to ask those questions while reading history textbooks and not while looking outside my window or listening to friends.

domingo, 24 de julio de 2022

Conversación espontánea sobre el amor y los envíos de rusos (Diario de guerra XI)

COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK

(german below) (deutch unten)


Al igual que en todas las conversaciones en las que interviene Pandino, ésta es en alemán, porque él apenas sabe hablar o pensar en inglés. Después de estar en Kiev toda una semana, me di cuenta de que Pandino estaría a salvo aquí. Yo necesitaba un viejo amigo en mi nueva-vieja vida, incluso un silencioso viejo amigo. Él ha estado callado durante estas dos semanas en Kiev y hoy ha roto su silencio de manera espontánea, así que hemos pasado toda la tarde hablando.


"Pandino, ¿por qué estás tan pensativo todo el tiempo? ¿en qué piensas?”

"Estaba enamorado de una mujer"

"¿De verdad?"

"Sí"

"¡Eres demasiado pequeño para eso!"

"No"

"Si tú lo dices... ¿por qué hablas en pasado?"

“Creo que ella no me ama. Ella tiene su propia vida"

"¿Y? ¿No hay lugar para ti en su vida?

“No lo sé, no creo. Pero ése no es el problema”

“¿Cual es, entonces?”

"Quisiera tener algo bonito. Sería como un soplo de aire fresco. Amor en tiempos de guerra”

"¿Y?"

“Yo apenas tengo nada. Sin embargo, no lo digo por eso. El amor no necesita tener un propósito o realizarte. Sólo tiene que ser amor sin un porqué ni un para qué. Aparentemente, mi amor surgió más como una cadena, aunque de manera inconsciente..."

"También puede ser ambas cosas. Incluso el amor frívolo se convierte a veces en una cadena"

"Entonces eso no es amor. El amor es libre. Y encadenarse significa no ser libre.”

"Eres demasiado estricto"

"No. De todos modos, ella se irá en algún momento y no volverá"

"¿Esta mujer?"

"Sí"

“Eso no lo sabes. Quizás en el futuro…"

"He tenido otras ilusiones. Acabaron destruidas”

"¿Por la realidad?"

"Sí. No quiero volver a tener ilusiones rotas"

"Lo sé. ¿Quizás deberías pisar más la tierra con los pies y tener menos nubes en la cabeza?”

"Las nubes me gustan mucho"

"Sé que te gustan las nubes, pero la vida es más de tierra. Incluso las flores crecen en el suelo”

“Correcto, lamentablemente. La tierra no me interesa mucho”

"¿Estás seguro de que fue amor? ¿No sería sólo una nube pasajera?”

"Quizás. De hecho, hace tiempo que está lloviznando en mi alma”

"¡Bueno! Lo vas entendiendo. No estás tan ciego, me alegro"

"¡Qué arrogancia! Me da pena. Incluso aunque estuviera ciego, sería por mi propia voluntad”

“Mientras que no te haga daño. Está lloviznando ahora en tu alma, ¿verdad? ¿No ves que afuera hace un sol deslumbrante?"

"¡Exacto! ¡Deslumbrante! Te distrae y es agotador. Espero que empiece pronto a llover"

"¿Solo entonces estarás a gusto recordando a tu amor?"

"Exactamente, con este calor mi añoranza parece fuera de lugar. Se supone que debería alegrarnos que llegue el verano, ¿verdad? pues a mí no me alegra. Es agotador"

"Lo sé. Lástima que Storch no esté aquí. Él te haría razonar”

“Estoy bien sin él. Puedo concentrarme mejor en mi dolor. Me molestan sus constantes comentarios hirientes acerca de mi sufrimiento. Hablando de calor, ¿qué tal va todo por ahí, abajo a la derecha en el mapa, bajo el bombardeo estival?”



“Zona caliente. Anoche llamaron a mi madre para avisar de que el primo de mi padre había muerto. Su cuerpo, junto a los cuerpos de sus camaradas están siendo recogidos del campo de batalla. Tenía unos 35 años. Lamentablemente no sé nada más. Hoy informaron a mi madre de que habían encontrado la cabeza del primo, pero todavía están recogiendo restos. En su pueblo ya lo esperan para el funeral”.


“¿Cuánto hay que esperar?"

"No se sabe. No es fácil recoger y transportar los cuerpos mientras siguen los bombardeos"

"Claro. Es bueno que ya se haya encontrado la cabeza. La cabeza me parece la parte más importante del cuerpo. Pero quizás hubiera sido mejor recibir más tarde la noticia de su muerte. Si al menos hubiera muerto cerca de su pueblo... cuando no es así hay que esperar, y es inevitable pensar en qué será lo que ha quedado de él”

“Afortunadamente era huérfano y no tenía familia. Probablemente somos los únicos parientes. Y no nos tratábamos mucho”.


“Entonces, ¿hay una relación entre el sufrimiento y el grado de relación/parentesco/familiaridad? No pareces muy preocupada..."

“Parece que sí la hay. Pero no es una relación matemática. Muchas personas confían en “desconocidos simpáticos", que se describen a sí mismos de esa manera. Al mismo tiempo, las personas nos estamos convirtiendo en un número. Y no hay nada que se pueda hacer al respecto"

“¡Desde luego! Deberían escribirse muchas historias. Acerca de cada ser humano”


“¿Quién iba a leer esas historias?"

