miércoles, 13 de abril de 2016

Elijo Israel (Por fin, Israel I)

Elijo Israel
¿Y no tienes miedo?” es la pregunta que más he escuchado en estos días, desde que empecé a tramitar mi viaje. Pues no, no lo tengo, y mira que yo soy miedosa hasta decir basta. Lo sé, sé que en Israel hay atentados todos los días, que desde enero han muerto 34 personas apuñaladas, tiroteadas o atropelladas en las calles por terroristas palestinos; sé que eso sucede pese a las magníficas Fuerzas de Seguridad israelíes, que todos los días detienen a sospechosos de terrorismo y neutralizan a quienes cometen atentados en cuanto sacan el cuchillo.

Y sí, visto así debería dar miedo, pero resulta que eso es precisamente lo que pretenden los terroristas: amedrentar a las personas normales, que los israelíes tengan miedo de salir a la calle, que los turistas no visiten Israel, que los consumidores no compren productos fabricados o ideados por judíos. Y conmigo desde luego, han dado en hueso duro. A mí, que me asusta una cucaracha, no me asustan nada los terroristas palestinos  ni ningún otro porque me niego a darles ese placer, me niego a bailar al son que ellos tocan. Nunca. Pasado mañana estaré paseando por la vieja Jerusalén y oye, a lo mejor va y me apuñalan y nadie lee nunca estas palabras, qué sé yo, pero no me van a arrebatar el momento de estar allí y desafiarles con mi sola presencia. Esos malnacidos te pueden quitar la vida pero no el orgullo de desafiarles.
También en España hemos tenido treinta años de terrorismo etarra, así que entiendo perfectamente a los israelíes y me solidarizo con ellos. Por eso y por muchas más cosas, aunque podría elegir cualquier parte del mundo para viajar allí, elijo Israel. Sin dudarlo.

Wellcome to Tel Aviv
Recién aterrizada, ¡qué bonita ha sido la llegada desde el aire, qué bello es Israel desde arriba! He estado a punto de besar el suelo al llegar, como hace el Papa ;-)

La fuente de agua iluminada, en el centro del hall del aeropuerto Ben Gurion

Dos magníficos recibimientos en el Ben Gurion:
  1. La preciosa fuente de agua en su centro
  2. El encargado de la agencia de viajes, un uruguayo con bastante morro y muy simpático, que me ha hecho pasar el control de pasaportes por la ventanilla de los diplomáticos y sin hacer cola. Qué de qué. 

Llego al hotel, ficho y me largo a cenar a la playa, que está a dos manzanas. En plena playa y muy cerca, hay un restaurante especializado en ensaladas hechas con productos del kibutz, se me hace la boca agua sólo de pensarlo y me pongo en marcha ¡a la búsqueda del restaurante! Como la única noticia de la existencia del susodicho restaurante proviene de una guía de viajes editada hace unos años, en previsión de que la crisis mundial haya hecho mella en los restaurantes playeros israelíes he decidido, totalmente en contra de mis sanas costumbres viajeras, preguntar. Pregunto dos veces y dos personas distintas me indican sin lugar a dudas que el restaurante que busco está exactamente donde la guía de viajes dice que está, pero yo siguiendo al pie de la letra mis sanas costumbres viajeras, no lo encuentro. No me preguntéis cómo me las apaño pero soy perfectamente capaz de perderme en un trayecto de 50 metros y de no encontrar algo que debería estar delante de mis narices. No lo encuentro. La única posibilidad es un local grande y muy iluminado, completamente vacío que parece de todo menos un restaurante, no hay nadie en el interior, ni camareros ni clientes y tampoco hay mesas o una barra de bar, además de que el rótulo luminoso está únicamente en hebreo. Como es normal no entiendo una papa, y al final paso y me meto en otro sitio un poco más acogedor, donde hay una camarera que habla español. Le pregunto por algún plato típico de la región, y me decido por el falafel, que resulta no ser precisamente lo que llamaríamos “una cena ligerita” pero está buenísimo.

Falafel para cenar
El cielo de Tel Aviv está nublado y no hay luna, se me fastidió la foto, pero al salir hace un vientecillo fresco y una temperatura estupenda, así que voy a disfrutar de un cortísimo paseo. Del hotel al restaurante donde he cenado no hay más que un minuto andando y me doy cuenta de que por lo visto aquí es normal que los hombres árabes digan cosas a las mujeres que van solas por la calle de noche. Dos maromos, en un minuto ¿Qué me han dicho? Ni idea, no he entendido nada, pero se quedan mirando como esperando respuesta. A uno le he dicho en inglés “lo siento, no te entiendo” y me ha contestado en inglés “disfruta de Israel” pero me da la sensación de que no habían sido exactamente ésas sus palabras iniciales en árabe. Hombres. Quien los entienda que los compre.

Por cierto, acabo de llegar y ya he hurtado dos infusiones sorpresa del té de cortesía de la habitación del hotel. Ni idea de lo que son, lo pone en la bolsita pero en hebreo, así que ya las probaré en España por si acaso. Y ahora me voy al catre, que mañana empiezo el Tour. O sea, el tour turístico, no el de las bicis.

Aquí hablan ladino
El simpático uruguayo que me ha recibido en el aeropuerto, me comenta que aquí se habla mucho español, algo que por otra parte me imaginaba, pero según él en realidad lo que se habla aquí es el “ladino”, el antiguo idioma de los judíos sefardíes, procedente del español.
En Israel hay dos lenguas oficiales, el hebreo y el árabe, además de ser bastante habitual en los sitios turísticos que te puedas entender en inglés y español. Pero los judíos del mundo tienen en realidad tres lenguas “oficialmente” judías:
  1. El hebreo moderno, procedente de la lengua antigua que hablaron siempre los judíos en oriente medio
  2. El yiddish, procedente del alemán y hablado por judíos del centro y el este de Europa
  3. El ladino, procedente del español y hablado por los judíos sefardíes en la España del siglo XV
Ale, que no se diga que no hablan.

El talismán de tu piel me ha dicho

Mi habitación, con la mezuzá en el marco de la puerta
Me llama la atención ver en la puerta de cada habitación del hotel, las típicas mezuzá que se colocan para proteger el hogar, a veces cada habitación del hogar, o en este caso del hotel. Vamos una especie de feng shui, estilo judío. La mezuzá es un rollo de pergamino en el que está escrito el Shemá, un pasaje bíblico que habla de la relación de Dios con el pueblo judío. El Shemá ha de estar escrito a mano y por un experto que se dedica especialmente a escribir mezuzot (plural de mezuzá). Hay que ver como son los judíos y esa manía que tienen de la especialización exhaustiva, me imagino la de explicaciones que tendrá que dar ese hombre cuando viaje por el mundo y le pregunten a qué se dedica (“yo es que soy escritor profesional de mezuzot” y el otro con los ojos como platos pensando “y eso ¿qué será?”). En fin, que las mezuzot se cubren con una pequeña caja que puede estar hecha de distintos materiales y con distinto nivel de filigrana. Las del hotel como se puede apreciar en la foto son pequeñas y sencillas, pero a lo largo del viaje veré algunas auténticas obras arte en forma de mezuzá. Los judíos tocan con los dedos la mezuzá cada vez que pasan a través de una puerta que la tenga, como símbolo de identidad, espiritualidad y reverencia.

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