Nuestros guías
Ex millonario en Irán
El guía de hoy se llama Manuel, tiene 67 años ¡se jubila esta semana! y es un judío marroquí que se hizo millonario en Irán en los años 60 y tuvo que huir de allí con lo puesto unos días antes de la revolución islámica, cerrando su empresa, dejando todo allí y por supuesto arruinándose. Pero tuvo suerte, pudo sacar a su familia sana y salva y huir justo antes de que la policía de Jomeini fuera a buscarlo para detenerlo, acusándole de ser un espía de Israel. Le pregunto si de verdad era un espía, se ríe y me dice que no, pero que eso a Jomeini le daba igual. Otros judíos iraníes que no tuvieron tanta suerte, acabaron encarcelados, torturados y ejecutados por presuntos espías, por supuesto sin serlo.
Con Manuel veo el Museo de la Diáspora en Tel Aviv, los Institutos Ayalon y Weizman, Ashdod y las cuevas de Beit Guvrin. Comemos en un restaurante etíope un guiso de carne y arroz, original, picante y sabroso. Al final del día, me deja en Jerusalén.
¿Qué será “linda”?
El día de la excursión a Masada y el Mar Muerto, nuestro guía se llama Alberto, tiene aspecto de británico, habla un español regularcillo y tampoco es que se esmere mucho en sus explicaciones. Somos un grupo numeroso y traduce al inglés todo lo que dice en español, empezando siempre así: “linda, now we can see…” me digo a mí misma que estoy fatal de inglés, ni la menor idea de lo que significa “linda” y debe ser una palabra de lo más común puesto que la dice constantemente, así que hago memoria para buscarla esta noche en google, en cuanto llegue al hotel y tenga wifi. Al final no hace falta, durante la excursión me doy cuenta de que Linda es el nombre de una señora, la única angloparlante del grupo, por eso el guía empieza sus parrafadas en inglés refiriéndose a ella por su nombre. Vaya, va a ser que en el fondo no se me da tan mal la lengua de Shakespeare, sólo soy un poco despistada.
Qué paciencia hay que tener
Si alguien se lleva el premio a la peor guía turística del mundo, es la moza palestina que nos acompaña en nuestra salida a Belén. El guía israelí no tiene permiso para trabajar en los territorios palestinos donde se encuentra Belén, así que nos dice que iremos solos con el chofer y una vez allí recogeremos a alguien que nos guiará la visita en español. Resulta ser una cristiana ortodoxa palestina de nombre impronunciable y español imposible de entender, pese a que asegura haber vivido quince años en Honduras. Lo primero que nos dice es que su nombre significa “la que es paciente, la que tiene paciencia” y a continuación empieza a recitar aquello tan típico de los actuales palestinos, que parece ser su mayor seña de identidad como pueblo. Se queja de que no tienen un aeropuerto (¡coño, construid uno!); de que tienen que pasar un checkpoint para entrar en la zona israelí saliendo de Belén (y yo también lo he tenido que pasar, y todo bicho viviente); de que los judíos les venden el agua (agua procedente de los acuíferos y desaladoras israelíes, gracias a la cual los palestinos pueden beber, cocinar y lavarse, porque ellos nunca explotaron un acuífero ni construyeron una desaladora); de que nuestro guía israelí cobra un sueldo y tiene seguridad social, pero ella no, ella sólo gana lo que le dan los turistas de propina. Y ahí ya me ha tocado la moral, tanto que al final del día cuando nos ha pedido la propina yo no le he dado nada. Para empezar, si los palestinos que trabajan en palestina no tienen seguridad social (ni pagan impuestos, aunque eso no lo ha dicho) será porque sus gobernantes no se han molestado en que así sea, igual deberían dirigirse a los multimillonarios de sus jefes de gobierno para exigir derechos sociales en vez de pretender que los turistas les demos un sobresueldo. Algo que por otra parte ninguno de los otros guías nos ha pedido en ningún momento. Y para seguir, no me creo ni de coña que la guía no cobre comisión del restaurante a donde nos ha llevado a comer sin dar otras opciones, ni del supermercado de souvenirs donde nos ha llevado a comprar, ni del vendedor de velas bendecidas de la Basílica de la Natividad, cuyas velas antes de entrar a la Basílica ya nos estaba ofreciendo ella, ¡la guía!, por un módico precio.