“Eso es lo de menos. Los muertos merecen que se escriba sobre ellos. Al menos así se convierten en palabras que hablan de sus vidas. Y no en una pequeña parte de un número que engloba a todos los muertos. Por ejemplo 14.000 muertos. ¿Qué queda de 14.000 muertos después de su muerte? El número “14.000" en el que están incluidos todos ellos”


"¿Y quién escribe sobre los huérfanos y la gente sin familia?"

"¿Nadie? ¿Quizá las autoridades locales? No sé"

"¿Qué podrías escribir sobre tu pariente?"

"Poco. Era huérfano. Estuvo antes en la guerra de Donetsk y Lugansk, no sé exactamente dónde. Y tampoco sé cuándo. Una vez vino a casa y nos contó que esperaba que cuando fuera al frente, entendería mejor la guerra y sabría lo que realmente pasaba. Pero ahí en el frente nunca está claro qué es lo que pasa, ni quién es el que dispara: 

“El mando militar de nuestro Estado Mayor nos preguntó: ‘¿Qué ha pasado? vosotros estáis ahí” 

Los soldados le respondimos: “eso queríamos preguntarle, según las autoridades de Kyiv, ¿qué está pasando?” 


“Estuvo sentado en la mesa conmigo y con mis padres en 2014 ó 2015 ó 2016 ó 2017 ó 2018… no lo recuerdo. También era un poco embustero, mi padre lo descubrió por casualidad. Nunca entendimos esa actitud. Por ejemplo, dijo que podía arreglar un televisor y luego resultó que no sabía nada sobre televisores. Era un poco raro”.


"Bueno, no mucho. No parece que le conocieras demasiado. Pero es mejor  eso que que "uno entre 14 mil muertos"

"Déjame que les pregunte a mis padres. Ellos hablaron con él más que yo”

"¿Y qué hay de los rusos? ¿Deberíamos escribir historias sobre ellos? También recogemos sus cuerpos en pedazos. Antes había un montón de chistes acerca de rusos envasados en paquetes y el mapa de Ucrania “visto por” los ojos de los rusos”.

"No. Éso sólo son paquetes de rusos y muchos ojos cubriendo Ucrania, ni una palabra más acerca de ello. Las máquinas de asesinato, tortura y violencia deben ser destruidas... ¡Oh! ¡Olvidé que eres pequeño! Lo siento Pandino ¿Dónde has leído esos chistes? Es demasiado pronto para que leas esas cosas”


“Estaba (o quizá estoy todavía) enamorado. Ya soy mayor"

“De eso nada"

“¡Claro que sí! Los rusos empaquetados son justamente la realidad, al contrario que mi amor..."

"Sí, claro, eres un adulto. Pero ahora mejor vuelve a tus nubes. ¿Cuándo volverás a ver a tu enamorada?”

“Dentro de poco, antes del entierro de tu pariente. La verdad es que da igual, me parece que puedo ir despidiéndome de mi sueño”

"Tal vez tus sueños se hagan realidad..."

“No sé... ah, ¿sabes qué? He visto una hermosa hortensia en una maceta del un parque. Y al día siguiente ya estaba en el suelo del parterre. ¡De la maceta al suelo! Creo que estará mejor así. Tienes razón, procuraré tener los pies sobre la tierra".







(TEXTO ORIGINAL)

Like all my conversations with participation of Pandino this one is in German, as he can hardly speak or think in English. After I had lived in Kyiv for a week, I realised that it was safe here for him. I needed to have an old friend in my new old life, even if it was a silent friend. He hadn’t said a word during his two weeks in Kyiv. Today I sponaneously broke his silence and as a result, we spent the whole evening talking.

„Pandino, warum bist du die ganze Zeit so nachdenklich, che pensi?“

„Ich war in eine Frau verliebt.“

„Wirklich?“

„Ja.“

„Du bist doch dafür zu klein!“

„Nein.“

„Wenn du so sagst… warum sagst du es in der Vergangenheit?“

„Anscheinend liebt sie mich nicht. Sie hat doch ihr eigenes Leben.“

„Und? Gibt es für dich darin keinen Platz?“

„Ich weiß es nicht, anscheinend keinen. Aber es geht mir nicht darum.“

„Sondern?“

„Ich wollte etwas Schönes. Es wäre wie ein Zug frischer Luft. Liebe in Zeiten des Krieges.“

„Und?“

„Habe kaum was gekriegt. Jedoch ist es so sowieso nicht richtig. Liebe braucht keinen Zweck zu haben oder zu erfüllen. Es muss nur Liebe sein ohne wofür und weshalb. Anscheinend war meine Liebe eher als Anker gedacht, wenn auch unbewusst…”

„Es kann doch auch beides sein. Auch zwecklose Liebe wird zum Anker“

„Dann ist dies nicht Liebe. Liebe ist frei. Anker bedeutet zudem keine Freiheit.“

„Du bist zu streng.“

„Nein. Sowieso geht sie irgendwann weg und kommt nicht mehr.“

„Diese Frau?“

„Ja.“

„Du weißt es nicht. Vielleicht in der Zukunft…“

„Ich hatte ja schon Fantasien. Sie wurden eben gebrochen.“

„Von der Realität?“

„Ja. Ich möchte nicht wieder gebrochene Fantasien haben.“

„Ich weiß. Vielleicht solltest du auf eine größere Fläche Erde mit den Füßen treten und weniger Wolken im Kopf haben?“

„Die Wolken mi piacciano tanto.“

„Ich weiß, dass dir die Wolken gefallen, aber das Leben besteht mehr aus Erde. Selbst die Blumen wachsen in der Erde.“

„Stimmt. Schade. Die Erde interessiert mich wenig.“

„Bist du sicher, dass es Liebe war? Vielleicht war es nur eine Wolke?“

„Vielleicht. Tatsächlich nieselt es seit einer Weile in meiner Seele.“

„Gut! Capisci qualcosa. Du bist nicht blind, das freut mich.“

„Was für Überheblichkeit! Ich ahne hier Mitleid. Selbst wenn ich blind wäre, könnte ich es doch freiwillig sein.“

„Solange es dir nicht schadet. Es nieselt jetzt, ne? Siehst du nicht, dass draußen blendend sonnig ist?“

„Genau! Blendend! Es lenkt ab und macht müde. Ich warte auf den Regen draußen.“

„Erst dann kannst du nach deiner Liebe gemütlich sehnen?“

„Genau, so in der Hitze scheint meine Sehnsucht unangebracht. Man sollte sich über den Sommer freuen, oder? Ich freue mich nicht. Es ist anstrengend.“

„Ich weiß. Schade, dass der Storch nicht da ist. Er würde dich zur Vernunft bringen.“

„Es ist ohne ihn Ok. Ich kann mich so besser auf mein Leiden konzentrieren. Seine ständigen kritischen Anmerkungen zu meinem Leid wecken bei mir Unbehagen. Apropos Hitze, wie geht es dort unten und rechts auf der Karte, unter sommerlichem Beschuss?“

„Heiße Phase. Gestern in der Nacht hat meine Mutter einen Anruf bekommen, dass der junge Cousin meines Vaters tot ist. Sein Körper und der Körper seines Kameraden werden irgendwo dort gerade zusammengesammelt. Er war etwa 35 Jahre alt. Ich weiß leider nicht mehr genau. Heute wurde meine Mutter informiert, dass die Soldaten den Kopf des Cousins gefunden haben, aber sammeln noch weiter. Sein Dorf wartet schon auf ihn und die Beerdigung.“

„Wie lange muss man warten?“

„Sie sagen nicht. Unter Beschuss kann man wahrscheinlich nicht so leicht sammeln und transportieren.“

„Stimmt. Es ist gut, dass der Kopf schon gefunden wurde. Der Kopf scheint mir von allen Körperteilen am wichtigsten. Aber es wäre vielleicht besser später zu erfahren, dass er tot ist. Wenn seine Reste schon in der Nähe seines Dorfes gewesen wären… Sonst muss man ja noch warten und sich überlegen, was von ihm übrig geblieben ist und was ankommt.“

„Zum Glück ist er Waise und hat keine Familie. Wir sind wahrscheinlich die einzigen Verwandten. Und wir kennen ihn nicht so gut.“

„Besteht also ein direktes Verhältnis zwischen dem Leiden und dem Grad der Bekanntschaft/Verwandtschaft/Vertrautheit? Du scheinst nicht besonders betroffen zu sein...“

„Anscheinend teilweise ja. Aber man kann es so mathematisch nicht erfassen. Viele Menschen trauen gerade um „nette Unbekannte“, wie sie selbst beschreiben. Gleichzeitig werden Menschen immer mehr zu Zahlen. Und man kann dagegen nichts tun.“

„Doch! Man sollte viele Geschichten schreiben. Über jeden Menschen.“

„Wer wird sie schon lesen?“

„Es ist eine zweitrangige Frage. Die Toten haben eine Verschriftlichung verdient. Zumindest so werden sie zu mehreren Buchstaben, welche ihr Leben beschreiben. Und nicht ein Teil einer Zahl, der allen Toten gehört. Zum Beispiel 14 Tausend Toten. Was bleibt von 14 Tausend Toten nach ihrem Tod übrig? Die Zahl „14 Tausend Toten“, welche alle diese 14 Tausend Toten teilen müssen.“

„Und wer schreibt über Waisen und einsame Menschen?“

„Niemand? Die lokalen Behörden? Ich weiß es nicht.“

„Was kannst du über deinen Verwandten schreiben?“

„Nicht viel. Er war Waise. Er war noch früher im Krieg im Gebiet Donezk und Luhansk, wo genau weiß ich nicht. Wann genau, weiß ich auch nicht mehr. Einmal kam er zu uns und erzählte, dass man hoffte, dass wen man an die Front geht, versteht man den Krieg besser und weiß, was wirklich passierte. Aber dort an der Front ist gar nicht klar, was passiert und wer schießt: „Die Militärleitung aus unserem Stab hat uns gefragt: „Was passiert? Ihr seid ja da vor Ort.“ Wir haben geantwortet: „Das wollten wir Euch fragen. Was passiert laut Kyjiw?“ Er saß an einem Tisch mit mir und meinen Eltern, 2014 oder 2015 oder 2016 oder 2017 oder 2018...ich weiß nicht mehr. Er hatte auch ganz viel gelogen, wie mein Vater zufällig festgestellt hat. Wir haben nie verstanden warum. Zum Beispiel hat er gesagt, er könnte einen Fernseher reparieren und dann hat es sich herausgestellt, dass er keine Ahnung von Fernsehern hat. Er war ziemlich komisch.“

„Tja, nicht viel. Du hast ihn anscheinend gar nicht gekannt. Aber es ist doch besser als „einer von 14 Tausend Toten“.