La última parte de su diatriba de quejas palestinas consiste en decirnos que son muy pobres, que están muy necesitados de dinero y que incluso pasan hambre. A ver, que la que suscribe estas palabras (o sea, yo) ha estado siempre como dicen las abuelas “de muy buen ver” y desde luego no seré yo quien critique a otra persona a causa de su peso ya sea por exceso o por defecto, pero es que esta chica no baja fijo de los 95 kg. De verdad que me entran ganas de decirle: “nena, si aquí se pasa hambre será que te lo has comido todo tú porque si no, no me lo explico; cuéntame lo que quieras pero hambre, lo que se dice hambre, tú no pasas”. No le digo nada, claro.
Además de que la chica me haya caído mal desde el principio, qué le vamos a hacer, durante sus explicaciones se equivoca varias veces en datos históricos, del tipo “el Papa Juan Pablo II estuvo aquí en 1964” y cosas así. Tampoco le digo nada, pero francamente, paso de lo que nos diga y me limito a mirar.
Al subir al bus y antes de pedirnos dinero, nos pregunta “¿qué tal, os lo habéis pasado bien? ¿qué os han parecido mis explicaciones? si tenéis alguna queja decídmelo, ¿verdad que soy muy paciente, como dice mi nombre?” Y ahí ya no me puedo aguantar y le respondo: “mujer, paciente precisamente… nos has llevado a toda velocidad” Y es cierto, lo peor ha sido del parking a la Basílica que hay como unos 200 metros pero empinadísimos cuesta arriba, la tía ha metido la directa sin mirar atrás mientras los demás la seguíamos con la lengua fuera, a la par que tratando de esquivar vendedores callejeros que aquí son especialmente pesados. Se ha quedado atrás medio grupo y luego nos ha tenido que esperar, como es normal. Así que paciente, lo que se dice paciente… pues no, reina, y muy profesional en su trabajo tampoco.
Claudio
Y menos mal que durante todo el resto del viaje, hemos tenido como guía a nuestro maravilloso Claudio. Judío argentino que emigró a Israel hace más de treinta años, arquitecto, perfecto conocedor de las tierras israelíes y dotado de un exquisito sentido del humor, Claudio nos ha deleitado con sus magníficas explicaciones y también con sus chistes. De repente coge el micro del autobús y empieza a contar alguna anécdota, tal que “se dice que una vez, un joven judío…” y tú estás ahí en ascuas, pensando que el joven judío encontró una gruta secreta del templo del rey David o algo así y resulta que no, que es un chiste y la tribulación del joven judío es que su rabino no le permite tener sexo con su novia en posición de pie, porque “los judíos no bailan juntos hombres con mujeres, ¡y eso es bailar!” Vale, cuando lo contaba Claudio era mucho más gracioso, nos partíamos de risa. Hay que tener talento para contar con esa gracia torera chistes de judíos, chistes de argentinos y chistes de judíos argentinos que ya son el diosmío nopuedomás mepartoendos. El astronauta argentino, la anciana del pogromo, el empleado del zoo que se llama Braulio y su especial relación con la gorila hembra, todos ellos en boca de Claudio han amenizado y hecho más divertido nuestro viaje, lo cual es muy de agradecer.
Pero como ya tendremos en otro momento un apartado dedicado al humor judío, vamos un poco a la parte seria. Quienes me conocéis en persona o seguís este blog, ya sabéis que soy una auténtica cotilla. De cosas serias, pero cotilla. Cuando voy a algún sitio, leo sobre alguna materia o alguien habla de algún tema que desconozco, yo inmediatamente tengo que saberlo todo. Lo pregunto todo, pido confirmar datos que ya conocía o de los que dudaba, escucho con los ojos como platos, disfruto enormemente de aprender algo nuevo ya sea una receta de cocina, la manera de enlazar acordes musicales o cómo hacen los forenses una autopsia. Me fascina el conocimiento y sí, soy la pesadilla de profesores, conferenciantes y guías turísticos a los que siempre bombardeo con todo tipo de cuestiones, aunque por alguna extraña razón suelen terminar cogiéndome afecto. Pelín masocas creo, pero se agradece.