„Lass mich noch meine Eltern fragen. Sie hatten sich mit ihm mehr unterhalten als ich.“

„Und was mit Russen? Soll man über sie vielleicht auch Geschichten schreiben? Man sammelt ihre Körper doch auch aus Stücken. Es gab schon früher so viele Witze über paketierte Russen und die Karte der Ukraine „in den Augen“ der Russen.“

„Nein. Das sind eben paketierte Russen und viele Augen, kein Wort mehr. Mord-, Folter- und Gewaltmaschinen sollten ja vernichtet werden… Ach! Ich habe vergessen, dass du klein bist! Entschuldige, Pandino! Wo hast du solche Witze gelesen? Solche Lektüre ist doch für dich zu früh.“

„Ich war oder bin (?) noch verliebt. Ich bin erwachsen.“

„Nein.“

„Doch! Paketierte Russen sind eben die Realität im Gegensatz zu meiner Liebe…“

„Stimmt, du bist erwachsen. Aber jetzt geh bitte lieber zurück in die Wolken. Wann siehst du die Frau nächstes Mal?“

„Früher als dein Verwandter beErdigt wird, aber es wird nicht lange dauern. Es ist eigentlich egal, da meine Träume jetzt ziemlich beErdigt scheinen.“

„Daraus wächst vielleicht etwas…“

„Ich weiß es nicht….Ah, weißt du was? Ich habe eine prachtvolle Hortensie in einem Töpfchen in einem Park gesehen. Am nächsten Tag war sie schon in der Erde des Blumenbetts. Aus dem Töpfchen in die Erde! Ich glaube, es geht ihr dann so besser. Du hast recht, ich versuche lieber noch mehr Erde unter den Pfoten zu bekommen.“

viernes, 15 de julio de 2022

La Cena y la librería




La Cena


Ese momento en el que entras y sientes de golpe el frescor, la penumbra y la contemplación absoluta. La Última Cena, la magnífica pintura de Leonardo da Vinci se descubre ante ti en un solo golpe de vista y por un momento crees que estás soñando. La tienes delante y ni te atreves a respirar porque sabes que el oxígeno puede dañarla, pero te acercas todo lo que se te permite, te zambulles en ella, quieres verlo todo, darte cuenta de todo, inspeccionar cada pequeño detalle de esos 40 metros cuadrados de pared. Escuchas las palabras de la guía con absoluta reverencia pero no apartas tus ojos de la Cena en ningún momento, casi ni parpadeas para no perder ni un solo segundo de los  quince minutos de que dispones. Es inmensa, física y emocionalmente. Es apabullante. Se te saltan las lágrimas. Te convulsiona, te deja temblando. El pequeño refectorio de unos humildes frailes se ha convertido en un lugar sagrado para la humanidad y el arte, donde impera la más absoluta reverencia, donde anida para siempre la pintura que brotó del alma y de las manos de un genio.


La Última Cena ha sufrido varias restauraciones a lo largo de su historia porque, contrariamente a lo que suele creerse, no se trata de un fresco. Debería tratarse, ésa era la idea, pero Leonardo fue un artista concienzudo y poco dado a las prisas, que se pasó meses mirando esa enorme pared en blanco hasta que consiguió ver en ella lo que quería pintar. Ni siquiera la más que comprensible desesperación de sus mecenas le apartaba de su exquisito método de trabajo, así que esta obra que popularmente se conoce como un fresco, no lo es. Cuando Leonardo comenzaba a pintar, el yeso ya se había casi secado, el pigmento no penetraba bien y no se mezclaba adecuadamente con el material, la capa de pintura quedaba más suelta de lo que sería deseable, y con el tiempo se despegaba y se deterioraba. La Última Cena ha sido el caballo de batalla de los restauradores desde que existe, pero hay que reconocer que han hecho un trabajo magnífico y hoy día puede disfrutarse en todo su esplendor. Con la aparición de nuevas técnicas ha sido posible incluso restaurar las restauraciones anteriores, y la pintura que hoy se contempla es casi exacta a la que en su día pintó Leonardo.


Debo decir que mi sobrina ha heredado mis genes cotillas para el arte y la cultura, lo cual para qué negarlo me llena de orgullo, y satisfacción y todo eso. Así que al terminar la visita nos acercamos las dos, ávidas de curiosidad, a hablar un poco “extra” con la guía, que nos atendió encantada. Yo me había fijado en la iluminación del refectorio que está en penumbra: dos focos junto al mural orientados hacia las paredes laterales y uno que no se veía pero iluminaba desde abajo directamente la pintura, lo que me pareció bastante raro. Así que le pregunté a la guía y ésta confirmó mis sospechas: no hay ningún foco en la parte de abajo. Es el arte de Leonardo y su magnífica capacidad como pintor lo único que ilumina en esta obra la parte central de la mesa, el horizonte y entre ambos la figura de Jesucristo. Impresionante, muy impresionante, pero cierto.



La iluminación. No hay foco en el centro.


La librería



“Parole e pagine” (palabras y páginas) se llama la librería. Está en el número 15 de la Via Moscova, en Milán y a priori no tiene nada de particular, es la librería del barrio donde mi sobrina y yo nos hemos alojado en nuestro viaje a Milán, y por supuesto no nos íbamos a quedar sin entrar a echar un vistazo. Y ahí es donde cambió la cosa. Es un negocio pequeño y lleno de rincones, en los que a veces te tienes que meter de canto para agacharte y escudriñar los últimos libros del estante, vamos, el típico sitio donde nosotras podemos estar horas disfrutando como enanas.


La selección de libros me pareció muy cuidada y muy inteligente: clásicos, autores italianos, algún que otro best seller (qué remedio…!), tesoritos de segunda mano y un mini ático dedicado en exclusiva a la literatura infantil. En la planta de abajo y tras el mostrador, el simpatiquísimo empleado cuyo nombre lamento mucho no recordar y que flipó un poco con nosotras, porque se ve que no es muy normal lo de dos turistas devorándose con los ojos durante un buen rato todos los libros de una librería apartada del centro, pequeña y rara. Estuvimos hablando con él de literatura, de historia, de España, de Italia, de nuestro viaje… vamos, un librero de la antigua escuela,  de los que disfrutan su oficio y te hacen salir del local con la satisfacción de haber conversado con alguien de tu “familia” lectora. De los que ya no quedan. Compramos un mapa de Milán y por mi parte, incumpliendo una vez más mi promesa viajera de no comprar libros (pesan, se pueden conseguir por internet, tatatá, tatatá…) me vine con uno de ésos que no puedes dejar en la estantería porque sería como abandonar a un hijo: “Intervista con la Storia” de Oriana Fallaci. Habrá post, prometido.



Frente al Duomo, tía y sobrina



sábado, 9 de julio de 2022

Ocho apellidos escandinavos


 

El chico de la foto es Omar El Hussein, el DANÉS de 22 años, nacido en DINAMARCA, a quien la Policía ha identificado como el autor del atentado que costó la vida el otro día a tres personas en un centro comercial en Copenhague.


Omar, de nacionalidad DANESA y pasaporte DANÉS, como no podía ser de otra manera padece trastornos mentales, y eligió según la prensa a sus víctimas de forma totalmente aleatoria. No tiene nada que ver que en el centro cultural donde le dio por tirotear  a sus compatriotas se celebrara un debate con la participación de Lars Vilks, un artista muy crítico con la religión de la paz y que ha sido declarado blasfemo por los líderes de dicho culto. Omar sólo pasaba por allí, se le fue la pinza y ya está.


Las autoridades danesas no tardaron en descartar el móvil terrorista y comunicarlo así a la prensa. Lo importante es que todo el mundo tenga claro que la religión de los nuevos DANESES es una religión pacífica cuyos acólitos jamás cometerían un acto violento, lo del pobre Omar ha sido un caso aislado debido, claro está, a sus problemas mentales. Todos tranquilos, Omar es un ciudadano zumbado pero DANÉS de pura cepa, no hay nada de que preocuparse. Le avalan sus ocho apellidos escandinavos.


😡😡😡

miércoles, 29 de junio de 2022

Entre la guerra y la "paz" (Diario de guerra X)

COLABORACIÓN DE LINA ZALITOK

(english below)


Día de guerra 102. Hace exactamente dos meses que escribí la última anotación en mi diario de guerra. Tras publicarse las fotos de Bucha, entré en un periodo de introspección y mi existencia quedó en stand by, salvo algún momento puntual en el que me sentía viva. Tan viva que ni siquiera tenía tiempo de escribir. Bucha trajo a mi mente aquella frase en que Adorno decía que escribir poesía después de Auschwitz era imposible. Ahora sé que la palabra exacta que utilizó fue “bárbaro”. En cualquier caso, de manera totalmente inesperada, Bucha me silenció. O quizá, tal y como escribí en mi último apunte del diario, no exactamente lo que pasó en Bucha sino las dudas de mi mejor amigo (y otra gente, supongo que pocos) acerca de lo que había sucedido allí. Después de estas conversaciones con mi amigo, pude entender perfectamente aquella escena de la película “L´écume des jours” (La espuma de los días) en la que Alice mata al escritor con el que su novio estaba obsesionado. En aquel momento, me imaginé matando a Noam Chomsky y también a mi mejor amigo. Los debates de los intelectuales en Europa y EEUU acerca de la paz en Ucrania destruyeron mi fe en la intelectualidad y la cultura. Me gusta interpretar, pero esta vez me sentí la protagonista de un oscuro abismo. Pensé que había perdido a la persona más querida para mí y no porque hubiera muerto. Estoy segura de que nuestra amistad murió en el momento en que le envié montones de comentarios desagradables junto con la “prohibición” de viajar a Ucrania, para que no “profanara la tierra ucraniana poniendo los pies en ella”.