Así que bueno en su momento ya le di las gracias a Claudio, pero ahora se las vuelvo a dar públicamente por habernos explicado todo tan bien, por sus chistes y por haber respondido siempre a todas mis preguntas, que han sido unas cuantas y no siempre fáciles de responder. ¡Mil gracias pibe! Espero que nos volvamos a ver algún día y ten por seguro que recomiendo tus servicios a cualquiera que quiera visitar Israel. Hacerlo a tu lado es sin duda, la mejor manera de hacerlo. (Vale ya, malpensados, que estoy hablando de visitar Israel… ;-)
Ex millonario en Irán
El guía de hoy se llama Manuel, tiene 67 años ¡se jubila esta semana! y es un judío marroquí que se hizo millonario en Irán en los años 60 y tuvo que huir de allí con lo puesto unos días antes de la revolución islámica, cerrando su empresa, dejando todo allí y por supuesto arruinándose. Pero tuvo suerte, pudo sacar a su familia sana y salva y huir justo antes de que la policía de Jomeini fuera a buscarlo para detenerlo, acusándole de ser un espía de Israel. Le pregunto si de verdad era un espía, se ríe y me dice que no, pero que eso a Jomeini le daba igual. Otros judíos iraníes que no tuvieron tanta suerte, acabaron encarcelados, torturados y ejecutados por presuntos espías, por supuesto sin serlo.
Con Manuel veo el Museo de la Diáspora en Tel Aviv, los Institutos Ayalon y Weizman, Ashdod y las cuevas de Beit Guvrin. Comemos en un restaurante etíope un guiso de carne y arroz, original, picante y sabroso. Al final del día, me deja en Jerusalén.
¿Qué será “linda”?
El día de la excursión a Masada y el Mar Muerto, nuestro guía se llama Alberto, tiene aspecto de británico, habla un español regularcillo y tampoco es que se esmere mucho en sus explicaciones. Somos un grupo numeroso y traduce al inglés todo lo que dice en español, empezando siempre así: “linda, now we can see…” me digo a mí misma que estoy fatal de inglés, ni la menor idea de lo que significa “linda” y debe ser una palabra de lo más común puesto que la dice constantemente, así que hago memoria para buscarla esta noche en google, en cuanto llegue al hotel y tenga wifi. Al final no hace falta, durante la excursión me doy cuenta de que Linda es el nombre de una señora, la única angloparlante del grupo, por eso el guía empieza sus parrafadas en inglés refiriéndose a ella por su nombre. Vaya, va a ser que en el fondo no se me da tan mal la lengua de Shakespeare, sólo soy un poco despistada.
Qué paciencia hay que tener
Si alguien se lleva el premio a la peor guía turística del mundo, es la moza palestina que nos acompaña en nuestra salida a Belén. El guía israelí no tiene permiso para trabajar en los territorios palestinos donde se encuentra Belén, así que nos dice que iremos solos con el chofer y una vez allí recogeremos a alguien que nos guiará la visita en español. Resulta ser una cristiana ortodoxa palestina de nombre impronunciable y español imposible de entender, pese a que asegura haber vivido quince años en Honduras. Lo primero que nos dice es que su nombre significa “la que es paciente, la que tiene paciencia” y a continuación empieza a recitar aquello tan típico de los actuales palestinos, que parece ser su mayor seña de identidad como pueblo. Se queja de que no tienen un aeropuerto (¡coño, construid uno!); de que tienen que pasar un checkpoint para entrar en la zona israelí saliendo de Belén (y yo también lo he tenido que pasar, y todo bicho viviente); de que los judíos les venden el agua (agua procedente de los acuíferos y desaladoras israelíes, gracias a la cual los palestinos pueden beber, cocinar y lavarse, porque ellos nunca explotaron un acuífero ni construyeron una desaladora); de que nuestro guía israelí cobra un sueldo y tiene seguridad social, pero ella no, ella sólo gana lo que le dan los turistas de propina. Y ahí ya me ha tocado la moral, tanto que al final del día cuando nos ha pedido la propina yo no le he dado nada. Para empezar, si los palestinos que trabajan en palestina no tienen seguridad social (ni pagan impuestos, aunque eso no lo ha dicho) será porque sus gobernantes no se han molestado en que así sea, igual deberían dirigirse a los multimillonarios de sus jefes de gobierno para exigir derechos sociales en vez de pretender que los turistas les demos un sobresueldo. Algo que por otra parte ninguno de los otros guías nos ha pedido en ningún momento. Y para seguir, no me creo ni de coña que la guía no cobre comisión del restaurante a donde nos ha llevado a comer sin dar otras opciones, ni del supermercado de souvenirs donde nos ha llevado a comprar, ni del vendedor de velas bendecidas de la Basílica de la Natividad, cuyas velas antes de entrar a la Basílica ya nos estaba ofreciendo ella, ¡la guía!, por un módico precio.