De todas formas, esa amistad sólo estuvo muerta durante tres dolorosas semanas, ya que no pude persistir en esa actitud tal y como hacían algunos de mis amigos ucranianos, que cortaron su relación con cualquier amigo o conocido que mostrara comprensión hacia los motivos de los rusos. Resucité nuestra amistad enviando a mi amigo un whatsapp acerca de mi gato (así de fácil) y desde entonces evitamos hablar de política. Siento que algo se rompe bajo la fachada de esta amistad, y la fricción entre los puntos de vista de un residente en un pacífico país europeo y un ucraniano. Pero también necesito poder hablar de mi gato en medio del inmenso dolor que está sufriendo la gente en Ucrania. No quiero añadir el dolor de una amistad perdida. Además, quiero tener algo que me recuerde lo que es vivir en paz. Así que este choque de perspectivas a veces es doloroso y a veces me descansa. 


Después de profundos debates intelectuales en mi mente y en internet durante un mes exacto, el 2 de mayo decidí volver a Kiev para poder hablar con gente en persona, y no sólo por internet. En mi pequeño pueblo apenas hay gente con la que hablar. Un amigo de un amigo me llamó en el momento justo y me dijo que unos amigos estaban buscando un intérprete y jefe de proyecto, así que por segunda vez desde el 24 de febrero, tuve que decidir cuales son las cosas sin las que no puedo vivir. No sabía dónde iría a parar, así que tenía que hacer una maleta con todo lo que pudiera necesitar en, digamos Berlín o Dnipro. Pero ya hablaré de mi estancia en Luiv más tarde. Ahora quiero escribir acerca de los acontecimientos más recientes, no quiero quedarme en el pasado. 


Hace tres semanas que vivo en Kiev. Cuando regresé el domingo por la mañana, después de haber dormido de maravilla en el tren nocturno desde Luiv (la mayoría de los trenes son muy ruidosos, pero en éste tuvimos un viaje tranquilo) Kiev estaba tranquila, verde y llena de flores. No me sentía feliz porque evidentemente no tengo ninguna relación especial con Kiev. Quizá porque no tengo una casa aquí. Sin embargo fue bonito regresar y volver a vivir una época anterior de mi vida. Recuperé mi trabajo de antes de la guerra. 


Llegué a Kiev justo cuando más bonita está, en el tiempo en que florecen los castaños. Cada día parecía haber más gente y más flores. Flores de diferentes colores brillaban a la luz del día. En los parques, se podían ver muchos tulipanes. Me costaba entender todo ese esplendor de vida. Me sentía abrumada, cegada y… fuera de lugar. Casi me apetecía cortar una preciosa lila del parque en el camino de casa al trabajo (es una vieja costumbre, llamar “casa” a cada lugar en el que vivo): “Eh, ¿es que no sabes que estamos en guerra? la gente lucha y muere en las regiones del este y del sur de Ucrania. ¿Cómo te atreves a ser tan bonita, y para qué?”


Una conocida mía escribió en facebook que se echó a llorar cuando se sentó en un banco cerca de un arbusto de lilas, después un taller de maquillaje al que asistió porque, supuestamente, ayudaba a levantar el ánimo. Al final, sólo sirvió para destacar la discrepancia entre la guerra y la “pacífica” vida en Kiev. Yo siento lo mismo, hay como un abismo dentro de nosotros y tratamos de saltar de un borde a otro: paz - guerra - paz - guerra - sirenas anti bombardeo, guerra - espera, una sirena más, guerra todavía - paz - café en un bar… no es que quiera ver todo a mi alrededor reducido a cenizas, pero tampoco quiero levantarme por las mañanas y ver los árboles verdes, las flores y la luz del sol veraniega, porque me parecen inapropiados. No quiero levantarme en un mundo donde hay una guerra tan terrible… y flores.


Después de estas batallas internas, salí de la cama porque mi cuerpo ya no podía dormir más y me convencí a mí misma de que la vida era mucho mejor que la imagen reflejada en mis pensamientos matutinos. Además si me fuerzo a dormir, la ansiedad me produce náuseas. Así que lo mejor por la mañana es levantarse. Por desgracia, no me acuerdo de estas cosas a la mañana siguiente, y cada día es una nueva batalla. Pensaba que no serían así mis mañanas en Kiev pero me continúa pasando, incluso en la casa de mis padres los fines de semana. Así que no es algo que tenga que ver con Kiev. Supongo que tiene que ver con la guerra y la incertidumbre.


Un día, incluso pensé con amargura “tengo que vivir”. ¿Alguna vez habéis pensado en ello? No puedes decir “de acuerdo, suficiente” y pulsar el botón de “apagar” ni para la guerra, ni para tu vida (salvo que estés pensado en suicidarte, por supuesto). Mi amiga me dijo por teléfono que las flores, los árboles verdes y la luz del día deberían darme fuerzas, pero apenas puedo soportar verlos por las mañanas. A lo largo del día puede que los encuentre hermosos, pero parece que existan en una realidad paralela.


La primera semana en Kiev, me sentía en estado de emergencia, ni siquiera pude pensar en encontrarme con amigos o hacer algo por mí misma. Me sentía como un instrumento, debía hacer algo importante pero no sabía exactamente el qué. La segunda semana me las apañé para ir al dentista, al entrenador y quedar con un amigo. Resultó que mi dentista tenía la cabeza llena de propaganda rusa, y antes siquiera de que me examinara, tuve que escuchar el resumen de un documental que contaba como “Los nacionalistas ucranianos” habían quemado vivos a polacos en 1943 en Volyn, ; tuve que ver en su teléfono un video en Viber de “Nacionalistas ucranianos” colgando a gente ucraniana del Donbas en 2015; tuve que enterarme de lo que le pasa a un cadaver después de tres días, y también de que los rusos ya no estaban en Bucha cuando entró el ejército ucraniano… no pude argumentar en contra, ya que como tenía una entrevista de trabajo en breve, evité tener una discusión y me limité a responder con pocas palabras. Además, la discusión iba a ser un diálogo de besugos. Mi dentista habla ucraniano, por si os lo preguntáis, pero en general suele hablar en ruso. Algunos amigos me aconsejaron “castigarle” económicamente, dejando de acudir a su consulta. Otros me sugirieron hablar con él sólo de música y deporte: después de todo, su tarea es tratar mi dentadura. Aún no sé lo que haré, pero me da la sensación de que es una buena persona… al menos admitió que un comunista que mata a un niño aplastándole la cabeza contra el suelo es igual de malvado que un “Nacionalista ucraniano” quemando polacos. También me contó la historia de un comandante ruso que disparó a cuatro de sus soldados después de ver que habían violado a una mujer en Bucha, y me aseguró que ningún ruso iba a violarme. No hace falta decir que me dieron nauseas, y no era por la ansiedad.


En algunos momentos me olvidé de que había guerra. Como cuando jugué al ping pong en el refugio mientras sonaban las sirenas (durante años había querido jugar, y no había tenido la oportunidad hasta entonces); o cuando comí en un restaurante lleno de gente. Aún hoy, estar en un café o en un restaurante me produce una impresión distinta. Siento que estoy allí sólo a medias, y nunca puedo relajarme del todo. Después de veinte minutos, apenas puedo recordar lo que acabo de comer. Cuando paseo por las hermosas calles y parques tengo la misma sensación. Todo parece estar envuelto por una suave niebla. Es tan bonito que no parece real, tan distinto a la realidad que parece que nos esté alejando de lo que de verdad importa: que la gente está muriendo. Una tarde, hacía tan buen tiempo que decidí tomar un té y fumar un toscanello en el balcón. Me queda un paquete de la última vez que estuve en Italia, y sólo lo saco en momentos especiales, normalmente en vacaciones. Me senté y comenzaron a sonar las sirenas. La primera semana me parecía una falta de respeto y una actitud absurda permanecer en el balcón mientras sonaba la alarma. Pero ahora, en la tercera semana, no iba a cambiar de planes. Fue un maravilloso momento al atardecer, viendo la ciudad tranquila en el crepúsculo y las flores que planté hace poco en el balcón, aunque yo no soy muy de plantas.






(TEXTO ORIGINAL)

Hooping beetwen war and “peace”


102nd day of war. It’s been exactly two months since I sent my last war diary. After photos from Bucha were published, I entered into a period of inner silence and ceased to live with rather rare moments of feeling alive. Yet so alive that I didn’t have time to write. Bucha brought to my mind Adorno’s phrase that writing poetry after Auschwitz was impossible. Now I find out that he actually wrote that it was „barbaric“. Anyway, unexpectedly to me, Bucha silenced me. Or as I wrote in my last war diary, not Bucha itself, but the doubts of my best friend (and some other people, though few) about what had happened there. After discussions with my friend, I could very well understand the scene in the film adaptation of Boris Vian’s “L'écume des jours” where Alice kills the writer, with whom her boyfriend was obsessed. Back then, I could imagine myself killing Noam Chomsky and even my best friend. Intellectual discussions in Europe and the US about peace in Ukraine ruined my faith in intellect and culture. I do love to dramatise, but it indeed felt like staring in a dark abyss. I believed to have lost the dearest person to me and not because of his death. I made sure our friendship died as I sent lots of words of hate to him, together with a „travel ban“ to Ukraine so that “he would not desecrate Ukrainian earth with the step of his feet”.

However, this friendship died only for some painful three weeks as I could not be so steadfast as some of my Ukrainian friends cutting off all the friendships and connections showing any understanding for any Russian arguments. I brought our friendship back to life by sending my friend a WhatsApp message about my cat (so easy as that) and since then we avoid “political” topics. I do feel some cracks underneath the surface of this friendship and clinking of clashing perspectives of a resident of peaceful EU country and a Ukrainian. But I also need to have this possibility to talk about my cat amidst lots of pain of Ukrainian people. I don’t want to add the pain of a dead friendship to it. Also, I want to have a reminder what it means to live in peace. So the clash of perspectives is at times painful and refreshing.

After digging into intellectual discussions in my mind and internet for exactly a month, on May, 2, I suddenly decided to move to Lviv in order to be able to speak with people in person and not only online. In my small town there were hardly any people to talk to. A friend of friend called to me at a perfect moment and told me that his friends were looking for an interpreter/project manager, so for the second time after February, 24 I had to decide what were the things I could not live without. I did not know where I would end up, so I needed a bag packed with things I might need in, say, Berlin or Dnipro. But I will tell about my time in Lviv next time. Now I want to write about more recent events to avoid staying behind.