La última parte de su diatriba de quejas palestinas consiste en decirnos que son muy pobres, que están muy necesitados de dinero y que incluso pasan hambre. A ver, que la que suscribe estas palabras (o sea, yo) ha estado siempre como dicen las abuelas “de muy buen ver” y desde luego no seré yo quien critique a otra persona a causa de su peso ya sea por exceso o por defecto, pero es que esta chica no baja fijo de los 95 kg. De verdad que me entran ganas de decirle: “nena, si aquí se pasa hambre será que te lo has comido todo tú porque si no, no me lo explico; cuéntame lo que quieras pero hambre, lo que se dice hambre, tú no pasas”. No le digo nada, claro.
Además de que la chica me haya caído mal desde el principio, qué le vamos a hacer, durante sus explicaciones se equivoca varias veces en datos históricos, del tipo “el Papa Juan Pablo II estuvo aquí en 1964” y cosas así. Tampoco le digo nada, pero francamente, paso de lo que nos diga y me limito a mirar.
Al subir al bus y antes de pedirnos dinero, nos pregunta “¿qué tal, os lo habéis pasado bien? ¿qué os han parecido mis explicaciones? si tenéis alguna queja decídmelo, ¿verdad que soy muy paciente, como dice mi nombre?” Y ahí ya no me puedo aguantar y le respondo: “mujer, paciente precisamente… nos has llevado a toda velocidad” Y es cierto, lo peor ha sido del parking a la Basílica que hay como unos 200 metros pero empinadísimos cuesta arriba, la tía ha metido la directa sin mirar atrás mientras los demás la seguíamos con la lengua fuera, a la par que tratando de esquivar vendedores callejeros que aquí son especialmente pesados. Se ha quedado atrás medio grupo y luego nos ha tenido que esperar, como es normal. Así que paciente, lo que se dice paciente… pues no, reina, y muy profesional en su trabajo tampoco.
Claudio
Y menos mal que durante todo el resto del viaje, hemos tenido como guía a nuestro maravilloso Claudio. Judío argentino que emigró a Israel hace más de treinta años, arquitecto, perfecto conocedor de las tierras israelíes y dotado de un exquisito sentido del humor, Claudio nos ha deleitado con sus magníficas explicaciones y también con sus chistes. De repente coge el micro del autobús y empieza a contar alguna anécdota, tal que “se dice que una vez, un joven judío…” y tú estás ahí en ascuas, pensando que el joven judío encontró una gruta secreta del templo del rey David o algo así y resulta que no, que es un chiste y la tribulación del joven judío es que su rabino no le permite tener sexo con su novia en posición de pie, porque “los judíos no bailan juntos hombres con mujeres, ¡y eso es bailar!” Vale, cuando lo contaba Claudio era mucho más gracioso, nos partíamos de risa. Hay que tener talento para contar con esa gracia torera chistes de judíos, chistes de argentinos y chistes de judíos argentinos que ya son el diosmío nopuedomás mepartoendos. El astronauta argentino, la anciana del pogromo, el empleado del zoo que se llama Braulio y su especial relación con la gorila hembra, todos ellos en boca de Claudio han amenizado y hecho más divertido nuestro viaje, lo cual es muy de agradecer.
Pero como ya tendremos en otro momento un apartado dedicado al humor judío, vamos un poco a la parte seria. Quienes me conocéis en persona o seguís este blog, ya sabéis que soy una auténtica cotilla. De cosas serias, pero cotilla. Cuando voy a algún sitio, leo sobre alguna materia o alguien habla de algún tema que desconozco, yo inmediatamente tengo que saberlo todo. Lo pregunto todo, pido confirmar datos que ya conocía o de los que dudaba, escucho con los ojos como platos, disfruto enormemente de aprender algo nuevo ya sea una receta de cocina, la manera de enlazar acordes musicales o cómo hacen los forenses una autopsia. Me fascina el conocimiento y sí, soy la pesadilla de profesores, conferenciantes y guías turísticos a los que siempre bombardeo con todo tipo de cuestiones, aunque por alguna extraña razón suelen terminar cogiéndome afecto. Pelín masocas creo, pero se agradece.
Así que bueno en su momento ya le di las gracias a Claudio, pero ahora se las vuelvo a dar públicamente por habernos explicado todo tan bien, por sus chistes y por haber respondido siempre a todas mis preguntas, que han sido unas cuantas y no siempre fáciles de responder. ¡Mil gracias pibe! Espero que nos volvamos a ver algún día y ten por seguro que recomiendo tus servicios a cualquiera que quiera visitar Israel. Hacerlo a tu lado es sin duda, la mejor manera de hacerlo. (Vale ya, malpensados, que estoy hablando de visitar Israel… ;-)
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