It’s been three weeks since I live in Kyiv. When I came back on Sunday morning after having a wonderful sleep in the night train from Lviv (mostly trains are very loud, but this one gave us a smooth ride), Kyiv was quiet, green and full of flowers. I didn’t feel happy, because apparently, I don’t have any special relation with Kyiv. Maybe, because I don’t have home here. It felt nice to be back though and to start a new old phase of life. I got back to my pre-war work.

I arrived to Kyiv during its most beautiful time – time of chestnut blossom. With each day there seemed to be more people and more flowers. Different colours of flowers were sparkling in the sunlight. In the parks you could still see lots of tulips. I could not grasp all this splendour of life. It felt overwhelming, blinding and...inappropriate. I almost wanted to talk to gorgeous lilac in the park on my way from work to home (just an old habit to call any place I live in „home“): “Hey, you, don’t you know, there is war in the country? People are fighting hard and dying in the eastern and southern regions of Ukraine. How dare you be so extremely beautiful and what for?”

An acquaintance of mine wrote on Facebook that she just started to cry as she sat on a bench near a lilac bush after having a makeup workshop which was supposed to lift her spirits. In the end, it only highlighted the discrepancy between wartime and „peaceful“ Kyiv life. I feel the same, it is like an abyss inside us and we are trying to hop from one side to another: peace – war – peace – war – air siren, war – wait, one more siren, still war – peace, coffee in a café… It is not that I want to see ashes and destruction near me, but in the mornings I don’t want to wake up to see all these green trees, flowers and summer sunlight, because they seem to me so inappropriate. I don’t want to wake up in the world where there is such a horrible war and… flowers.

After a while of inner struggle I would get up, because my body could not sleep any more and I convinced myself that the real life was still much better than the picture of life in my morning thoughts. At least I hope so. Also, I would get an anxiety nausea getting with every minute of forced sleep even stronger. So there is no any other better solution in the morning than to get up. Unfortunately, I don’t remember any of this the next morning, so every day there is a new struggle. I didn’t expect such mornings in Kyiv, but they continued to happen also at my parents’ place on weekends. So it is not about Kyiv. I suppose, it is about war and uncertainty.

One day I even felt resentment that I „had to live“. Have you ever thought about it? You cannot say „Ok, it’s enough“ and press the button „turn off“, neither for the war, nor for your life (if suicide is not an option, of course).“My friend told me on the phone that flowers, green trees and sunlight should give me strength, but I can hardly stand them in the morning. Later in the day I can find them beautiful, but they seem to exist in a parallel reality.

On my first week in Kyiv I felt myself in an emergency state and could not even think of meeting friends or doing anything for myself. I felt like an instrument which was supposed to do something important, but didn’t know exactly what. On my second week, I managed to allow myself to go to my dentist, sports teacher and to meet my friend. My dentist’s head turned out to be full of Russian propaganda and before he started to examine my teeth, I had to listen to summary of a documentary telling how “Ukrainian nationalists” had burnt Poles in 1943 in Volyn, watch a short Viber video of “Ukrainian nationalists” hanging Ukrainian people of Donbas in 2015 on his phone, get to know how a corpse looked like after three days and that Russians were not in Bucha any more when the Ukrainian army entered it… I couldn’t help arguing against it, but as I had a work meeting very soon, I avoided getting into a discussion and limited myself to few words. Apart from that, it was supposed to be a hopeless discussion. My dentist spoke Ukrainian, if you wonder, but generally he speaks more Russian. Some of my friends advised me to impose economic sanctions on him, i.e. stop visiting him. Others suggested talking about music and sport with him: After all, his main task is to treat teeth professionally. I didn’t take any decision yet, but I feel that he is a good person...At least, he admitted that a communist killing a child by throwing it with a head to the floor while holding the child’s foot, was equally evil like “the Ukrainian nationalist” burning Poles. He also told me a story about a Russian commander who after seeing four Russian soldiers while raping a woman in Bucha, shot all of them and assured me that no Russian would rape me. Needless to say, I felt another kind of nausea, which was not about anxiety.

In some moments I would even forget that there was war happening. Like when playing table tennis in the basement during air siren (I wanted to play it for years and somehow there had been no opportunity so far) or like eating in a restaurant full of people. Yet, visiting cafés or restaurants feels different now. I feel half present and can never fully relax. After some twenty minutes I hardly can remember what I just ate. When walking through beautiful streets and parks I have the same feeling. Everything seems to be in some kind of fog. It is so beautiful that seems to be unreal, so contrasting to the Reality that it seems to draw us away from that what matters – people losing their life.

One evening it was so warm that I decided to drink tea with a Toscanello on the balcony. I have one pack from my last time in Italy and pull them out only in rare moments, mostly on vacation. I sat down and then an air siren started. In the first week it seemed to me disrespectful and empty-minded to stay on the balcony during an air alarm. But now, on the third week, I did not want to change my plan. It was a wonderful evening moment with a view on the calm city in the dusk and flowers on the balcony which I planted recently, although I am not a plant person.